Se cumplió un siglo de vida del Criadero Klein y los festejos no faltaron en Alberti, provincia de Buenos Aires, donde está la firma. "Son 100 años de historia en la que se entremezclan empresa y familia. Poder darnos vuelta y ver que se ha logrado una empresa familiar y argentina nos llena de orgullo y felicidad", dijo Gustavo Klein, nieto de "Don Enrique", el fundador.
Para el empresario, la clave de su permanencia en el tiempo, a pesar de la aparición de competidores multinacionales, fue el trabajo, el espíritu emprendedor y la cuota de coraje que su abuelo les legó. "Son 47 años que estoy en la compañía, he visto llegar e irse a muchas multinacionales y nosotros continuamos, con inversiones permanentes y silenciosas", explicó.
En cuanto al futuro, el empresario lo ve con esperanza y opina, en relación con el próximo Gobierno, que el costo sería alto si hubiera un incremento de las retenciones. "Sería un grave error, no hay margen para hacerlo. Entiendo que la situación es complicada y que por ahí al sector agropecuario le toque hacer algún aporte adicional, pero la historia nunca se repite", afirmó.
Además, destacó que "el Gobierno que viene debe entender que no es industria o campo, sino industria y campo, que se debe trabajar juntos para generar trabajo".
La falta de actualización de la ley de semillas es una cuestión que al criadero le preocupa. Klein percibe que no existe voluntad de avanzar. "Hay que decir la verdad, no es solamente la dirigencia política la que se tiene que ocupar, parte de los productores no están convencidos de hacerlo. Soy pesimista, ojalá me equivoque", indicó.
Entre otras cosas, el presidente del semillero recordó cómo el criadero debió sobrellevar los vaivenes de la política argentina a lo largo del tiempo. "En 2008, la crisis con el campo afectó a la empresa. Sin embargo, se redobló la apuesta con más investigación. Ahora estamos cosechando los esfuerzos de ese momento", indicó.
Respecto de la proyección internacional, el criadero tiene puesta la mirada en Paraguay, Uruguay, Brasil y los Estados Unidos. "Hoy el material genético del criadero está dando vueltas el mundo", señaló.
UN SIGLO DE HISTORIA DE KLEIN
Terminaba la primera guerra mundial en Europa y cerca de París una Alemania vencida firmaba el tratado de Versalles con los aliados. En tanto en la Argentina, un joven germano, Enrique Klein, creaba el primer semillero privado del país.
Oriundo de Colonia, los veranos de Klein eran en el campo de sus parientes agricultores. Concluidos sus estudios como ingeniero agrónomo, un profesor de nombre Alberto Boerger lo llamó para colaborar con un proyecto agrotécnico en Sudamérica: Uruguay. Allí, en una colonia suiza, conoció a Amalia María Reisch Schölderle, con quien se casó.
En 1917 cruzó el charco y llegó a la Argentina para investigar en la maltería Quilmes acerca del cultivo de cebada cervecera. Por su trabajo recorrió el país, observó las enormes extensiones de tierras cultivables y decidió quedarse.
A mediados de 1919, después de haber experimentado en otras zonas trigueras, se radicó en Alfonso. Arrendó un campo chico y fundó el primer criadero con el nombre de "Criadero Argentino de Plantas Agrícolas".
Con un préstamo de dinero de un alemán que había conocido en uno de sus viajes en barco a Europa, compró en un remate judicial un campo de 205 hectáreas en Plá, partido de Alberti.
Acomodó el rancho con piso de tierra y se instaló junto a su mujer. Detrás de su vivienda construyó un pequeño galpón de chapa donde realizaba sus experimentos en busca de nuevas variedades de trigo, girasol, maíz, lino y hasta avena.
Con una familia de diez hijos, Klein sabía que cada ensayo costaba mucho dinero y tener resultados inmediatos le hacían difícil el progreso de su emprendimiento. Al tiempo las cosas empezaron a mejorar y pudo construir su casa de material en el campo.
Hoy, con 9000 hectáreas propias y otras tantas que alquilan, el criadero continúa en manos de la familia Kein, con hijos, nietos y bisnietos de "Don Enrique". La cuarta generación continúa su legado.
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