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Antonio Bullrich encara un desafío en 2010. Tiene una nueva firma de remates, arropado aún en la historia de su familia, pero con una mirada hacia el futuro que lo renueva. "La empresa se llama A Bullrich SA. Bullrich sigue; el lazo familiar con el martillo está y espero que siga por mucho tiempo más. Ahora le agrego un desafío, en una etapa que, creo, va a ser la más linda en mi vida porque me gusta trabajar con alegría", dice el martillero.
La separación de Carlos Ezcurra, su ex socio ahora, obligó a armar otro equipo. "Jamás pensé que iba a tener gente como la que tengo, de elite. Hay optimismo y eso va a paliar las desilusiones. Esto es un negocio y debe ser un placer. Van a estar conmigo Zenón Martínez Althabe y Matías Villamil en la parte comercial; los hermanos Julio y Carlos Bastiani en lo administrativo, y, en el segmento internacional, Patience Wootton y Thomas Inglis."
Los primeros son conocidos. Ligados a los haras Avourneen, Santa Inés y Rodeo Chico. Villamil, con familia de prosapia hípica. "Los vi trabajar; seducir clientes es lo más difícil y ellos son capaces." ¿Y la inglesa y el australiano? "Patience tiene 22 años; estuvo trabajando aquí, quiso volver y lo hizo con un título universitario. Se va a encargar de los servicios de training, cría con establecimientos asociados. Me impresiona cómo se manejan con nuestros clientes del exterior, John Fulton, Arianne de Kwiatowsky, Winstar Farm. Algunos compran y se llevan sus caballos; otros prefieren quedarse."
Bullrich quiere "un sistema" para la Argentina: "Siempre esperábamos el llamado del que quería vender; me daba vergüenza cuando afuera nos preguntaban cuándo hacíamos los remates. El único que aseguraba una fecha era La Quebrada. Hoy se sabe que la Venta Copa Bullrich es en mayo y el cliente reserva esa fecha. Somos miembros de la Sociedad Internacional de Rematadores de Sangre Pura de Carrera (SITA, en inglés) y figuramos en el Cataloguing Standard. Eso nos pone obligaciones en la confección de pedigrees, las ventas de training, las edades..."
Algunas cosas, claro, no van a cambiar. "El Tattersall de San Isidro será nuestra base; es el mejor lugar. El Jockey Club siempre nos facilitó todo", dice Antonio. Su entusiasmo contagia. Tiene espalda para afrontar la renovación. Y un equipo que empuja a la par.



