Un paso adelante en la gestión, un paso atrás en la conflictividad
En 2016, no se libraron cheques diferidos y los empleados cobran a término, pero la AFA perdió dinero; la política interna explotó
El Comité de Regularización cumplió en nueve meses el mandato que le habían delegado la FIFA y la Conmebol: administró el día a día de la AFA, reformó el estatuto y llamó a elecciones, previstas para el próximo miércoles en el complejo de Ezeiza. Hasta ahí, el boletín de calificaciones podría tener un 10. A eso hay que sumarle que, ahora, los clubes tienen los números precisos y consolidados de sus millonarias deudas con la AFA. Y que los atrasos con los proveedores se bajaron más de la mitad.
Los empleados de la AFA cobran a término. Se pagaron cerca de $15 millones en impuestos atrasados. En 2016, la AFA perdió dinero (su balance será deficitario), pero optimizó todos sus procesos internos y está al día con sus compromisos financieros. No se libró un solo cheque diferido y los clubes ya no frecuentan las cuevas de la City porteña para conseguir efectivo fácil. Se recompuso además la relación política con la Confederación Sudamericana de Fútbol y con la FIFA, en la que próximamente la Argentina podría recuperar su asiento en el Consejo, perdido tras la renuncia de Luis Segura.
Pero Armando Pérez y sus compañeros de Comité tienen una deuda gigante puertas para adentro: no supieron cómo hacer para bajar la conflictividad. Tenían un poder trasplantado por la FIFA y la Conmebol que no era legítimo, por lo que el resto de los dirigentes miraba al Comité con cierto recelo y desconfianza. No ayudó que la Casa Rosada se inmiscuyera todo el tiempo en las decisiones económicas. El punto de quiebre fue la promesa fallida de los $350 millones a pagar en diciembre del año pasado. A partir de ese momento, Pérez y Javier Medín (vicepresidente del comité) perdieron el frente interno.
La gestión del día a día se los devoró. La AFA coqueteó con el default financiero, pese a tener un producto tan codiciado como el fútbol de primera. La desesperación por conseguir recursos frescos hizo que Pérez viajara hasta a Bahréin en busca de billetes. Los dirigentes de los clubes (sobre todo los del ascenso) no le perdonaron jamás ese periplo. Sobre todo porque, al contrario de Grondona y de Segura, Pérez no les prestaba ni una oreja para sus problemas. El empresario estaba empecinado en optimizar los escasos recursos con los que contaba.
En ese ajedrez del día a día, resignó el contacto con sus pares. Invirtió la mayoría de las horas en solucionar problemas económicos y en pedir dinero por adelantado. Muchos de sus pares, acostumbrados a que el presidente de la AFA los recibiera en audiencia una vez por semana, no se lo perdonaron.