Detrás de Adolfo Cambiaso, quiénes son los hombres que cuidan sus "máquinas"
Gustavo Gómez y Martin Aneas son los petiseros y dueños de la confianza de Adolfito; ayer, antes del éxito frente a La Esquina, contaron cómo es el día a día con el crack de La Dolfina
Comparten tantas horas de trabajo, viajes, asados y partidas de truco junto a Adolfo Cambiaso que ya son parte de su familia. El mejor jugador del mundo les ha entregado la tarea no menor de cuidar sus caballos, que son sus máquinas y sus bienes más preciados, y ellos, gracias a un gran sacrificio y al estar en todos los detalles, se han ganado su confianza desde hace muchos años.
Adolfito los respeta y aprecia, consciente del arduo trabajo que hacen en su función de petiseros, de lunes a lunes, comenzando a las 6 de la mañana y terminando, a veces, a las 21. Cuentan Gustavo “Gusti” Gómez (45) y Martín “el Araña” Aneas (41) que en la caballeriza no existen reuniones formales con planillas y caras serias para coordinar las tareas. Cambiaso, mate en mano y mirada atenta hacia los caballos, les señala algún que otro detalle por tener en cuenta, y siguen trabajando. Es un esquema distendido, y si se quiere, intuitivo, pero no por eso menos serio, ya que los resultados están a la vista.
Cuentan, también, que tras haber conocido en la caballeriza la manera de pensar y trabajar de Adolfito, ambos decidieron encararlo y pedirle ser sus cuidadores en el Abierto de Palermo en la temporada 2005. Mal no les fue, porque ganaron tres títulos consecutivos en La Catedral. “Ese año se quedó sin petiseros y nosotros le dijimos que nos probara y nos dijera si veía algo mal. Y, por suerte, luego de eso, nos agarró confianza”, recuerda Gusti, que comenzó a hacer este trabajo a los 14 años en La Espadaña, respondiendo a Martín Garrahan. “Nosotros aprendemos un montón con él, porque nos va dando indicaciones todo el tiempo”, agradece Araña.
Saben, desde hace muchos años, que Cambiaso no sólo es el mejor del mundo por su talento, sino también por autoexigirse y exigir también a su grupo de trabajo. Ellos, por su parte, aprendieron a tratarlo y a comprender sus necesidades y sus estados de ánimo. “Tiene sus cosas, por ahí hoy está bien y mañana se puede levantar mal.... Tiene buena onda con nosotros, a la mañana toma mate con nosotros en la caballeriza, pero ya hace mucho tiempo que estamos con él y somos prácticamente una familia”, cuenta Gusti Gómez, que coincidió un año y luego reemplazó al Zorrino Ricardo Force, hoy petisero de Ellerstina.
“Por ahí, por apuro, te mandás una cagada, como errarle con un freno, que por ahí una yegua lleva un simple y le ponés un doble, y te caga a pedos. No es que se enoja, pero sí te lo marca para tenerlo en cuenta”, señala Araña Aneas. “Tenemos que estar en todos los detalles, que no le falte nada a Adolfito y que se sienta cómodo”, completa Gómez.
Lo visible para el público se reduce siempre a dos personas que le alcanzan los caballos a Cambiaso para que entre en la cancha y convierta goles, pero su tarea es mucho más compleja, incluyendo mucha responsabilidad y una carga horaria que asustaría a más de uno. “El trabajo del petisero es de lunes a lunes. Te levantás a la mañana temprano y a las 6 ya das de comer a los caballos, luego tenés que cepillar, rasquetear, varear, lavar los caballos y volver a darles de comer”, detalla Aneas, que aprendió el oficio en el mundo del pato, con Humberto Montero, en Barrancas del Salado. Y la concentración debe mantenerse y reforzarse durante los días de competencia, según apunta Gómez: “No es que venimos a ensillar y listo. Estamos enchufados en el partido porque tus caballos están jugando y querés que anden bien”.
Saber cómo piensa Cambiaso les permite respetar los momentos y su intimidad cuando sucede la rareza de que pierda La Dolfina, algo que pasó hace tres semanas ante Alegría, por el Abierto de Hurlingham. “No le gusta perder, por eso nosotros nunca vamos a preguntarle qué pasó, sino que él se toma un tiempo y tal vez viene a la caballeriza al otro día con el mate y analiza las razones de la derrota”, relata Gómez.
“Aunque no estés en el podio, te sentís parte de todos sus logros”, valoran ambos, sintiendo no sólo el honor de ser los petiseros de Adolfo Cambiaso, el mejor polista del mundo, sino también el hecho de haberse ganado su confianza, y honrarla cada día, durante largas horas de trabajo.