Palestina
En su reciente viaje por Palestina, como enviado especial de La Nación , Jorge Elías fue testigo -al margen de lo estrictamente político- de algo más: el incipiente fútbol de la región con un agregado: la orientación técnica de Ricardo Carugati, un argentino que llegó tan lejos de Buenos Aires casi por casualidad. Es una historia que merece conocerse.
GAZA.- Pensaban que iban a perder por goleada. No les tenían confianza. El fútbol era en Palestina algo tan extraño como una carrera de camellos en La Pampa. Pero, según Ricardo Carugati, el director técnico, se entrenaron durante tres meses y, al final del partido contra Jordania en el nuevo estadio de Jericó, la gente comenzó a identificarse con ellos. Gritaban: "¡Pa-les-ti-na, Pa-les-ti-na!". Habían empatado 0 a 0. Habían ganado, en realidad.
Doble contra sencillo, Carugati, porteño, 41 años, ex jugador de Guaraní de Río Negro, formado por las reservas de Argentinos Juniors y de All Boys, jamás imaginó que iba a ser el primer entrenador del seleccionado de un Estado cuya declaración, prevista inicialmente para el 4 del mes último, adeuda Yasser Arafat con tal de no entrometerse en las recientes elecciones de Israel.
Carugati ganó en 1996 un concurso entre postulantes para el cargo de los cascos blancos, organismo de las Naciones Unidas cuya función consiste en brindar asistencia humanitaria en zonas afectadas por crisis o por desastres.
Hizo su debut en junio de 1997, como miembro de un grupo de argentinos integrado por Raúl Paglilla, preparador físico, y por Mónica Martin, entrenadora de voleibol. No fue nada fácil.
"Lo bueno es que el fútbol de Palestina ya tiene su lugar dentro del mundo árabe -cuenta ahora Carugati a La Nación -. En un campeonato reciente jugado en el Líbano, perdimos 3 a 1 con los locales y empatamos 1 a 1 con Siria y con Jordania. No es poco, tratándose de un equipo en sus comienzos."
Antes de llegar a Gaza, ciudad caótica, pura bocina, en donde el hombre va delante con las manos libres, fumando, y la mujer, el rostro cubierto, va detrás con bultos y chicos, Carugati trabajaba en el Deportivo Merlo.
En Palestina hay 14 equipos en la Primera Liga, 10 en la Liga Nacional y otros tantos en el Primera B.
"El logro de los cascos blancos es que de un proyecto deportivo surgió uno social y de identidad nacional -sonríe, orgulloso-. La gente se siente identificada con el equipo, con el seleccionado, y eso es muy importante".
Carugati es hincha de Racing. Se define a sí mismo como estricto. Pero debe respetar los usos y las costumbres locales. Cinco veces por día, por ejemplo, un canto lejano llama a la oración a los musulmanes. Y los jugadores, aunque el centrodelantero esté pisando el área chica con la pelota dominada, paran el partido y se inclinan de cara a La Meca.
"A Palestina no se la puede sacar del contexto -explica-. Cuando ven que los jugadores son normales, que comen como la gente, que la concentración es un ejemplo, los otros comienzan a respetarnos. No está mal, inclusive, que sea llamado el equipo de Arafat".
Carugati, hoy instructor de la FIFA, aprendió en estos años un poco de árabe, pero, en las charlas técnicas, apela a un intérprete que domina el inglés.
Confiesa que sus jugadores todavía no están a la altura de los argentinos o de los brasileños, ni de los europeos, pero que, de pronto, podrán competir con sus vecinos e, inclusive, disputar las eliminatorias en algún Mundial.
Hoy por hoy, Palestina tiene seleccionado de fútbol antes que Estado. Y todo gracias, o por culpa, de un argentino.
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