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Desde siempre el humor acompañó la vida del gaucho, en convites, dichos, "relaciones", chistes o sobrenombres. Un humor que quizás servía de contrapeso a la soledad del campo y las durezas de esa vida sobre todo en tiempos lejanos. Los artistas de la ciudad lo reflejaron, y quedaron en la memoria los que lo hicieron de manera cordial.
Como ese paradigma, el Fausto gauchesco de Estanislao del Campo, con su diálogo entre el Pollo y don Laguna, y sus "cargadas" amistosas, tan propias del hombre de campo. Un modo gracioso que se continuó en obras literarias y teatrales como "Pago chico" de Roberto J. Payró, y otros.
Y llegaron las historietas y la radio. Con las primeras, el genial Dante Quinterno creó la más famosa de la Argentina durante años: el invencible indio estanciero Patoruzú, de cuya ingenuidad se aprovechaba siempre su padrino Isidoro. Rodeados de otros personajes graciosos como Upa, el coronel Cañones, la Chacha o el peón Ñancul. Patoruzú llegó a vender cientos de miles de ejemplares semanales y el personaje principal a convertirse en un emblema nacional. Tuvo su reflejo en la entrañable Patoruzito semanal en colores, donde los dos mismos personajes principales eran niños y los demás se mantenían adultos.
En la radio sonaban chacareras con letras jocosas, y vibraban radionovelas gauchescas que también recorrían los pueblos, y las desdichas que sufrían los protagonistas se contrastaban siempre con algún personaje inocentón que solía tener nombres como Gorosito, Toribio o Agapito.
Después apareció Florencio Molina Campos, cuyas láminas incomparables colgaban y aún cuelgan en las paredes de tantas casas del campo argentino. En estilo algo semejante deben recordarse las tallas de Juan de Dios Mena.
En la literatura no se puede olvidar a Velmiro Ayala Gauna y su personaje Don Frutos Gómez el comisario, relatos policiales de fino humor que también tuvieron una buena película con Ubaldo Martínez en el papel del correntino don Frutos.
Y cómo no mencionar dos cosas que ya son patrimonio nacional: los inefables cuentos humorísticos radiales de Luis Landriscina y el caricaturesco gaucho de historieta Inodoro Pereyra, el Renegau, con su mujer Eulogia y su perro hablador Mendieta, del excelente Roberto Fontanarrosa.
Podría decirse todo esto con el fondo musical de los Hermanos Ábalos.
Un humor criollo que los artistas han preservado y que suele surgir en cualquier momento. El cura Brochero era chistoso y dicharachero, y a veces "chuceaba" a sus feligreses. Una vez iba en su mula, encontró a un paisano y tuvo el siguiente diálogo:
-Dígame amigo, ¿hay muchos sonsos por acá?, preguntó el cura Brochero
- Pues sí, señor cura.
- ¿Y qué hacen con los sonsos?
-Los mandamos a Córdoba pa' hacerlos curas, contestó el hombre.
-Me jorobó el paisano, comentaba Brochero.
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