Tiger Woods: una sombra que se agiganta y genera cada vez más dudas
La actualidad del ex N° 1 del golf, víctima de las lesiones y que hasta ahora no logró concretar un regreso en el circuito sobre bases firmes
Erica Stoll se enojó mucho con su novio, Rory McIlroy . Estaban durmiendo y en plena madrugada sonó el celular de él. Era un mensaje de Tiger Woods , que decía: “Estoy levantando pesas. ¿Qué andás haciendo?”. El propio norirlandés contó la anécdota hace unas semanas para pintar cómo vive el ex Nº 1. “Es pensativo, es inteligente. Lee y se instruye sobre todo. No puede dormir y creo que es por el efecto de sobreentrenarse, así que a veces le digo que se calme. Puede llegar a mandarme mensajes a las cuatro de la mañana, como aquella vez”, describió.
Probablemente el mundo no se habría enterado del insomnio de Tiger si McIlroy hubiera tenido su teléfono en vibrador. Pero así es este golfista que marcó un punto de quiebre con su triunfo en el Masters de 1997, y que volvió a caer en un cono de sombras después de su retiro en Dubai, la semana pasada.
Tiger es un fanático del entrenamiento, un gusto heredado de la disciplina militar que le inculcó desde chico su padre, Earl, un ex combatiente de Vietnam que resultó decisivo en su formación como persona y como jugador.
Pero hoy no hay levantamiento de fierros que valga: las cosas no están saliéndole nada bien al hombre que se perfilaba para desbancar a Jack Nicklaus en las conquistas de Grand Slam. Cuando había afinado todo para su regreso a la actividad luego de una ausencia de 17 meses, no logró pasar el corte en Torrey Pines. Y una semana después, su experiencia en el desierto fue aun más frustrante, porque el jueves presentó una tarjeta de 77 golpes y colgó los palos al día siguiente. Abandonó. El argumento fue, una vez más, sus traicioneros dolores en la espalda, en la que fue intervenido quirúrgicamente. “No puede hacer una rotación completa de su swing”, explicó su representante, Mark Steinberg.
Más allá de este nuevo regreso trunco, la idea es seguir en actividad: la semana próxima participará en Los Ángeles (Genesis Open) y la siguiente en Florida (The Honda Classic). Aunque ante tantos antecedentes físicos negativos, nadie puede asegurar que cumpla la agenda. Es una incógnita no sólo para el público, sino también para las cadenas de televisión –con sus expectativas de mejores ratings– y para los patrocinadores, que entienden que Tiger sigue siendo una figura redituable. Y eso que en los últimos cuatro años en el PGA Tour (en 2016 ni siquiera jugó) actuó en 19 torneos en los que falló 6 cortes, con tres abandonos. Una sombra de aquel supercampeón y ganador de 14 majors.
Todos hablan sobre Tiger, y algunos, de manera impiadosa, como en aquel aciago 2009, cuando salieron a la luz sus affaires sexuales. “Veo a Tiger y no puedo dejar de pensar que parece un anciano”, aseguró Brandel Chamblee, ex jugador del PGA Tour y comentarista de Golf Channel, durante la transmisión de la primera vuelta del Phoenix Open. “Parece el jugador de 41 años más viejo de la historia del golf”, remató.
Se tejen muchas especulaciones sobre su actualidad. Están quienes creen que Tiger perdió el deseo de ganar, aquella mirada asesina que intimidaba a los rivales y provocaba que se llevara las mejores recompensas. Y la falta de ambición deportiva implicaría el cóctel fatal para un deportista que construyó una carrera basada en atropellar al resto. Otros sostienen que debería modificar el swing, con el fin de evitar que su cuerpo siga sufriendo achaques y empeore.
Butch Harmon, ex coach de swing de Tiger, entiende que su pupilo ya no será aquél que en una temporada (2000) fue capaz de atrapar tres majors. “Lo que le sucedió en Dubai no es una buena señal. Quizás no vuelva a jugar en el nivel que tenía a principios de la década de 2000. Creo que en este momento lo más importante es que se mantenga sano. Además, hay que considerar que los golfistas jóvenes del PGA Tour juegan cada vez mejor”. Lo dice la persona que lo condujo a conquistar ocho torneos grandes entre 1993 y 2002.
Habría que ver cuánto más puede resistir esa cabeza superados los 40 años, entre las cirugías, los dolores físicos, los tratamientos de rehabilitación, la ansiedad de sus hinchas por su regreso triunfal, la inquietud de los medios y las obligaciones con los auspiciantes. Por lo pronto, en Dubai se lo observó dudar de su rendimiento físico, lo que genera que su juego sea un tembladeral y se derrumbe ante el primer contratiempo. Y no es sólo una cuestión de fuerza; también perdió el toque en el green: necesitó la enormidad de 33 putts para completar esa primera vuelta de 77 (+5). Allá lejos y en el tiempo quedó el Tiger inmune a todo, capaz de reponerse y terminar ganando torneos desde atrás.
Con tantos baches en su carrera en los últimos años, Woods perdió incluso esa atmósfera de campeonato que él tanto amaba, decisiva para sentirse competitivo y aumentar la confianza. “Un profesional necesita jugar torneos de verdad, no todo el tiempo con sus amigos”, admite el californiano.
Hank Haney también trabajó con Tiger y duda de los jugadores que tienen diagnósticos de problemas de espalda, porque “nuevas lesiones estarán al acecho”. El coach se refiere también al deseo de triunfo: “Es difícil mantener el entusiasmo durante mucho tiempo cuando en algún momento lo perdiste”.
El andar lento de Tiger en Dubai dejó patente su duro peregrinaje en el circuito, la evidencia de que todo se le hace demasiado cuesta arriba.
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