Una muestra que se desarrolla en un hotel céntrico exhibe la rica historia de la clásica infusión
Desde el principio, el mate criollo, con sus compañeros inseparables -la bombilla, la pava y la yerba- fue omnipresente en la vida argentina:en los ranchos más humildes y en los palacios más distinguidos, en las tiendas de campaña y en las urbanas oficinas. Nuestro brebaje nacional y sus complementos tienen una historia que se desarrolló a lo largo de tres siglos y que nosotros podemos apreciar en sus detalles gracias a la exposición "El mate criollo", que el hotel Inter-Continental presenta en su hall central -Moreno 809- durante marzo, abril y mayo.
Al recorrer la exposición, la imagen del mate, la bombilla y la pava que usaban nuestros antepasados deja de estar sujeta a la imaginación. Están allí, en las vitrinas, visibles y palpables, como en aquellos tiempos. A medida que observamos, brilla ante nuestros ojos toda la gama de formas, materiales y artesanías que conforman el mundo del mate criollo.
Nos enteramos de que Mati, en quechua, significa vaso o recipiente para beber. Fueron los misioneros jesuitas los que en el siglo XVII empezaron a sentir curiosidad por el gusto que encontraban los indios guaraníes a una extraña infusión que sorbían con insistencia.
Pensaron al principio que era cosa del diablo. Pero la probaron, descubrieron sus virtudes y la adoptaron. Por entonces la infusión se preparaba en una calabaza hueca que se usaba para contener cualquier tipo de líquido. A ella se incorporaba una pequeña caña de tacuara para sorberlo. Posteriormente, los jesuitas agregaron al extremo inferior de la bombilla una fina malla de fibras vegetales para filtrar la infusión.
El recipiente de nuestra bebida tradicional presentaba muchas variantes. Estaba el "galleta" (calabaza aplastada con la boca en uno de sus costados), el "poro" (en forma de pera, con la boca en su polo más angosto) y el "galleta con manija", con un asa en forma de pico.
"Con el tiempo -informó la diseñadora de la muestra, Solange Debuchy- los mates de calabacita empezaron a ornamentarse y a enriquecerse estéticamente con finos e intrincados trabajos de plata, e incluso, con partes de oro."
Agregó que los trabajos que se realizaban sobre la plata americana eran con diseños lisos durante la colonia y más repujado y cincelado a medida que avanzaba el siglo XIX.
En la muestra lucen de manera especial los mates de plata, que deslumbran con la profusión de volutas y arabescos y que revelan un alto desarrollo de técnicas artesanales.
La contemplación de las sucesivas vitrinas nos muestra que la afición al mate no era patrimonio de un único sector social. Todos, sin excepción, mateaban.
Entre las diversas curiosidades que presenta la exposición hay que incluir la de los mates que pertenecieron a los presidentes Marcelo Torcuato de Alvear o Hipólito Yrigoyen. También pueden observarse pinturas de enorme valor testimonial en lo que a nuestra infusión nacional respecta.
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