River, con más empuje que claridad
Sobre el final, rescató el 2-2 ante Banfield, que fue superior en gran parte del cotejo; los millonarios, a siete puntos de la cima.
Por Emmanuel Dobarro
Para LA NACION
La escena servía de resumen. Faltaban unos minutos para el final. La gente de River, en la cabecera visitante, volvía a un ejercicio que había olvidado. Algunos gritos de guerra pintaban el clima que se respiraba. " A ver si nos entendemos los jugadores y la popular... ", fue uno. " Hay que poner más huevo... ", fue el otro. En el final encontró una bocanada de oxígeno puro, una luz al final del túnel, un desahogo en medio de tantos altibajos futbolísticos. La desazón de Banfield era lógica. Fue claramente superior durante gran parte del partido, estuvo dos veces en ventaja y se quedó casi sin nada por una aparición del paraguayo Adalberto Román cuando todo terminaba. Pero le queda para reprocharse haber permitido que su rival lo arrinconara con pelotazos y lo llevara a un final en el que mandaron la lucha y el empuje.
Sí, lejos del mensaje de que tanto pregona Ángel Cappa, un River áspero y desordenado se la jugó en el final a través del pelotazo. Y por eso, más allá del agónico empate, el conjunto de Núñez tendrá que exponer un serio y rápido replanteo para soñar con volver a escalar a la punta, de la quedó a siete puntos. Vacilaciones tan desconcertantes como las que ofreció ayer en el Sur hacen de los millonarios un conjunto tan vulnerable como poco confiable.
Banfield, que no preservó jugadores para este partido a pesar de la doble competencia que tiene por la Copa Sudamericana, salió a llevarse por delante a River y lo arrinconó contra el arco defendido por Juan Pablo Carrizo, responsable del primer traspié. El arquero se pasó al cortar el centro y perdió la pelota, Sebastián Romero pateó pero Carrizo tapó con el pecho, aunque después no pudo evitar que el volante mande el centro para que Ramírez cabecee al gol. Claro que luego, Carrizo sería fundamental en el desvío del penal ejecutado por Ramírez.
Provisto de apellidos consolidados y con interesantes alternativas que se ensamblan a la perfección con los hombres de experiencia, Banfield rápidamente le advirtió a River que su visita no resultaría a un trámite fácilmente salvable. Con un libreto firme y por momentos vistoso, los dirigidos por Julio César Falcioni se abrazaron a un estilo afianzado, convincente, apoyado en un sostenido despliegue físico para intentar presionar en todos los sectores de la cancha, aunque también expusieron categoría para manejar los avances rápidos y certeros en los pies de Walter Erviti. Y así consiguieron imponerse a este River impreciso y nervioso, demasiado dubitativo en defensa, como nunca se lo había visto en este campeonato. Fundamentalmente, por el sector derecho de la defensa, donde Paulo Ferrari y Jonatan Maidana tuvieron una tarde para el olvido.
El partido fue ganando intensidad y River le envió a los locales un aviso. El equipo dirigido por Cappa le llenó de centros el área al local y en uno de esos envíos Pavone fue derribado dentro del área por Víctor López y Pezzotta cobró como correspondía. Ariel Ortega se encargó de poner el 1-1 al rematar abajo y a la derecha de Enrique Bologna.
Pero los locales volvieron a sorprender al ponerse en ventaja por la vía del juego aéreo, donde los millonarios vienen insinuando cierta fragilidad desde hace algunos partidos. Después de un córner desde la izquierda ejecutado por Erviti, fue Víctor López quien cabeceó y el balón pasó por debajo del cuerpo de Carrizo hacia la red.
River sostuvo la lógica iniciativa y, aunque contó con algunas maniobras profundas de Pavone, le faltó claridad y juego. Sin embargo, con ese escaso bagaje River se encontró con la igualdad a través del cabezazo salvador de Román. Encontró alivio con más fervor que claridad.
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