Copa Ryder: el curioso método del capitán europeo Luke Donald para atenuar la presión del público estadounidense
El prestigioso certamen de golf bianual se jugará la semana próxima en Bethpage Black, cerca de la ciudad de New York
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Tanta es la obsesión de Estados Unidos y Europa por conquistar la Copa Ryder cada dos años que cualquier recurso es válido para obtener el preciado trofeo dorado. Es un título que queda grabado en el corazón de los golfistas, porque no solo se juega para alimentar una carrera individual, sino también para mantener bien alto el orgullo de pertenecer a un país o a un continente.
Los doce jugadores de cada equipo se desviven por alcanzar los 14 puntos a lo largo de tres jornadas en las que los fans, muchas veces, rompen con los habituales códigos de este deporte. A diferencia del PGA Tour, no hay respeto por todos los protagonistas: se defiende a rajatablas a un solo bando, hoyo por hoyo, partido por partido. Y con el mayor griterío posible.
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— Ryder Cup Europe (@RyderCupEurope) September 16, 2025
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El campo de Bethpage Black, ubicado en Farmingdale, intimida por su dificultad, pero también por el impulsivo e indisciplinado público neoyorquino. Desde detrás de las sogas se escucharán epítetos de todo calibre, potenciados por los litros de cerveza. El team Europa sabe perfectamente que, del viernes 26 al domingo 28 de este mes, sentirá el rigor como visitante de una eufórica masa de espectadores.
Pero para contrarrestar el efecto negativo y que no se vean perjudicados en su concentración y en el juego, el capitán del Viejo Continente, Luke Donald, encontró una solución en la tecnología: les entregó a sus jugadores unas gafas con auriculares cargados con todo tipo de insultos; audios de los más dolorosos y nauseabundos; bajezas que pueden llegar a oír durante sus caminatas por el fairway. Una manera masoquista de prepararse ante un entorno deportivamente hostil.
El inglés repartió los regalos -una suerte de “headseats” de realidad virtual-, durante la cena del equipo europeo celebrada el martes de la semana pasada en Wentworth, adonde asistieron también los caddies y familiares más cercanos de los jugadores. Son aparatos que nada tienen que ver con música relajante o podcasts de mindfulness o inspiración, sino programados para propalar una batería de agresiones verbales. Muchos ya están acostumbrándose los oídos. “Nos dijeron: ‘¿Hasta dónde quieres llegar con el nivel de insultos?’”, explicó McIlroy. “Y yo respondí: ‘Tan lejos como quieras’. Es solo para simular las imágenes, los sonidos y el ruido. Tendremos que lidiar con eso”.
La búsqueda es desensibilizarse lo máximo posible antes de llegar al tee del hoyo 1 de la Bethpage Black, una cancha que ya en su ingreso les advierte a los jugadores amateurs acerca de la “extrema dificultad” del recorrido, solo para niveles altos. La atención de Donald a cada detalle es muy conocida, pero ésta es una jugada sorprendente y tal vez necesaria: Europa no gana en suelo estadounidense por la Ryder Cup desde 2012, aquella victoria con remontada que se conoció como “El Milagro de Medinah”.
