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Elongo, hago movilidad, flexiones, balanceo las piernas, en síntesis: entro en calor, como siempre, pero esta vez, dentro un tren.
El tren va de Frankfurt a Karben. El viaje es corto, 25 minutos, pero el tren llega 8.58, y la carrera se larga 9.10, y acá, en Alemania, lo horarios se respetan. A rajatabla.
Nos lanzamos del tren con Sole, mi novia, apenas se abren las puertas, tenemos -lo recuerdo apenas de memoria el mapa- un kilómetro hasta la largada, preguntamos mientras corremos, nos guían, faltan poco minutos y sólo puedo pensar "jodeme que acabo de llegar y me pierdo mi primer carrera en Europa".

Corro desesperado, aún no largaron, faltan 2 minutos, pregunto en mi ingles poco pulido, nadie sabe de nosotros (a pesar de que habíamos intercambiado mails con la organización), no tengo número de dorsal. ¡Todos hablan alemán, y yo no entiendo nada!
Llega mi novia, se logra comunicar en forma más civilizada, me indica un lugar y salgo corriendo a buscar los dorsales. Volvemos a la largada, me lo prendo, todos nos miran -con una mezcla de comprensión y ternura-, una señora le habla al encargado de la partida, imagino que le dice: "Son los argentinos que iban a venir, pobres, siempre llegan tarde". Lo imagino, sólo lo imagino.
Listo, estoy en primera línea, un pibe me dice "good luck", empieza la cuenta regresiva y largamos.
Ese mismo pibe se pone en punta; yo a la par. Tiene toda la pinta de atleta, va muy cómodo, mientras, al lado, siento las 23 horas que pasaron desde mi casa hasta llegar a mi hotel. Siento la alegría que no haber perdido la carrera. Siento que no tengo muchas chances de ganar. Pero siento que la lucha me puede llevar a quedarme en el podio. Todo eso siento mientras corro por calles desconocidas, con el aliento entusiasta de varios ancianos y organizadores que cruzamos en cada esquina, y con la alegría de -sea donde sea- poder correr.

Fueron dos vueltas de 5 kilómetros, y casi fueron dos carreras distintas. En el primer giro él gobernó las acciones de principio a fin él. En la segunda me acomodé, noté que el cansancio ya pesaba en los dos, y decidí apostar todo en el sexto parcial. No me veía con posibilidades en un sprint final, él tenía un físico típico de corredor de distancias cortas, y mi única posibilidad era definir temprano.
Con un poco de sorpresa logré abrir una pequeña brecha, y no guardé nada para forzar que creciera la separación. Si se quedaba cerca hasta el final seguramente me ganaría; por suerte se fue atrasando. Crucé la meta disfrutando un triunfo, media hora antes, inesperado. El reloj marcó 33m33s y algo más de 10 kilómetros. Mi cara decía que estaba intensamente feliz.
Luego de la carrera conocí a mi contendiente, se llama Marc Tortell. Es categoría Sub20, y con un registro de 8m27s en los 3000 metros tiene la mejor marca alemana del 2015. Habla algo de castellano gracia a su padre español y se entrena todos los días, desde hace una década, con el fuego olímpico como motor.




