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“Tenemos un problema, los colchones son duros”. En una de las primeras concentraciones de este año, en el Hotel Libertador -la nueva morada del plantel de Racing-, algunos futbolistas expresaron cierta incomodidad al probar las camas. Con la importancia del descanso como premisa, una consulta se hizo extensiva a cada integrante del equipo: “¿Qué te pareció el colchón?”. “Amigo, dormí durante siete meses en cana, estuve en los buzones. No pasa nada, pa”, respondió Adrián Maravilla Martínez, contundente -como dentro del área-, para constatar que su reposo antes de los partidos no requería de cambios en la habitación. Es que durante su paso por la Unidad 21 de Campana, en la que estuvo preso durante siete meses (acusado de incendio y robo agravado), le tocó atravesar el invierno en un minúsculo espacio de 2 metros de largo por 2 de ancho, aislado del resto y con una chapa helada como esa estación del año.
Del pasado en el buzón del penal a carta de gol del Racing de Gustavo Costas, Martínez tuvo una vida de transiciones cruzadas por Dios, al que evoca como guía en su cambio de rumbo y a quien ofrenda cada uno de sus conquistas con la celeste y blanca. “Jesús le dijo: ‘¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?’”, fue el mensaje del posteo con el que la cuenta oficial de la Academia acompañó la foto de Maravilla en pleno festejo del 2-0 a Botafogo, en la final de ida de la Recopa Sudamericana. El goleador eligió el versículo, algo que se volvió una costumbre luego de que observara con agrado que las redes sociales del club se hicieran eco de la fe que profesan él y varios de los integrantes del plantel.
Mientras Maravilla predica incluso a través del gol, Gustavo Costas va por la vida con mandamientos de racinguismo, con la pasión, la fidelidad a los colores y la fe como motores. “¿Un mensaje para la gente? Que crea. Que crea en este grupo (...) Es un grupo que salió dos pesos, que no los conocía nadie y hoy están jugando Copa, con cancha llena, con 50 mil personas”, sentenció el entrenador tras la victoria en el primer duelo con el Fogao, al que visitará este jueves -en Río de Janeiro- con el anhelo de alzar un nuevo trofeo internacional.
Entre los desconocidos que mencionó Costas no sólo estaba Adrián Martínez, por quien Racing le pagó a Instituto 2 millones de dólares, sino también su socio de ataque: Maximiliano Salas. La del correntino es otra historia que refleja cuán importante es convencerse para ir por un sueño. A contramano del dicho popular que afirma que “la duda mata al hombre”, el delantero con pasado en Palestino avivó su fuego sagrado con el escepticismo externo, según había contado -en Olé- en junio de 2024: “Se dudaba de mí porque estuve seis años afuera y porque acá había jugado en Segunda (en All Boys). Como no se conocía mi nombre y no me habían visto, sentía que se dudaba. Y que dudaran me hizo más fuerte”.
El oriundo de Curuzú Cuatiá, donde debutó a los 11 años en la Primera del club Victoria, impacta en el campo de juego por su largo recorrido y sacrificio, algo que empezó a forjar cuando fue repartidor de las empanadas que hacía para vender con su papá, quien también lo tuvo al lado como peón de albañil. El deseo de jugar a la pelota movilizó a los Salas a vivir en San Martín, en la casa de un amigo de su abuelo, desde donde Maxi viajaba hasta Avellaneda para entrenarse en Racing, en 2014 (también había pasado por Boca y quedó libre de Argentinos). Una década antes de convertirse en campeón, ya se había probado la camiseta de la Academia, pero la falta de un lugar en la pensión lo llevó a optar por All Boys, debido a que la menor distancia implicaba más horas de descanso y reducir el gasto en viáticos.
En la cárcel, donde estuvo durante 2014 hasta que se comprobó su inocencia, Adrián no era Martínez ni todavía futbolista. El apellido que hoy brilla arriba del número 9 que porta en la espalda, es un homenaje al hombre que lo crió y que hasta estuvo con él tras las rejas, también acusado erróneamente. Y como uno de los mandamientos profesa que “honrarás a tu padre y a tu madre”, el delantero de Racing se encargó de hacerlo en todo sentido: solicitó el trámite para dejar de figurar en el DNI como Adrián Falcón y tomó el apellido de su papá del corazón. En varias ocasiones, el máximo anotador de la última Copa Sudamericana (con 10 conquistas), remarcó que su acercamiento a Dios se dio en la prisión, cuando un concuñado que era recluso le obsequió una biblia. Ahí sintió Adrián que Dios lo tomó de la mano, extremidad derecha que casi pierde cuando trabajaba como recolector de basura en un grave accidente: sufrió cortes en los tendones y vasos sanguíneos, por lo que quedó con un impedimento para trabajos que requirieran fuerza.
Para Maravilla, la cárcel fue el punto de inflexión que lo llevó a ser el de hoy y que le enseñó, entre otras cosas, el valor de perdonar. Es que cuando era adolescente, antes de estar privado de la libertad, tuvo la inquietud de conocer a su padre biológico y se lo planteó a su madre. Cuando se encontró con el hombre en cuestión, lo impactó la forma en la que le negó tener lazos sanguíneos: “No recuerdo haberme acostado con tu mamá”. Más allá de la brutal respuesta, Martínez mantuvo la duda latente, lo contactó diez años después -cuando tenía 28- y le planteó que necesitaba hacerse una prueba de ADN. El resultado fue positivo y la reacción del artillero, despegada del rencor. “Lo perdoné, compartí asados, siempre creo que perdonar puede hacer que otros lleguen a Dios”, reveló en La Puerta Abierta, un programa religioso en el que coincidió con Omar Catalán, ex jugador de Racing que fue autor del gol que valió el título de la Supercopa 1988, ante Cruzeiro, en el Mineirao de Belo Horizonte.
