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Quienes tuvieron el privilegio de conocerlo lo recordarán como una persona afectuosa, circunspecta, de juicio equilibrado y consejero confiable. Carlos Indalecio María Gómez Alzaga, hombre profundamente ligado a la actividad agropecuaria local, fue un gran señor, fiel continuador del estirpe que había heredado de sus mayores, y su muerte, ocurrida recientemente en la ciudad de Buenos Aires, ha provocado un profundo pesar.
Hijo del matrimonio formado por Carlos Indalecio Gómez y María Inés de Alzaga Unzué, había nacido en esta ciudad el 15 de agosto de 1917 y desde pequeño demostró una decidida vocación e interés por todos los temas relacionados con la actividad agropecuaria, siguiendo en esto una larga tradición familiar.
Si bien inició la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, la abandonó al poco tiempo para dedicarse de lleno a trabajar en la administración de establecimientos agropecuarios, tanto propios como familiares, ubicados en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Salta, donde demostró eficiencia y capacidad.
Fundó con familiares la empresa consignataria Alzaga Unzué y Cía. SA, la que presidió durante largos años e integró su directorio hasta sus últimos días.
Tuvo una larga trayectoria en entidades gremiales empresarias vinculadas con el sector así como en distintas empresas. Fue miembro del directorio del Centro de Consignatarios de Productos del País, director y vicepresidente de la Sociedad Rural Argentina, miembro del directorio de la Cámara Argentina de Sociedades Anónimas y consejero de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.
Fue también director del Banco de la Nación Argentina en 1962/63 y se desempeñó como embajador argentino ante el gobierno de la República de Francia de 1971 a 1973.
Pero su pasión fue el campo, en particular su estancia El Mangrullo, ubicada en el partido bonaerense de Nueve de Julio. Pasaba en el campo unos quince días por mes y, salvo en los últimos tres meses, nunca dejó de andar a caballo y personalmente hacer las tropas de hacienda con destino a la venta. Se lo recordará como un productor eficiente, conservador y a la vez progresista, con excelente trato con sus empleados.
Estaba casado con María Josefina Sánchez Elía y lo sobreviven sus hijos Carlos, Indalecio, Ignacio, Jaime y Juan, 23 nietos y 25 bisnietos, quienes guardarán por siempre de él un imborrable recuerdo. Sus restos fueron inhumados en el cementerio de la Recoleta.






