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BERLIN.- Durante el Mundial, el diario Bild publicó una fotografía en la que se veía a Fabien Barthez fumando detrás de una ventana. No se estaba ocultando porque el arquero hace de la transgresión un estilo de vida. En la cancha y fuera de ella, el arquero de Francia tiene reacciones y actitudes poco convencionales, tan excéntricas como polémicas. No interpreta un personaje que actúa y provoca; es su personalidad. Así construyó su carrera futbolística y no va cambiar a los 35 años, cuando está a un partido de conseguir su segundo título mundial con Francia.
Barthez es la clase de arquero que desespera a los que exigen previsibilidad y sobriedad. A esa gente se la habrá cortado la respiración cuando ante Portugal rechazó un tiro libre de Cristiano Ronaldo con la heterodoxia que podría haber mostrado una señora: parado, con un torpe movimiento de brazos de abajo hacia arriba, dejó la pelota en la cabeza de Figo, que definió desviado. Portugal no empató de milagro. Esas imprudencias no le cuestan el puesto a Barthez porque, al margen del detalle o lo puntual, transmite la valentía necesaria para las grandes citas. Responde mejor ante la alta exigencia que frente a lo intrascendente. Más allá de sus despistes, recibió tan pocos goles como el más centrado de los guardavallas: dos en seis partidos. Y durante la conquista del título en 1998 sólo fue batido en tres ocasiones. "En el fondo de su ser, Fabien es inconsciente y juguetón. El nunca se hace preguntas ni deja que lo domine la presión", lo describió su ex compañero del seleccionado Didier Deschamps.
Introvertido, con sus compañeros se relaciona lo indispensable. Nadie lo toma por antipático, sino por especial. "Soy como la gente de mi región: hablo poco. Cuando era chico y nos sentábamos a comer, nadie sabía si estaba. Detesto dar entrevistas", expresó una vez este hijo de un ex rugbier internacional, que creció en Lavelanet, una pequeña localidad del sudoeste de Francia. De vuelta del colegio ("nunca fui un buen alumno"), su obsesión era pasarse el resto del día jugando al fútbol. A los siete años, su primer DT le vio condiciones de arquero por su arrojo para tirarse sobre el rival que traía la pelota.
Su tendencia a anticiparse a la jugada, la desarrolló por necesidad: "Hasta que no cumplí los 16 años no pegué el estirón en el crecimiento. Medía 1,50m y los rivales se burlaban de mí. Salía a cortar los centros porque si no estaba muerto ".
Poco comunicativo y esquivo con la prensa, su costado carismático y desenvuelto se reflejó en la relación amorosa que mantuvo con la modela Linda Evangelista. Durante su época en Monaco (1995-2000) también figuró en las revistas del corazón por la amistad que había entablado con la princesa Estafanía.
Por imprevisible, la trayectoria de Barthez tiene los picos y los descensos de un electrocardiograma. Tras ganar la Copa del Mundo en 1998, su paso por Manchester United, que lo contrató en una cifra récord para un arquero, dejó una estela de cuestionamientos. No cubrió el lugar que había dejado el añorado Peter Schmichel. Groseras equivocaciones suyas le costaron a Manchester derrotas ante La Coruña, por la Liga de Campeones, y ante Arsenal, por la Premier League. "El United se hunde por la torpeza de Barthez", tituló The Guardian. "Cómica actuación de Barthez", se escribió en el Daily Mirror. La exposición pública de su vida privada le pasó factura en Inglaterra. La prensa se hizo eco del rumor de que Linda Evangelista lo presionaba para abandonar la industrial y gris Manchester para volver a vivir en la glamorosa Costa Azul francesa. Verdad o no, en 2004 volvió a instalarse en el mundano sur francés, en su siempre querido Olympique de Marsella, al que llegó a defender en la segunda división y cuyo público lo emocionó hasta las lágrimas el día en que lo respaldaron con el cartel "Fabien, no te preocupes, estamos con vos", luego de que cometiera un error que le costó la eliminación en la Liga de Campeones.
Fue el precursor en la utilización del buzo de manga corta. También fue noticia fuera del arco cuando recibió una suspensión de tres meses por un control positivo por marihuana. Pero su carrera estuvo en riesgo de extinguirse cuando en junio de 2005 la Federación Francesa le aplicó una suspensión de seis meses por haber insultado y salivado al árbitro marroquí Habedla el Achiri en un amistoso ante Wydad, en Casablanca. "Lucharé donde soy más fuerte, en el campo de juego", expresó por entonces, cuando muchos creían que su ciclo en el seleccionado estaba cerrado. Pero volvió en noviembre último, como un símbolo más de esta Francia que reivindica el oficio de los veteranos. Ya no está el capitán Laurent Blanc para besarle la calva antes de cada partido, rito que se cumplía escrupulosamente en el Mundial 1998. En cuatro años, Barthez no cambió en casi nada. Sigue confiado, orgulloso, reconocido y criticado. El se mantiene en su universo, soltando una voluta de humo de cigarrillo frente a una ventana.




