En el mercado de campos hay actividad y consultas, pero se concretan pocas operaciones. Así lo entiende Mariano Maurette, responsable del área en Álzaga, Unzué y Cía. El precio de la tierra bajó entre 15 y 30% según zonas respecto de 2018 y eso determinó que los inversores con fondos líquidos vieran oportunidades, aunque las negociaciones para aprovecharlas llevan mucho tiempo, se estiran y no siempre tienen buen final.
La caída de cotizaciones comenzó hace tres años y se acentuó luego de las últimas PASO y de la asunción del presidente Alberto Fernández. Después, la pandemia le dio el golpe de gracia y determinó que un campo muy bueno de Pergamino hoy se cotice a 13.000-14.000 dólares por hectárea versus 16.000-17.000 de 2018. Las buenas tierras para cría de Ayacucho o Rauch hoy se pueden comprar con US$2200-2500 versus 3000-3500 de tres años atrás.
El sinceramiento de valores devolvió la rentabilidad a la inversión en tierras, que se había jibarizado en los tiempos previos. “Hoy la tierra sigue siendo una inversión segura, pero además garantiza cierta rentabilidad al comprador”, diferencia Maurette. En el plano operativo, dice que “en 2021 se está trabajando mejor que en 2020, cuando ni se podía viajar para revisar los campos”.
En la instrumentación de las operaciones, en cambio, hay complicaciones generadas por propietarios que no tomaron nota de los cambios y siguen pidiendo los valores de 2018. También juegan en contra las restricciones para acceder al dólar y al movimiento de capitales. Además, hay interrogantes en las ventas con plazos: algunos compradores prefieren endeudarse en kilos de soja o de novillo en vez de obligarse a entregar dólares futuros para los que prevén un complicado acceso.
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