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La prominente barriga que se asomaba en el final del pasillo en el último tramo del ingreso a la Redacción del quinto piso de Bouchard era inequívoca: llegaba don Luis Morillas. Alto, de paso lento y voz aflautada, nos saludaba con una ironía. Siempre, comprometida con la vida; con el ácido humor del hombre de mil batallas en el atletismo que abrazó con pasión. Ayer, don Luis murió afectado de cáncer en el sanatorio Colegiales, sus restos son velados en Malabia 1662, Sala B, y hoy, a las 11, serán cremados en el cementerio de Chacarita. Tenía 68 años y durante más de 30 colaboró con LA NACION. En realidad, en casi todos los medios del país: Clarín, La Prensa, Télam, entre otros, como referente ineludible del atletismo nacional e internacional.
Desandó caminos como periodista, profesor, dirigente, delegado, juez, consejero y amigo de los atletas. Con su sabiduría a cuestas, cubrió acontecimientos atléticos de todos los niveles. En nuestro país y fuera de nuestras fronteras; para don Luis, una carrera de calle representaba el mismo desafío y responsabilidad que un Sudamericano, Iberoamericano, Panamericano o Mundial. Se preparaba con sus récords, marcas y nombres como si se tratara del primer acontecimiento en su brillante carrera en el deporte madre. Y allá iba, con sus carpetas, aparentemente desordenadas, que contenían la esencia misma del atletismo minuciosamente ordenado con fechas y escenarios; hasta con la temperatura de las pistas y la fuerza del viento.
Justamente su última gran lucha, con la enfermedad persiguiéndolo de cerca, fue darle forma más académica, con el aprendizaje forzado de la computación, a todo el material que acumuló en tantos años de andar en los bordes de las pistas, siempre con su mirada sagaz de algún detalle que advirtiera en el atleta para contarlo con su pluma. Murió don Luis Morillas. Nos quedarán miles de enseñanzas; nos faltarán la charla enriquecedora y la palabra sensata en el momento justo.



