Los Pumas, tras la victoria sobre los All Blacks: el gran desafío es cómo capitalizar el impacto
En un año que empezó teñido de negro, que continuó inmerso en un mar de incertidumbre durante varios meses y vivió paralizado fronteras adentro, terminarlo con una de las victorias más trascendentes en la historia de los Pumas es un aliciente inestimable. Haber conseguido el primer triunfo ante Nueva Zelanda es un hito que excede largamente lo deportivo. Ahora, la misión es capitalizarlo. En beneficio de todo el rugby argentino, al que el seleccionado representa cada vez que sale a la cancha, y como motivación para sí mismo, por supuesto. Los Pumas, así como acostumbran a sacar lo mejor de sí ante las adversidades, tienen la mala fama de rendir por debajo de las expectativas cuando se impregnan de un mínimo de favoritismo.
En enero, el asesinato de Fernando Báez Sosa a mano de un grupo de jóvenes vinculado de alguna manera con el rugby desencadenó un desproporcionado aluvión mediático que desdibujó la imagen de este deporte en la sociedad. Cuando estalló la pandemia se produjo la disolución de Jaguares, que había sido un bastión fundamental para la competitividad del seleccionado; los principales jugadores emigraron y aún se desconoce el futuro de la franquicia. A nivel local, no hubo actividad. La enorme masa de jugadores amateurs se privó de jugar y todavía es incierto el regreso a la actividad. Ganarles a los All Blacks no va a borrar nada de lo anterior, pero puede traccionar favorablemente en varios sentidos.
El éxito del sábado, el primero en 34 partidos ante el mejor seleccionado del mundo, vale por la forma, pero también por el contexto en que se logró. El plantel debió sobreponerse a enormes obstáculos para llegar en condiciones a semejante desafío. Obstáculos que no difieren de los que atravesaron la mayoría de los argentinos, pero sí de las condiciones en las que llegó el rival, que prácticamente no padeció efecto alguno por el coronavirus debido a la buena gestión sanitaria en aquel país. La humildad con que encararon todo el proceso, la constancia que pusieron para entrenarse y para soportar aislamientos en tres países distintos y, en definitiva, la forma en que se entregaron durante los 80 minutos, cristalizado en un resultado positivo, no dejan de ser un reflejo de los valores que exacerba el rugby.
Como el éxito de 1965 ante Junior Springboks, en Ellis Park, que dio nacimiento a los Pumas, como el triunfo ante Irlanda en el Mundial 1999 en Lens para pasar por primera vez a cuartos de final de un Mundial, como el batacazo ante Francia en el partido inaugural del Mundial 2007, por nombrar algunos hitos salientes, el logro del sábado en Sydney tiene un impacto que va más allá de los límites del campo de juego. No sólo el rugby gana en popularidad, sino que también queda identificado con buenos hábitos formativos. Lograr que más chicos se acerquen a los clubes y más gente se interese por el rugby es después de todo el fin último.
Un dicho importado del fútbol reza que de las derrotas se aprende más que de las victorias. A este equipo de los Pumas le cabe a la perfección. El desafío para Mario Ledesma y todo el staff es que los jugadores no se duerman en los laureles. Es algo que ocurre seguido en el deporte: después de ganarle a Nadal es común perder con el Nº 30 del mundo.
Y con los Pumas suele pasar lo mismo. En muchas ocasiones en las que debieron revalidar un triunfo ante un rival presumiblemente inferior, no es que hayan pecado de soberbios pero sí se relajaron. Un ejemplo: en 2014, tras la primera victoria en el Rugby Championship (ante Australia en Mendoza), se fueron de gira por Europa y en el primer partido cayeron 41-31 ante Escocia; catorce días más tarde le ganaron a un equipo mucho más poderoso como Francia.
También puede tomarse como parámetro lo ocurrido el año pasado, aunque allí entran en la consideración otros factores. Lo cierto es que tras llegar a la final del Super Rugby, el mismo plantel viajó al Mundial de Japón con la camiseta de los Pumas y rindió muy por debajo a como lo había hecho con la de Jaguares.
Este camino recién empieza. Se trató tan solo de la primera escala de un certamen que para los Pumas, al margen de todas las dificultades que atravesó, es durísimo. Dos partidos con Nueva Zelanda y dos con Australia en cuatro semanas consecutivas exige un esfuerzo máximo tanto a nivel físico como mental. Normalmente el Rugby Championship se compone de seis partidos distribuidos en ocho semanas, con un fin de semana de descanso cada dos. Al menos no hay viajes alrededor del mundo ni abruptos cambios de huso horario.
El próximo rival es Australia, el equipo local (más allá de que los Pumas ostentarán formalmente esa condición). Una de las potencias mundiales que también viene de ganarles a los All Blacks (24-22 en Brisbane, el sábado 7) y como ellos también tuvo una temporada casi normal. No obstante, en los papeles es inferior a los neozelandeses. Y no faltarán quienes, después de la actuación del sábado, coloquen a los Pumas como favoritos. Los Wallabies atraviesan una transición y tienen muchos jugadores jóvenes, incluso más que los Pumas. Jugadores que los argentinos conocen bien de enfrentar en el Super Rugby. Y derrotarlos repetidamente.
Más allá de cualquier pronóstico, lo cierto es que la victoria del sábado posiciona a los Pumas de otra manera. Ganar el sábado en el MacDonald Jones Stadium de Newcastle (donde Australia tiene récord de 0-1) pondría a los Pumas al frente del Personal Tri-Nations. Luego volverá a jugar con los All Blacks y finalmente otra vez con Australia.
En definitiva, el cimbronazo no debe hacer perder de vista el objetivo final de este proceso, que recién comienza, que es el Mundial de Francia 2023. Para eso falta mucho, pero el momento de capitalizar ese triunfo histórico es ahora.
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