Brasil aparece otra vez en el itinerario copero de Racing. En vez de Belo Horizonte, donde celebró la Supercopa hace 37 años con Costas como futbolista, jugará en Río de Janeiro, conocida como la Cidade Maravilhosa, en la que Martínez y Salas buscarán hacer estragos otra vez con la defensa rival, como ocurrió en la ida, cuando el de Curuzú Cuatiá -imparable- asistió al nacido en Campana para el 2-0 definitivo. “Dentro de un equipo de fútbol siempre hay jugadores, que más que jugadores, son socios. Los hinchas de Racing lo sabemos muy bien, porque a lo largo de nuestra historia tuvimos unos cuantos”, afirma Guillermo Francella en el spot de la nueva campaña del club para sumar asociados, en la que cita a Maravilla y Salas como parte de las sociedades que le dieron satisfacciones a los fanáticos.
Ambos se entienden de memoria dentro de la cancha y afuera, donde también pasan mucho tiempo a la par: son compañeros de concentración, dupla de truco (“imbatibles”, según cuentan desde adentro), se sientan juntos para comer y viajar en el micro al estadio y, además, sus familias se conocen. A Maxi le gusta la cumbia (celebró su cumpleaños con la presencia de El Pepo) y también el chamamé, es extrovertido y no duda en lanzar algún sapucai en las concentraciones, donde es habitual que se ponga a charlar con los trabajadores del hotel permanentemente. Una remera roja que tenía, quedó archivada desde que conoció a Costas, quien en Palestino le hizo saber que aquel era un “color prohibido”. Sin tener cuna racinguista, el correntino refleja su juego en el de Ramón Mencho Medina Bello, campeón con la Academia en 1988 de la ya extinta Supercopa y con el que se sacó una foto en el Predio Tita Mattiussi. La identificación con el club se la heredó a sus hijas, a las que lleva seguido al Cilindro.
“Maxi es una persona humilde como yo, nos entendemos. Yo sé que no me sobra nada y que si no corro, para afuera. No es que te voy a dar tres pases gol por partido o voy a hacer algo diferente, y a él trato de mentalizarlo con lo mismo: ‘Maxi, a nosotros no nos sobra nada, amigo. Tenemos que correr. Vos tenés que ver cuando yo corro por vos y después vos corré por mí. No aflojemos. Y cuando no demos más, pidamos el cambio, no nos quedemos a dar vergüenza’”, había relatado Maravilla -en Líbero- tras la obtención de la Copa Sudamericana, en la que Salas lo asistió para empujar a la red ante Cruzeiro.
Con 11 goles, Martínez se metió en el podio histórico de máximos artilleros de Racing a nivel internacional, superado por Juan Carlos Chango Cárdenas (12, incluidos dos en las finales de la Copa Intercontinental de 1967) y Norberto Toro Raffo (15, entre los que se destaca uno en la definición de la Libertadores de 1967). Y en todo su recorrido con la camiseta celeste y blanca, Adrián acumula 35 gritos en 54 presentaciones oficiales, lo que lo posiciona como el quinto goleador racinguista del siglo XXI, detrás de Lisandro López (79), Diego Milito (58), Gustavo Bou (46) y Gabriel Hauche (43). Sin embargo, en la relación goles-partidos disputados, es el de mayor efectividad (0,64 por cotejo). Además, sus conquistas constituyen buenos augurios: las 35 se distribuyeron en 27 encuentros, de los cuales Racing ganó 26 y perdió apenas uno (4-2 ante Boca, en la Bombonera, en 2024). Son números impactantes para un protagonista cuya historia también lo es, con un elemento extra: no hizo divisiones formativas y se convirtió en futbolista a los 23 años, en el ascenso, cuando su representante se hizo cargo del sueldo con tal de que Defensores Unidos de Zárate le diera una oportunidad.
“Adrián y Maxi son tipos con empatía con el laburante”, definen aquellos que los conocen más allá de lo que hacen adentro del campo de juego, pese a que los protagonistas no hacen alarde de sus acciones y regalos. La historia de un hincha, rescatada por el periodista Matías Pelliccioni en las afueras del Cilindro de Avellaneda, en la previa a un partido de fines de 2024, es elocuente. “Estoy desocupado y no tengo cómo venir a la cancha hace dos años. A la vuelta de mi casa, en Campana, tengo de vecino a Maravilla. Yo no animaba a golpearle, me daba vergüenza, y le dejé una carta en el parabrisas de la camioneta, contándole mi situación y pidiéndole por favor –si no era molestia- si me podía conseguir entradas para ver a Racing. Después de eso, me llegó un mensaje al celular que decía ‘hola, soy Martínez. Capo, leí tu carta. ¿Querés venir hoy?’”, describió, emocionado hasta las lágrimas, el fanático que pudo volver a pisar la tribuna por el gesto del goleador.
Maravilla, el introvertido del dúo, es detallista y recurre a los videos propios y ajenos para aprender y superarse. En vez de quedarse solamente con las mieles de las jugadas que terminan con la pelota en el fondo de la red, les presta atención a las que erró, procedimiento que repite –YouTube mediante- al disfrutar y analizar uno de los artilleros más grandes de la historia: el brasileño Ronaldo. “No me preguntes por los goles que hice, preguntame por el que voy a hacer”, había advertido fuera de cámara, en Asunción, en una entrevista previa a la final de la Sudamericana. Cuando la pelota le queda en el área, todo Racing cree. Evangelizador desde la cancha, Adrián Martínez espera aprovechar con creces cada chance, como aquella que le había pedido a Dios mientras estaba en la cárcel.