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Extrovertido y de sonrisa fácil, franco en la charla y sin complejos ante el pedido de posar para las fotos, el encuentro se realiza, a su pedido, en el lugar que mejor le sienta: el estadio Diego Armando Maradona. Desde que ingresa por uno de los portones que dan a la calle Gavilán reparte saludos entre los empleados del club. Después, Rodrigo Gómez se sienta en uno de los bancos de suplentes para dialogar con LA NACION mientras los cancheros hacen su trabajo en el campo de juego. A pesar de contar con un puñado de partidos en la máxima categoría, es uno de los jugadores esenciales del destacado arranque de Argentinos en el campeonato, que se encuentra a tres puntos del líder, Newell's.
El menor de tres hermanos, con más de una década de diferencia con los dos mayores, a los 13 años dejó la vida en Santa Fe y los partidos en el club Las Flores para sumarse al Semillero del Mundo. En un grupo de más de diez chicos fue el único fichado, por decisión de Adrián Domenech, quien era el coordinador de los juveniles.
Los primeros dos años en Buenos Aires vivió en la casa de un familiar y después se instaló en la pensión del club. Si bien fue titular en cada una de las categorías de divisiones inferiores, a excepción de un período en la séptima, reconoce que varias veces sintió ganas de levantar su apuesta: "No es fácil estar a 500 kilómetros de tu familia y de tus amigos, sobre todo cuando sos chico. Nunca te adaptás a extrañar; extrañás siempre, unas veces más y otras menos. Es complicado estar solo, pero ahí se ve la personalidad de cada uno. Vi a muchos chicos volverse a sus pueblos. Yo cada vez que sentía muchas ganas de estar en mi casa pensaba que quería cumplir un sueño, que es el que estoy viviendo hoy".
¿Cómo asimilás el reconocimiento que comenzás a tener?
La verdad que me tomó un poco desprevenido, porque las cosas se me dieron bien muy rápido. Ahora busco afianzarme en Argentinos porque entiendo que es importante no quemar las etapas que son necesarias para un futbolista. Quiero asentarme, jugar y rendir bien acá; después se verá si en el futuro puede darse el paso a un equipo grande de la Argentina o al exterior.
¿En qué lugar de la cancha te sentís más cómodo?
En Santa Fe y en las inferiores de Argentinos siempre jugué libre, de enganche, pero con mucha movilidad. Ahora lo estoy haciendo por los costados y me siento bien, tanto por derecha como por izquierda. Hace un año que juego ahí, porque en la Reserva también era volante externo.
¿Qué técnico fue el que más te marcó en tu formación?
Los dos años antes de llegar a la primera me dirigió Fabián De Sarrasqueta, en quinta y reserva, y fue especial. Domenech y Tocalli también fueron personas importantes en mi carrera. Uno aprende de cada uno de los técnicos, todos dejan alguna enseñanza en inferiores.
¿Era especial para vos estar en un club del que salieron varios jugadores de jerarquía internacional?
En inferiores, Argentinos es un grande, está al nivel de River y Boca, y por eso se esperaban los partidos contra ellos. Nosotros peleábamos todos los campeonatos, sin ser la meta del club, que prioriza formar jugadores más allá de los logros que se puedan conseguir. Y me hice hincha de Argentinos.
¿Es buena la preparación en inferiores?
Se trabaja bien, porque salen muchos jugadores, como se ve en Vélez, Lanús, River, y también acá. En general se llega bien preparado para dar el salto a primera.
La escena tantas veces imaginada, la del debut en primera, se dio en un contexto adverso, con Argentinos asfixiado por el bajo promedio. Acompañado por sus padres, sentados en la platea, Rodrigo Gómez fue titular en su primer partido, la derrota ante Lanús por la duodécima fecha del torneo Final. A esa caída siguieron dos más, frente a San Martín de Juan y Belgrano de Córdoba, para que sean cinco en fila. Entonces, el Bicho se transformó en un polvorín. Ricardo Caruso Lombardi separó del plantel a Aníbal Matellán, Ariel Garcé y Diego Placente, con la desmesurada verba mediática que lo caracteriza, y los chicos del club debieron asumir el mayor protagonismo.
¿Cómo fue debutar en un momento tan incómodo?
No debe de haber nada peor que pelear el descenso. Era difícil, pero con los chicos a los que nos tocó entrar en ese momento nos dijimos que hacía tiempo que nos entrenábamos para jugar en primera y había que aprovecharlo; uno no elige en qué momento debutar. Además, me tocó estar con Santiago Nagüel y Lucas Rodríguez, dos compañeros a los que conozco muy bien porque compartimos todas las inferiores. Pero más allá de eso, para mí lo importante era estar bien metido. Fue una circunstancia complicada, pero con un buen final.
Con menos de diez partidos ya eras el encargado de patear los penales, ¿tiene que ver con tu personalidad?
El cuerpo técnico y mis compañeros me dieron la confianza para hacerlo y eso alcanza. Puede ser que influya mi manera de ser, pero también ya estaba encargado de la ejecución de la pelota parada y cuando se preguntó por los penales yo dije que los quería patear. En inferiores pateaba siempre.
¿Qué exige la máxima categoría del fútbol argentino?
Tener buen pie y mucho recorrido, también marca. Necesitás ser un jugador completo. Es un fútbol difícil y por eso de acá salen futbolistas que están entre los mejores del mundo.
¿Imaginaban este buen arranque en el campeonato?
Un poco hasta nos sorprendió a nosotros mismos. Hay que aprovechar la tranquilidad y la confianza que dan los buenos resultados para enfocarnos en el objetivo de engrosar el promedio. No tenemos jugadores de renombre, pero sí un buen grupo que se sacrifica. Necesitamos sacar al menos 30 puntos, que es lo que nos va a permitir afrontar con menos presión la segunda parte de la temporada.


