La pandemia global por el nuevo coronavirus modificó radicalmente el orden mundial de prioridades. La salud escaló al puesto número uno. Con la cuarentena de la población, en la que ingresó la Argentina desde ayer, en el puesto número dos están los alimentos. La gente tiene que seguir comiendo. Y para eso alguien tiene que producir.
Recordar lo obvio suele ser un ejercicio necesario en tiempos de crisis. La Argentina tiene un sistema agroalimentario -desde el origen hasta el procesamiento y la distribución- capaz de responder a ese desafío. Hay países que, por ser importadores netos de alimentos, no lo tienen. Es el momento de valorar a quienes forman parte de él.
Resultó curioso que a comienzos de semana, cuando trascendió que el Gobierno analizaba avanzar hacia la cuarentena total, hubo quienes dijeron: "comida no va a faltar, estarán abiertos los supermercados". Los que creen que la leche viene de las heladeras se olvidan que sin el contratista que hoy pica maíz para alimentar a las vacas en los tambos, el café cortado que querrá prepararse dentro de unas semanas será una utopía.
Esa falta de conexión con la realidad afectó a ciertos gobernantes como el jefe comunal de Timbúes, Amaro González, que dispuso la paralización de las actividades comerciales e industriales de su distrito, incluidas las de los puertos cerealeros. Una simple disposición municipal puso en riesgo a la principal fuente de ingreso de divisas de todo el país. Tal repercusión tuvo que uno de los factores por los cuales la soja subió de precio en su cotización en Chicago fue por la prohibición de González. La Argentina, como principal exportador mundial de harina de soja, estaba enviando un mensaje equivocado al mundo.
El decreto 297, publicado ayer en el Boletín Oficial que establece el aislamiento social, preventivo y obligatorio exceptúa a las "industrias de alimentación, su cadena productiva e insumos" y a las "actividades vinculadas con la producción, distribución y comercialización agropecuaria y de pesca". Prohibiciones como las de Timbúes ya no tienen sentido.
En los puertos de gestión privada y en los formados por consorcios se comenzó con la redacción de protocolos de seguridad para evitar riesgos en la salud de profesionales y trabajadores portuarios. Ese es el camino, no el de la prohibición.
La relevancia de la cadena agroindustrial también se advierte en que no solo es proveedora de alimentos. Para elaborar alcohol en gel se necesita etanol, que viene del maíz o la caña de azúcar, y un coproducto del biodiésel, la glicerina. En la crisis de la actividad, las fábricas de bioetanol de Córdoba, Santa Fe y San Luis donaron 150.000 litros de su producción, según informó la Cámara de Bioetanol de Maíz. En la cadena de la carne, la Cámara de Subproductos Ganaderos informó que la demanda de sebo para elaborar jabones se incrementó un 20% en los últimos diez días. En la mejora de la comunicación de la actividad debería recordarse estos datos.
La pandemia también pone en tensión la demanda global de alimentos. A esto se suma la crisis por la baja del petróleo, en más de un 60%, desde que comenzó el año y que afecta al maíz y a la soja como insumos para el etanol y el biodiésel. A partir del jueves el descenso de las cotizaciones comenzó a revertirse con la reanudación de las compras chinas de soja a Estados Unidos en cumplimiento del acuerdo por la fase uno del conflicto comercial entre ambos países.
En carnes, las exportaciones de la Argentina a China cayeron un 30% en febrero pasado respecto de enero. A la renegociación de contratos que los importadores chinos obligaron a realizar a partir de diciembre se sumó la crisis por el coronavirus.
Otra derivación de la pandemia fue la reapertura de los canales de diálogo entre el Gobierno y la Mesa de Enlace, cortados a partir del cese de comercialización. Los ruralistas se pusieron a disposición del Ministerio de Agricultura e insistieron en la necesidad de no trabar a la producción agropecuaria en medio de las medidas de aislamiento contra el virus. Es un puntapié para que el Gobierno tenga una actitud diferente con los sectores productivos para cuando pase la crisis. Los especialistas advierten que, además, se necesitan medidas adicionales para no cortar la cadena de pagos en la actividad.
Hay una emergencia y el sentido de comunidad debe imperar. No está claro qué mundo emergerá una vez que pase la crisis sanitaria, pero la importancia del orden de las prioridades no debería desconocerse.
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