Carlos Salgado y el don de los fundadores
Hay un don en la gente que funda clubes. Carlos Salgado, quien araña los 69 años (los cumplirá el 11 de diciembre), fundó dos en la década de 1980, con la particularidad de haberlo hecho en escenarios del país absolutamente distintos: uno, en el altiplano jujeño, a 4000 metros de altura sobre el nivel del mar; otro, en Suipacha, en el noreste de la provincia de Buenos Aires. Ambos lugares separados por 1800 kilómetros de distancia. Fullback de Liceo Naval entre 1966 y 1975, Salgado, médico cirujano, llevó al rugby allí donde fue a vivir.
En 1980 y a través de su profesión, Salgado llegó a El Aguilar, donde en 1930 se instaló una empresa multinacional para explotar una mina de plomo y zinc. En el lugar ya se había asentado una población de 10 mil habitantes, que vivía del trabajo en la mina. Una noche de 1981, John Lowe, un geólogo escocés que también formaba parte del staff de la Minera Aguilar, fue a cenar a lo de Salgado y vio que en un estante reposaba una pelota de rugby. Ese fue el kick-off para empezar a armar un equipo.
“Fuimos encontrando a extranjeros y a varios mineros que habían jugado al rugby, así que logramos formar un equipo. Me fui hasta la Unión jujeña y presenté un pedido para que nos acepten, pero tuvimos que buscar otro lugar para ser locales, ya que nadie quería venir hasta semejante altura. Nos prestaron una cancha en Humahuaca, y ahí pusimos los postes y empezamos a jugar”, relata Salgado, quien fue, a la vez, capitán y presidente del rugby de Minera Aguilar. Humahuaca, a 3 mil metros de altura, no les quedaba nada cerca. Para jugar, salían de El Aguilar a la madrugada y tardaban ocho horas para recorrer lo que en ese entonces era un camino de ripio y precipicio. Iban todos en un camión al que llamaban “La Chancha”; los jugadores y la esposa de Salgado, Patricia Maguire, quien se encargaba de organizar el tercer tiempo.
“En La Chancha llevábamos también la comida, que nos la daba la minera. Para mí lo más importante en un partido de rugby es el tercer tiempo”, cuenta Salgado. Jorge “Pato” Spinassi, un referente del rugby jujeño y quien tras andar con varios jugadores de esa época en diversos equipos fundaron el SURI, uno de los clubes emblema de la provincia norteña, recuerda especialmente al equipo de Minera Aguilar no sólo por lo bien que jugaba, sino por sus terceros tiempos.
En 1984, Carlos Salgado cambió de rumbos. Dejó la altura jujeña y se fue a vivir a Suipacha, de donde era su mujer. Pero lo que no cambió fue su pasión. Junto a varios rugbiers que vivían en esa ciudad, entre otros el recordado wing de los Pumas del 65, Héctor Goti, empezaron a idear un club. Fueron buscando chicos en todos los colegios, aula por aula, hasta que formaron un par de equipos. Al año siguiente, Salgado viajó para presentar en la UAR, en ese entonces presidida por Carlos Tozzi, una carta pidiendo la incorporación de Suipacha Rugby Club. Poco después, otro sueño se concretaba, nada menos que con el padrinazgo de dos de los clubes fundadores, Belgrano Athletic y Lomas.
Durante un tiempo, Suipacha y Mercedes sumaron voluntades jugando juntos. Suipacha RC hoy es un club formativo, con chicos que juegan hasta los 17 años solamente. Aquellos que empezaron a jugar en el club en 1984 actualmente son sus dirigentes. En cambio, el equipo de Minera Aguilar se disolvió y, peor todavía, la minera cerró el año pasado, aunque están en tratativas para reabrirla.
Carlos Salgado integra la ancha avenida de aquella gente que abre las puertas del rugby allá donde vaya. Y con ese don de fundar clubes.
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