Siete partidos, otra vida
RIO DE JANEIRO.- "AryentinaArjentinaArhentinaAryentinien". Argentina. En las puertas del Hotel Radisson, que mira al mar, periodistas de todo el mundo esperan a la selección, que mira al Maracaná.
Es la mañana del sábado 12 de julio y el equipo regresa a la ciudad donde hace poco más de un mes inició el camino, con el sueño y la convicción de volver. Por entonces, una cantidad bastante menor de periodistas también estaba esperando por aquí. Esencialmente, a Messi. Seis partidos después, la prensa mundial espera a un equipo y a más de un nombre, por entonces impensado.
Es que, siete partidos, en un Mundial, te cambian la vida.
Mascherano ya no es el eslabón de la cadena de frustraciones que dejó presas por lo menos a tres generaciones (la del ’94, la del ’98, la del 2002) y amenazaba a la de él, como ya lo había hecho en 2006 y 2010. Es, en cambio, el eslabón perdido en la cadena de triunfos, que terminaron llegando por otro camino.
Romero ya no es el arquero poco confiable que fue a Mónaco sólo fue a vivir como un príncipe, en vez de atajar. Es, en cambio, un gigante un que llena el arco sin dejar resquicios, ni siquiera en los mano a mano de una definición por penales.
Garay y Demichelis ya no son dos grandotes dubitativos, uno atrapado en su historia de fallidos recientes y el otro sin pluma para escribir una historia nueva. Son, en cambio, dos mariscales sólidos, con autoridad.
Rojo ya no es el jugador con el tanque de jerarquía en… rojo, que sólo se pone esa camiseta porque antes se puso la de Estudiantes. Es, en cambio, el que rechazó de rabona contra Bosnia, el que le hizo un caño a Robben y el que convirtió un gol, ¡el del triunfo!, a Nigeria, en un partido que parece haberse jugado hace un año y se jugó ayer nomás.
Biglia ya no es "¿Quién es Biglia". Es, en cambio, el socio silencioso de Mascherano, capaz de pasar el término equilibrio de la tibieza a la calentura con la misma claridad con la que pasa la pelota.
El equipo ya no es lo que era del medio para atrás. Es, en cambio, un equipo. Podría decirse que es más de Mascherano que de Messi, pero no. Sería una injusticia con los primeros pasos que se dieron, cuando fue de Messi y de nadie más. Es de los dos, en todo caso, y del resto. Por eso es un equipo, lo que no era hace poco menos de un mes.
Así son las cosas en un Mundial. Siete partidos te pueden cambiar la vida.
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