Después de 20 años de negociaciones, en julio pasado, el Mercosur logró concretar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Pese a que el impacto se verá a mediano plazo, la cadena agroindustrial argentina lo vive como una fiesta. Para el país significa llevar de 13 a 40 el número de naciones con acuerdos comerciales, casi el 31% del PBI mundial.
Aunque la puesta en vigencia se hará recién en 2022 -cuando lo hayan aprobado los parlamentos de todos los países -, en diciembre de este año, en Brasilia, le tocará al Consejo del Mercado Común (CMC) del Mercosur darle su aprobación final. Pero considerando la actual coyuntura, todo puede ocurrir hasta entonces. A las expresiones "no hay nada que festejar" y "no quedan claros los beneficios, pero sí los perjuicios" del candidato a presidente Alberto Fernández refiriéndose al acuerdo, se suman los cruces que tuvo con el presidente brasileño Jair Bolsonaro -quien amenazó con retirarse del Mercosur si una nueva gestión en Argentina decide cerrar la economía- y la amenaza de Francia de frenar el acuerdo si Brasil no resuelve los incendios en el Amazonas.
Para el sector exportador el tema es clave. "No queremos restricciones a las exportaciones agroindustriales, necesitamos una iniciativa del gobierno argentino para acceder a otros mercados por medio del Mercosur y que se adopte una política tributaria acorde con el valor agregado, para así poder exportar más", sostiene el presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), Gustavo Idígoras.
Sobre el acuerdo Mercosur-UE, Idígoras explica que los efectos positivos se verán reflejados en una década y la reducción o eliminación de los derechos de importación se hará de forma gradual, en procesos que van de 4 a 10 años. "Eso nos dará tiempo para adaptarnos a las demandas de sustentabilidad ambiental que exige Europa", indica.
Para la cadena sojera, el acuerdo contempla aranceles cero para la harina de soja, que es el principal producto de exportación argentino a Europa, y elimina los derechos de exportación para el complejo aceitero, particularmente de soja y girasol, en un proceso que va de 4 a 7 años. "El mayor interés de Argentina pasa por exportar aceites refinados, que tienen mayor valor agregado y FOB de exportación", dice el titular de Ciara-CEC al referirse a la oportunidad de crecimiento que representa Europa como gran demandante de aceites.
Otro punto trascendental del acuerdo es el referido al biodiésel. Para este rubro el acuerdo implica una reducción gradual del derecho de exportación y una ratificación de la cuota de 1,2 millones de toneladas de exportación hacia la Unión Europea.
La sustentabilidad es un tema clave en el acuerdo. Por un lado, los índices máximos de residuos de agroquímicos podrán negociarse de manera directa. "Esto es muy importante porque Europa se encuentra en un proceso de eliminación de moléculas y de agroquímicos, y por lo tanto de baja de índice máximos de residuos permitidos. Por eso se estableció una mesa de trabajo con Europa para abordar este tema de manera permanente", señala Idígoras y explica que si la Argentina quiere seguir usando un agroquímico determinado va a poder presentar y defender su postura en Europa durante un proceso corto, de 120 días. "Lo valioso es que se abre la posibilidad de dialogar y negociar alternativas", señala.
Uno de los temas que se debatirán apenas entre en vigor el acuerdo será el de la importación de glifosato, 2,4D, glufosinato y todos los demás herbicidas que se usan en la Argentina y en el resto del Mercosur. "Al glifosato, Europa le dio cinco años más de vida y ya estamos transitando el primero de esos cinco", recuerda Idígoras refiriéndose a la medida tomada por la UE en 2017.
La certificación de las Buenas Prácticas Agrícolas es otro eje clave del acuerdo. "La Unión Europea pide que se acredite que la harina de soja provenga de establecimientos donde efectivamente se hayan aplicado las buenas prácticas", indica.
Gustavo Idígoras resume el panorama internacional del comercio de soja destacando tres aspectos: mercados altamente volátiles; sobre stock mundial de soja porque a Estados Unidos le está sobrando mercadería; y mercado muy proteccionista del negocio de la industrialización de soja, "donde todo el mundo nos quiere comprar materia prima sin procesar para procesarla afuera", dice.
"El stock que le queda a Estados Unidos está siendo subsidiado para transformarlo en harina y aceite, y nos está desplazando de Vietnam, del sudeste asiático y Europa, porque en este momento están vendiendo por debajo del precio internacional", sostiene Idígoras. "Frente a ese escenario –acota el titular de Ciara-CEC- tenemos que ser muy activos en las negociaciones internacionales para abrir mercados, sobre todo con China. Y también tener una política tributaria en la Argentina a favor del valor agregado".