Genio eterno: Federer y otra función para agrandar la leyenda

WIMBLEDON.- Los ojos cerrados, el índice en alto, la raqueta hacia un cielo que casi no luce nubes. Roger Federer genera un estruendo en el court central de Wimbledon al remontar una batalla que la tenía perdida frente a Marin Cilic. Provoca escenas de euforia dignas de una final del mundo. Induce a Stefan Edberg, siempre medido y ubicado –de traje y corbata– en el box del suizo, a perder un poco la línea y celebrar crispando el puño. No lo puede creer el gran sueco, exquisito protagonista del circuito de otras épocas. En realidad, nadie puede creer que a un mes de cumplir 35 años Federer siga ganando grandísimos partidos, que continúe empecinándose con regalar actuaciones épicas, como la que dibujó para avanzar a las semifinales, tras superar tres puntos de partido e imponerse por 6-7 (4), 4-6, 6-3, 7-6 (9) y 6-3, en 3h17m. Cuando la maltrecha espalda y los gastados meniscos le minaron la temporada como nunca antes, el ex número 1 volvió a sacar conejos de la galera, a maravillar. Con oficio cuando no tenía precisión; con inteligencia cuando no poseía oxígeno. Y lo hizo en el All England, claro, el escenario que conquistó siete veces.

"Fue una victoria emocional", reconoció Federer, un deportista que ama lo que hace y que sigue compitiendo por la gloria. Claro, ya tiene un lugar asegurado en el Olimpo hace rato. Pero insiste, insiste, insiste. "A veces piensas que la montaña por escalar es enorme, monstruosa y parece lejos. Pero te enfocas y te sientes fuerte. Eso me sucedió. También tuve un poco de suerte. Cuando se llega a una situación así ya no tienes todo el control", explicó el número 3 del mundo. Cilic lo tuvo contra las cuerdas en más de una oportunidad; durante los dos primeros sets y en gran parte del tercero, el balcánico martilló con su poderoso saque. Es más, en el tercer parcial, Federer sacó 3-3 y 0-40; pudo haber sido el final, pero sobrevivió y se energizó con el estallido del público. Desde allí, se vivieron momentos grandiosos, hasta que un saque con pimienta del helvético completó la obra y lo ubicó como el semifinalista de mayor edad de Wimbledon –con 34 años y 336 días– desde Ken Rosewall en 1974.

"Luché, lo intenté, creí y al final lo conseguí", dijo el ganador de 17 Grand Slam, tras la reacción frente al mismo rival que lo había frustrado en las semifinales del US Open 2014. "Sentía que me llovían aces. No muchas veces siento eso si no enfrento a Isner o Karlovic", detalló Federer, sorprendido por esa cualidad de Cilic, que alcanzó los 27 saques directos. El suizo, que se transformó en el jugador con más victorias en los Grand Slam (307) y más remontadas (10) en la Era Open después de ir 0-2 en sets, se enfrentará mañana con el canadiense Milos Raonic, verdugo de Sam Querrey (la otra semifinal la disputarán Andy Murray y Tomas Berdych).

"Estoy sorprendido de mí mismo, estaba muy preocupado al llegar aquí. Pensaba en pasar la primera semana, pero todo cambió", confesó Federer, humilde. Habrá que ver en qué estado físico está para afrontar las semifinales y una hipotética definición. De todos modos, su genialidad perdurará ahí, sobre el césped más valioso. Inmortal.