
Para la doctora Carmen Antolin Tomás, de la Universidad de Valencia, la lucha contra la degradación de los suelos va más allá del círculo científico y ambiental, involucra también a los gobiernos y es un dilema complejo
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"Desertificación no es sinónimo de desierto. En un principio, efectivamente se hablaba de desertización como el avance del desierto por causas naturales y de desertificación como la inducción hacia el desierto por actividades humanas. Hoy, ese concepto ya no es válido. En junio de 1994, la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CCD), se reunió en París y 50 países aceptaron la siguiente definición: ´la desertificación es la degradación de tierras en áreas áridas, semiáridas y seco-subhúmedas, como resultado de diversos factores que incluyen las variaciones climáticas y las actividades humanas. Hoy en día, ya son 180 los países que firmaron la declaración de París."
La doctora Carmen Antolín Tomás, española, profesora titular de Edafología de la Universidad de Valencia y vicedirectora del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE), con sede en Valencia, contestó de esta manera al pedírsele una definición de desertificación y ser consultada sobre si éste problema es sinónimo de desierto.
La especialista vino al país para disertar en la sede de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria. El título de su charla fue "Desertificación: un problema global".
Involucra a todos
Antolín Tomás enfatiza en que es un problema global, "porque no es del ámbito científico solamente, no es del circuito ambiental solamente, sino que es una problemática que implica a los gobiernos, a las naciones, es un problema socioeconómico, cultural y ambiental y es un grave problema muy complejo, mal conocido e imperfectamente evaluado".
En opinión de la especialista, la desertificación es un proceso complejo de degradación simultánea del suelo, los recursos hídricos y la vegetación, que afecta tanto a sistemas naturales, seminaturales y agrícolas como a cualquier otro sector de la actividad humana. De forma global, esa degradación afecta negativamente sobre la capacidad de recuperación del suelo, su calidad y la integridad de los ecosistemas. Todo ello conduce a una pérdida significativa de capital ecológico y social.
"El problema de la desertificación es tan extenso como complicado, y será difícil detener el paso de la degradación de las tierras", agregó Antolín Tomás. Según la secretaría de la CCD, alrededor de 36 millones de kilómetros cuadrados de tierra seca que se utilizan en todo el mundo para la agricultura sufren una reducción de la productividad biológica. El área es, más o menos, el doble del tamaño de Rusia.
Para la experta, aunque la variabilidad natural del clima contribuye a la desertificación, las actividades humanas tienen gran parte de responsabilidad. Las prácticas agrícolas deficientes (excesiva roturación, monocultivo, prácticas intensivas de regadío), la presión excesiva de ganado en un territorio y la deforestación, son responsables del problema. Los cambios de uso del suelo, sin tener en cuenta las condiciones de frágil equilibrio en los ecosistemas de las zonas áridas, semiáridas e incluso subhúmedas secas, son la causa principal de este proceso.
"La desertificación, sin embargo, tiene muchas otras causas: geográficas, socioeconómicas y demográficas. Esta explotación excesiva de las tierras y los recursos hídricos, muy limitados, a menudo se ve impulsada por un sinnúmero de problemas socioeconómicos, en particular la pobreza y la falta de educación. Los conflictos políticos ocasionados por la escasez de recursos pueden empeorar aún más el problema a medida que las poblaciones privadas de ellos se vean forzadas a emigrar", agregó Antolín Tomás.
Para ella, por lo tanto, la desertificación no es un problema meteorológico aislado, sino una crisis climática y socioeconómica a la vez, que desencadena nuevos mecanismos de degradación ambiental que dificulta e incluso impide la conservación de los recursos naturales imprescindibles para el desarrollo sostenible. Las causas hay que buscarlas en la acción sinérgica de un conjunto de procesos climáticos y humanos multiescalados en el tiempo y en el espacio.
Agregó que en las condiciones de extrema fragilidad que caracteriza a ciertas áreas, el sobrepastoreo y la deforestación destruyen el estrato de vegetación protectora que las cubre, haciendo posible que la erosión hídrica y eólica decapiten los fértiles horizontes superiores del suelo. Las prácticas agrícolas no sostenibles eliminan los nutrientes del suelo, salinizándolo, desecándolo, compactándolo o sellando su superficie y/o provocando la acumulación de sustancias tóxicas. Así, los principales procesos que definen la desertificación son la erosión hídrica y eólica, la salinización, la contaminación y el sellado del suelo.
