En el Congreso de Aapresid, Nahuel Reussi Calvo y Nicolás Wyngaard, del Conicet, advirtieron que entre un 30 y un 50% del rendimiento potencial de los cultivos extensivos en la región pampeana no se alcanza
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Entre un 30 y un 50% del rendimiento potencial de los cultivos extensivos en la región pampeana no se alcanza. Esa brecha, presente en mayor o menor medida según el ambiente y el manejo, podría reducirse a la mitad mediante una estrategia de nutrición planificada sobre la base de análisis precisos del suelo.
Así lo planteó Nahuel Reussi Calvo, investigador del Conicet, en el Congreso de Aapresid. Junto a su colega Nicolás Wyngaard presentó un diagnóstico actualizado sobre el estado de los nutrientes en los suelos de la región pampeana. A partir de datos concretos y mapas de muestreos recientes, los especialistas detallaron las principales deficiencias que limitan el potencial productivo y propusieron estrategias para mejorar la eficiencia mediante una nutrición más ajustada al ambiente.
“Si hacemos diagnóstico y corregimos ese diagnóstico en base a una nutrición balanceada podríamos llegar a cerrar hasta el 50% de la brecha que tenemos”, explicó Reussi Calvo. Pero advirtió: “Claramente, no todo es nutrición”.
En el caso del maíz, Reussi Calvo demostró que el rendimiento promedio ronda los 7600 kilos por hectárea cuando el potencial es de 11.500 kilos. Es decir una diferencia de unos 4000 kilos. “Para construir ese rendimiento adicional, necesitamos claramente que ingresen más nutrientes a nuestros sistemas. De la forma que ustedes quieran, pero tienen que ingresar más nutrientes: nitrógeno (en este caso, 70 kg), fósforo (22 kg adicionales de P), azufre (13 kg)”, apuntó.
Traducido a rentabilidad, aseguró que una nutrición equilibrada podría generar un resultado adicional de 500 dólares por hectárea. “Si proyectamos esto a una escala regional y consideramos cerrar brechas en solo un tercio del área sembrada de la región pampeana, el impacto económico sería de 1000 millones de dólares. Y eso únicamente hablando de maíz”, comentó.
Señaló que el problema comienza antes porque no hay datos suficientes para tomar decisiones. “Se fertiliza más del 90% del área de maíz, pero solo se muestrea y se sabe el punto de partida en el 30% de esas áreas”, advirtió. Esa falta de diagnóstico, alertó, lleva a que muchas decisiones se tomen “a ciegas” aún cuando el costo de un análisis de suelo representa una fracción mínima en comparación con la inversión en semilla o fertilizante. “Gastamos 150 o 200 dólares en fertilizante o semilla, pero no invertimos cinco dólares por hectárea en análisis”, afirmó.
A esa limitación sumó otro factor. “Pensamos que todos los lotes son iguales y no tenemos datos para tomar decisiones. Y no es un tema de costos”, dijo. Por eso, subrayó la necesidad de ambientar, medir y adaptar las estrategias nutricionales a cada condición.
Para dar un panorama de cómo se encuentra la situación, Wyngaard presentó mapas actualizados sobre la disponibilidad de nutrientes en la región pampeana. En el caso del fósforo, por ejemplo, señaló que en 2024 un 42% de los suelos muestreados presentaban niveles por debajo del umbral crítico. “Eso quiere decir que en un 42% de la superficie el fósforo es causal de la brecha de rendimiento”, explicó. Para el zinc y el boro indicó que la situación es aún más crítica: en ambos casos el 56% de los sitios analizados mostraron deficiencias.
Wyngaard también advirtió que el balance negativo de nutrientes —es decir, lo que se extrae versus lo que se repone— agrava el problema porque se están “sacando nutrientes sin reponerlos”. En el caso del fósforo y el potasio, que son poco móviles, esa reposición es posible. Pero con nutrientes móviles como nitrógeno y azufre, no. “Si no lo toma el cultivo, se pierde”, explicó, y destacó que la mayoría de estos nutrientes está asociada a la materia orgánica del suelo.
Esa materia orgánica, a su vez, viene cayendo. Wyngaard indicó que en suelos vírgenes el promedio era del 4,3% y hoy ronda el 3,1%. “Una caída del 1% representa una pérdida en disponibilidad de nitrógeno que cuesta 96 dólares por hectárea para suministrar con fertilizantes”, estimó. Pero, incluso con fertilización, no es posible recuperar ese stock. “Si quiero aumentar el stock de nitrógeno y azufre tengo que aumentar el contenido de materia orgánica”, resumió.
Por último, Reussi Calvo recordó que no alcanza con manejar bien los nutrientes. “La nutrición es un engranaje del sistema de producción, pero no alcanza por sí sola”, afirmó. “No vamos a solucionar los problemas de rotación de cultivos, densidad de siembra, malezas o manejo del suelo solo con nitrógeno”, agregó.
“La fertilidad de los suelos no es solo química: también es física y biológica”, señaló. Y concluyó: “Necesitamos datos, pero también la capacidad de cambiar el chip. Si no somos capaces de desaprender, va a ser muy difícil cerrar la brecha de rendimiento y de nutrición de los cultivos”.
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