Otra ilusión de Santiago Lange: "Estar en la Copa América me ayuda en la campaña olímpica"
El campeón de Río 2016 tiene un sueño: volar sobre el agua; mientras se proyecta a Tokio 2020, contó su experiencia en una prueba profesional como asesor del equipo Artemis, en Bermudas
Viajes. Horas eternas a bordo de la embarcación. O en tierra diseñando, pensando cómo optimizar las velas, el casco. Dormir poco. Cómo conseguir ser más veloz y ahora también cómo lograr navegar “más arriba”. Sí, sobre el agua, sin tocarla. Volar sobre el mar. Existen imágenes bellas y también sensaciones inolvidables. Santiago Lange tiene ese sueño. Y para envidia y admiración de quienes aman la náutica, lo está logrando. Para conseguir su meta, no descansa. Apenas poco tiempo después de lograr la medalla de oro en los Juegos de Río de Janeiro junto con Cecilia Carranza, a los 55 años, ya estaba con la mira en Tokio 2020. Y en una embarcación en la que dobla la edad de sus rivales. Pero Lange no se eleva sólo en el olimpismo. También lo hace en el profesionalismo. En la Copa América, por ejemplo. Aseguran que es la competencia internacional de deporte más antigua del mundo. Comenzó en 1851. Como tripulante, participó tres veces de ella. Y ahora lo hizo como asesor del equipo sueco Artemis. Entre el híper profesionalismo y el olimpismo, no se da tregua. Desde las islas de Bermudas, donde se lleva a cabo el certamen, Lange habla con la nación de su presente en la Copa y su futuro con la mira en Tokio 2020.
“Ya había trabajado con Artemis en la Copa pasada en San Francisco. Soy una especie de consultor. El primero que me contactó fue el CEO del equipo, porque conocía a muchos de los diseñadores y a la mayoría del equipo de regatas, y para traer nuevas ideas a la mesa. Así que estuve viniendo todos estos meses. Para mí fue una gran oportunidad porque como estaba concentrado en los Juegos, tener la oportunidad de estar involucrado en la Copa América fue algo muy importante”, afirma, mientras de fondo se escucha un murmullo de comentarios de una jornada post regata.
–¿Cómo definirías la Copa América para el público que no entiende de qué se trata?
–Lo que es apasionante de la Copa América es que no es sólo un evento deportivo. Si bien lo es porque es el trofeo deportivo más antiguo, tiene un montón de tecnología. Y al final es una competencia de management. Tenés a los diseñadores que diseñan tu propio barco, al equipo de regata, a los meteorólogos. Un equipo de Copa América es entre 100 y 200 personas con un objetivo común, que obviamente es deportivo, pero con un gran impacto en la parte de diseño y tecnología. Lo que acabamos de ver ahora es una prueba de eso. Team New Zealand desarrolló un barco más rápido y hoy está dominando esta Copa América. La calidad del barco tiene una tremenda importancia en el resultado del equipo.
–Son barcos más pequeños de lo que eran antes, ¿no?
–Todo eso es muy sofisticado y muy interesante porque el que gana la Copa América decide las reglas para la próxima. Eso es lo que lo hace difícil de llegar al público en general. Es un juego complejo. Oracle ganó la vez pasada en un barco de 72 pies (casi 22 metros). Esta vez hizo un barco más pequeño, sobre todo por el tema de seguridad y por un tema económico. Ahora corrimos en 50 pies (poco más de 15 m). Y si gana Team New Zealand no sabemos qué tipo de barco elegirá. Ahora son catamaranes con alas, en vez de barcos que tienen una vela como la que conoce todo el mundo. Esto tiene un ala más parecida a la de un avión que una vela de tela. Siempre se genera una gran incertidumbre. Después hay una carrera contrarreloj para diseñar los nuevos barcos bajo las nuevas reglas.
–¿Cuánto tiempo tienen para decidir el diseño?
–El que gana decide todo eso. Las reglas, el dónde. Tiene un período entre dos y cinco años para poner una fecha y un lugar. Es complejo, como verás (se ríe).
–Claro, un Mundial de fútbol se juega cada cuatro años, y estas regatas no se sabe cuándo se corren.
–Exactamente, pero eso es lo que la hace apasionante porque después empieza una carrera contrarreloj para diseñar un barco nuevo con una regla nueva, y hay que empezar todo otra vez. Y eso es lo que lo hace muy tecnológico. Y un desafío de management y deportivo, por supuesto.
–¿La espectacularidad que tienen las regatas son proporcionales a lo difícil que son de correrlas?
–Navegar estos barcos es complicadísimo. Y la sincronización. Está todo agarrado de un hilo. Porque calculá que son todos inventos nuevos. El reglamento tiene nada más que tres años. Se desarrollan cosas nuevas y los regatistas y los diseñadores aprenden a navegar estos barcos nada más que en tres años. En realidad, estos barcos se tiraron al agua al principio de este año y llevan navegando 60 días. Los deportistas y los diseñadores aprenden a navegar en ese tiempo. El balance entre la ciencia, la tecnología y la parte deportiva es muy importante. Y es súper sofisticado y súper complejo.
