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BERLIN (De un enviado especial).- En lo que desde este superprofesionalismo puede tomarse como la prehistoria del fútbol, la misma sensación pueden haber vivido en sus tiempos Luis Monti, Enrique Guaita y Raimundo Orsi. Hoy le toca el turno a Mauro Camoranesi sentirse un representante criollo con la camiseta italiana a las puertas de un título mundial. La secuencia fotográfica de este tandilense de 29 años es tan curiosa como pintoresca: jugará un partido que sólo un puñado de argentinos tuvo el privilegio de disputar a lo largo de la historia, y lo hará sin siquiera haber transcurrido un minuto como futbolista de primera división en nuestras canchas.
Y el suyo no será un caso de figuración secundaria; Alemania 2006 lo mostró con participación preponderante en el equipo que dirige Marcello Lippi, pese a que su actuación fue irregular. De estar en el banco de suplentes en los primeros partidos de la camiseta azzurra pasó a la titularidad frente a República Checa, Ucrania y Alemania. Esta última aparición no lo mostró en un buen nivel, pero hoy se anuncia otra vez su presencia en el equipo que afrontará la final ante Francia.
Conocer sus impresiones en primera persona, aquí, fue complicado: su paso por las zonas mixtas fue en silencio, y si hubiese sido por él habría esquivado ese camino impuesto por las normas oficiales.
Sólo el jueves último accedió a entregarle unas pocas palabras a algunas radios de nuestro país: "Es un sueño estar en la final, será una experiencia increíble. Trato de disfrutar cada momento porque sé que es difícil que se repita. Tenemos posibilidades de ganar, porque ninguno de los dos tiene un juego espectacular".
A Lippi le ofrece entrega, rigor en la persecución de los rivales y la posibilidad de trascender en la ofensiva de tanto en tanto. Aquí, hasta ahora, mostró esos atributos con discontinuidad. No brilló en ningún partido; sin embargo, su rigor fue una prueba satisfactoria para el entrenador, que cuenta entre sus valores privilegiados.
Hoy, la prueba le demandará lo mejor de sí, revalidar los argumentos que desde Juventus animaron al técnico a convocar a un extranjero que ni siquiera aprendió la letra del himno. Ya está consustanciado con una camiseta que, cuando era niño en Tandil y veía el triunfo argentino sobre Italia en el Mundial 90, no imaginó ponerse algún día. Comprometido como siempre, la defenderá en el partido de su vida.
BERLIN (De un enviado especial).- Desde su apego a creer en el peso de las cuestiones psicológicas, bien podría Raymond Domenech echar mano de David Trezeguet para armar hoy su batería de recursos humanos frente a Italia. Si los jugadores tienen la costumbre de marcar enemigos puntuales y temerles, perfectamente podrían encontrar uno en este muchacho casi argentino. La última imagen de sufrimiento frente a una camiseta francesa se les encarna en el muchacho de Juventus y su gol de oro en la final de la Eurocopa 2000, en Holanda.Pero, a menos que haya algún golpe de timón sobre la hora, no tendrán que vérselas con ese fantasma. David, una suerte de "porteño nacido en Rouen", hace rato que digiere su papel de refuerzo calificado para la formación en la que confía Domenech.
Con él desde ese lugar relegado, este equipo francés pierde algo de ese marcado toque argentino que Trezeguet le infundió al campeón mundial del 98. Hijo de padres argentinos, criado en nuestro país, donde vivió hasta la adolescencia, y surgido al fútbol en Platense, Trezeguet no perdió las señas particulares que le infundió esa niñez. Su gusto por frecuentar Buenos Aires es irrenunciable, parte de sus amigos están allí y hasta en la cancha mantiene modismos bien identificables: ya se lo ha visto, más de una vez, insultar en español -o en argentino, más bien- cuando algo le sale mal en pleno juego. Que tras la final de Saint Denis haya elegido calzarse un arlequín celeste y blanco no fue casualidad.
Pero en ese entonces gozaba de un peso en el equipo que con el tiempo fue cediendo; aquí, sin ir más lejos, jugó esporádicamente. Que haya perdido un lugar en la delantera titular puede obedecer a la preferencia del técnico por hombres que le están respondiendo, como los volantes Malouda o Ribery. Pero también a un supuesto fastidio del DT por críticas del delantero hacia el funcionamiento del equipo y a hasta cuestiones cuasi supersticiosas, fundadas en el gusto del entrenador por la astrología y vinculadas con el signo zodiacal de Trezeguet.
Por una cosa o por otra, el muchacho de Juventus ahora aparece en el equipo muy de vez en cuando.Aislado de esa sensación un poco ingrata, él espera otra oportunidad con una motivación que a cualquiera le podría servir para superar cualquier mal trago: anotarse en la reducida y selecta lista de quienes ganaron dos títulos mundiales.

