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YOKOHAMA.- Las miradas congeladas por el frío invierno japonés se derriten ante el hechizo del talento de Kaká. Imposible ignorar al brasileño en lo relativo a creatividad, imaginación, criterio y velocidad. Su sonrisa de nene rebelde lo convierte en un atrevido capaz de ser la peor pesadilla de cualquier rival. Tiene la rapidez escondida en la mente, juega a un toque, explota su pegada mágica y gambetea hasta su sombra . Desparrama su habilidad con desparpajo y sin temor, con el ánimo y el espíritu de un joven que desea llevarse el mundo por delante con clase y corazón, regando su estampa de crack en cada paso que da.
Sería injusto personificar la victoria de Milan solamente en Kaká, de hecho la figura y el dueño del espectáculo con todas las de la ley. Pero el brasileño encontró sus compinches ideales en Clarence Seedorf, eje creativo del equipo italiano, y Filippo Inzaghi, un goleador inoxidable que tocó dos pelotas y ambas terminaron en gol. Boca los sufrió en su punto máximo, hasta cuando les salía lo que ni siquiera querían intentar.
Pero volvamos a Kaká, autor de un gol y con un rol activo en dos. Asombrosamente, en la segunda parte el brasileño se encontró con muchas más libertades de las que se presumía Boca le iba a dar. Con espacios, Kaká carreteaba por el medio campo y despegaba cruzando los tres cuartos de la cancha. Ya en carrera, les era imposible detenerlo a Jonatan Maidana y Gabriel Paletta; los dos centrales xeneizes fueron los que más sufrieron el desequilibrio del N° 22, a pesar de que acertaron en más de un cruce.
El reconocimiento para Kaká llega en cuotas: ayer recibió el Balón de Oro por ser el jugador más destacado de la final, y hoy, en Zurich, es un secreto a voces que será galardonado por la FIFA como el mejor del mundo. Si la rentabilidad del millonario sueldo que Milan le paga (5,8 millones de euros al año) se midiera en logros, las finanzas del club italiano pueden sonreír aliviadas.
El triunfo de Milan 4-2 sobre Boca, el verdugo de hace cuatro años en este mismo escenario por la Copa Europeo-Sudamericana, contiene una especie de venganza. Aquella vez la historia se resolvió mediante los penales, muy distinto de lo que sucedió ayer, en una jornada en la que Milan brilló por su inspiración. El equipo italiano dejó a las claras las diferencias abismales entre un fútbol millonario y desarrollado con otro pobre y pasional y que está más preocupado por exportar jugadores que por afianzar proyectos.
Tras un primer tiempo equilibrado, Milan se puso en ventaja enseguida y a partir de ese momento Boca se desorientó y cayó en el vacío futbolístico que lo entrampó en el torneo Apertura. La historia pudo haber sido distinta si el árbitro Marco Rodríguez dejaba seguir una acción de Palacio, que se iba solo hacia el arco cuando le cobraron posición adelantada. O tal vez si el disparo de Ibarra que pegó en el palo ingresaba y se transformaba en el 2-2. Pero el destino fue otro.
Hizo aún más dolorosa la herida para Boca saber que su sueño de Rey de Copas también quedó en la nada. La discusión se acabó: Milan es el conquistador del mundo y el máximo coleccionista de títulos. Ya no hay historiadores ni archivos que digan lo contrario.
Revolviendo en el lamento, la cachetada puede ser todavía más fuerte. Este Milan despide una distinguida fragancia brasileña que invita a suponer que la paternidad verdeamarelha se mantiene hasta cuando no juega la selección argentina. Además del fenómeno de Kaká, participan activamente de la vida del campeón el arquero Dida, el legendario Cafú, el solidario Emerson, el interminable Serginho y el simpático Ronaldo, ausente ayer por una lesión. Y eso no es todo: Leonardo, aquel volante zurdo que fue campeón del mundo en 2002, es el manager deportivo del club.
Milan abraza la gloria y Kaká ha sido el intérprete de esta obra maestra de lujo. La audacia del brasileño ha llevado al equipo italiano a lo más alto del podio mundial. Kaká, ese nene rebelde, dio una lección de madurez y Yokohama se rindió a sus pies.
Cada vez que tocó la pelota, hubo peligro en el arco de Boca. Con espacios, jugó e hizo jugar. Marcó un gol y participó de dos. Se asoció con Seedorf, también decisivo.
El gol de Nesta a los cuatro minutos del segundo tiempo desorientó a Boca, que había terminado mejor la primera parte. A partir de allí, el equipo argentino cayó en un vacío.
Kaká contó con la compañía de Seedorf y de Filippo Inzaghi, que tocó dos pelotas y terminaron en gol. El holandés corrió y manejó el circuito de juego con criterio y precisión.