–Todo el trabajo previo contrarreloj parece estar repleto de adrenalina.
–Totalmente. En Artemis somos 150 personas. Se mudan 150 familias que viven acá en Bermudas hace dos años y medio, trabajando sábados, domingos. Nuestro equipo estuvo meses y meses sin saber cuándo te toca un día libre. Por ahí tenés uno cada 15. La base trabaja las 24 horas del día porque cuando el barco no está navegando hay gente de noche modificando cosas o manteniendo el barco toda la noche. Es muy apasionante. Lo que pasa es que es tan complejo que es muy difícil que llegue al público general. Al público sólo le llega lo que ves por televisión, pero detrás de todo eso hay abogados peleándose porque son reglas nuevas. Porque hay alguien que quiere encontrar un hueco para sacar una ventaja. Es todo un mecanismo muy complejo y la punta de la pirámide es el barco que vos ves navegando con los regatistas, que cumplen una función muy importante porque es como en el automovilismo: es sentir el barco y poder dar buena información a los diseñadores para mejorarlo y desarrollarlo.
–Además, en las regatas se toman decisiones en fracciones de segundo y de manera conjunta.
–Esto es muy parecido a los que vamos a correr con Ceci (Carranza) en los próximos Juegos Olímpicos. Ahora, con esta nueva modalidad (corrían en Nacra, que cambió su diseño para Tokio 2020) en la que el barco vuela sobre el agua. Tiene un equilibrio mucho más sutil. Mantener el equilibrio con una fuerza en las velas que cambia cada vez que varía la intensidad del viento y las olas es realmente complejo. Los hace ultrasensibles y muy difíciles de navegar.
–Y en cuanto a la física, impecables, se supone.
–Sí, sí. Calculá que hace ocho meses todavía no podíamos virar en el aire. Hoy las regatas están casi 100% en el aire. Es un desarrollo a último momento y a contrarreloj.
–¿Cuando decís en el aire es porque el barco no toca nunca el agua?
–Ya hubo regatas en las que el casco no toca el agua.
–¿Es más complejo ser regatista de la Copa América o en un Nacra de los Juegos Olímpicos?
–No es uno más complejo que el otro. Es diferente. La Copa América es un evento de ultra sofisticación donde el management, el diseño, la construcción, y todas las especialidades se juntan. Es muy, muy complejo. Y los Juegos Olímpicos es la esencia de nuestro deporte, donde el talento, la sensibilidad de navegar bien el barco prima sobre todas las cosas. Obviamente, que es un deporte tecnológico también, pero a un nivel mucho más simple.
–¿Qué diferencia tiene el nuevo Nacra en cuanto al anterior de los Juegos?
–Exactamente lo mismo que en la Copa América. Antiguamente, era un barco semifoilador. Foilador es básicamente que vuela en el agua. Antes no teníamos alas en los timones, y las orzas (pieza retráctil que está por debajo del barco y que lo ayuda a mantener el equilibrio) tenían un ala muy pequeña. Ahora se transformó en un barco con alas en los timones y alas en las orzas. Entonces, ya vamos a volar un alto porcentaje del tiempo. Antes, volábamos sólo en popa por períodos de 10 o 15 segundos. Ahora posiblemente terminemos volando toda la regata si las condiciones son buenas. Esto lo hace un barco muchísimo más sensible y más rápido.
–¿Físicamente implica una mayor exigencia?
–Sí, por supuesto. Más físico y sobre todo más sensible a todos los movimientos que hagamos.
–Junto con colegas, vos siempre competiste en certámenes como la Copa América, especialmente para tener dinero para después estar en unos Juegos.
–Siempre traté de hacer las dos cosas. No sólo por la parte económica, sino también porque es una manera de crecer deportivamente. Trabajando en estos equipos crecés mucho tecnológica y deportivamente. Sin dudas, tener la posibilidad de estar acá, en la Copa América, me ayuda en mi campaña olímpica. Además, por la edad que tengo, me costaría mucho ser sólo olímpico. Me motiva mucho. Normalmente, los equipos olímpicos navegan 250 o 350 días en el mismo barco y a mí no me darían la cabeza ni el físico para hacer eso. Es una excelente manera de estar vinculado con el nivel más alto del deporte, competir y enfrentar a los mejores de la categoría.
–Y más jóvenes que vos también.
–(Se ríe) Sí, más jóvenes. Por supuesto.
–¿Qué promedio de edad?
–Debe estar alrededor de los 27 años.
–Y para Tokio vas a tener 59.
–(Se ríe). Si llegamos.
Santiago Lange está encarando su octavo ciclo olímpico, luego de la gloria alcanzada en Río 2016. En el Mundial del año próximo buscarán la plaza para la Argentina. Mientras tanto, sueña con volar sobre el agua.
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