Esfuerzo internacional
Por último, Antolín Tomás sostuvo que la lucha contra la desertificación necesita un gran esfuerzo internacional que propicie la implementación de Planes Nacionales de Lucha contra la Desertificación, con propuestas de actividades que formen parte de un aprovechamiento integrado de la tierra de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas para el desarrollo sostenible.
Estas actividades tienen por objeto: 1) La reparación o reducción de la degradación de las tierras; 2) La rehabilitación de las áreas parcialmente degradadas y, 3) La recuperación de las zonas desertificadas.
En la Argentina también hay serias dificultades
En opinión del ingeniero Roberto R. Casas, director del Instituto de Suelos del INTA Castelar, que acompañó a la doctora Antolín Tomás durante su visita al país, las regiones áridas y semiáridas del país cubren el 75 por ciento del territorio con ecosistemas frágiles proclives a la desertificación. Estas regiones, que abarcan el noroeste, centro-oeste y sur de nuestro territorio, están en un 10 por ciento de su superficie afectadas por un grado de desertificación muy grave y en un 60 por ciento por un grado de moderado a grave.
Citó como ejemplo, que los procesos de erosión del suelo y las alteraciones del tapiz herbáceo y del ciclo del agua en la Patagonia, forman parte de un proceso más amplio de desertificación progresiva. El pastoreo extensivo de lanares ha sido la fuerza principal de- sencadenante del proceso de desertificación producido durante el siglo pasado, asociado a las condiciones climáticas restrictivas de la región. Otras actividades del hombre, tales como la petrolera y la minería también contribuyeron negativamente a incrementar los procesos de erosión y contaminación en la región.
Para Casas, también es muy importante la degradación de los recursos naturales de la región centro-oeste del país que afecta a las provincias de La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis y el oeste de La Pampa.
En su opinión, el desmonte de los bosques secos, el sobrepastoreo extensivo de bovinos, ovinos y caprinos y el uso del fuego sobre las formaciones del monte y el espinal provocaron la destrucción de la cubierta vegetal e incrementaron los procesos de erosión y desertificación.
"Actualmente se observa con preocupación un recrudecimiento de los procesos de erosión eólica en el sudeste de la provincia de Córdoba debido principalmente a la monocultura del maní, agravado por la sequía prolongada que afectó a muchas zonas del país", agregó Casas. Por otra parte, en opinión del especialista, la expansión de la frontera agropecuaria a zonas marginales de fragilidad ecológica ha producido la degradación de los recursos naturales, con pérdidas cuantiosas de biodiversidad. Esto está ocurriendo en la región chaqueña occidental que abarca parte de las provincias de Córdoba, Santiago del Estero, Chaco, Tucumán y Salta.
"El desmonte de grandes superficies y la utilización inadecuada de la tierra mediante sistemas de producción introducidos desde regiones más húmedas conforman una situación de alto riesgo de erosión hídrica y eólica, así como una amenaza de extinción para una gran cantidad de especies silvestres. Queda claro que la región constituye un sistema ecológico frágil en el que existen riesgos ciertos de desertificación", agregó.
Manejo integrado
Según Casas, el manejo integrado de los recursos naturales aparece hoy como el sistema más apropiado y seguro para la empresa agropecuaria tanto desde el punto de vista productivo como del impacto sobre los ecosistemas de la región. La utilización integrada permitirá compatibilizar el uso forestal y forrajero del bosque con las áreas desmontadas para implantación de pasturas o cultivos, sin producir alteraciones importantes en el ambiente. Esto cobra particular importancia en función de que en los últimos años se observa una disminución paulatina de las lluvias, como parte de los ciclos alternativos de variabilidad climática.
Para Casas, un comentario especial merecen los suelos dedicados a agricultura, principalmente los ubicados en zonas semiáridas y subhúmedas del país, que han sido afectados recientemente por una sequía prolongada. En estos casos, se pudo observar claramente que la situación impactó fuertemente sobre aquellos suelos destinados al monocultivo, con muy escasos niveles de cobertura superficial y contenidos de materia orgánica.
"La problemática de la desertificación es muy compleja y requiere de políticas adecuadas. Las escasas alternativas productivas, el ausentismo, los problemas de comercialización y el aislamiento, entre otros, generan pobreza y migración, factores que a su vez incrementan la desertificación", finalizó Casas.
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