Según los datos oficiales del Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales de la República Popular de China (MOA) que llegan hasta el 2017, China comenzó a importar maíz con cierto volumen a partir del 2010, superando el millón de toneladas.
Los datos, lamentablemente, para poder completarlos y llegar hasta la actualidad, hay que tomarlos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) y según su informe reciente del 12 de mayo, hablan de un nivel de 26 millones de toneladas de importaciones para esta campaña y un volumen similar para la 2021/22.
Sin embargo, para los analistas privados esa cifra podría ser aún mayor: entre 28 y 30 millones, aunque muchos contratos de la cosecha vieja americana se han roleado hacia la nueva y puede ser que no se terminen embarcando en este año calendario.
Si observamos el cuadro siguiente, podemos deducir algunas cosas. En primer lugar, que el área sembrada de maíz en China no puede extenderse mucho más de los 45 millones de hectáreas por razones geográficas, climáticas o sin afectar otros cultivos también necesarios.
Por otro lado, los rindes por hectárea, si bien están creciendo un poco por ciertos cambios en la explotación de las tierras, tampoco pueden ir mucho más allá de los 6500 kilos por hectárea, a menos que el gobierno chino opte por autorizar eventos genéticamente modificados y que les permita dar un salto, por ejemplo, a los 8000 kilos por hectárea.
De todas maneras, estaríamos frente a una posibilidad de producción máxima de entre 300 y 360 millones de toneladas con un consumo que se ha disparado en la última década casi un 50% hasta cerca de 300 millones de toneladas y que, con las tasas de crecimiento económico chino, aseguran un ritmo de aumento constante por mayor demanda de proteínas.
Por último, vale la pena detenerse en los datos que nos da el USDA sobre los stocks finales de maíz en China (200 millones de toneladas) y su relación con el consumo que estaría en una ratio del 69%. Pero nadie cree en el mercado en estos números del USDA.
Primero, porque China siempre los ha considerado de estricta seguridad nacional y no los da a conocer oficialmente. Segundo, porque a lo largo de los años ha realizado varios ajustes y de gran envergadura. Tercero, porque no tiene lógica que exista un stock de seguridad de 200 millones de toneladas y estén importando el volumen de este año, no sólo de maíz sino de otros granos forrajeros como el trigo, la cebada (aunque parte la destinen a cerveza) y el sorgo (aunque parte también lo industrialicen y lo transformen en alcohol).
Conclusión: las fuentes no son coincidentes en este punto y conocer qué volumen de “stocks de seguridad” tiene China es un verdadero acertijo y un gran dilema para la seguridad alimentaria mundial. Por ejemplo, el International Grain Council (IGC) los ubica en 190 millones y el Agricultural Market Information System (AMIS), dependiente del G20, y del que presidí sus reuniones durante el período 2017-2018, los estima en 150 millones.
Sin embargo, servicios de información provenientes de China (como el de JCI) no creen que supere el 40% del consumo, o sea, 120 millones de toneladas y para muchos traders internacionales no llegaría ni a 90 millones. En esto, tengamos en cuenta el proceso de recomposición del stock porcino que está llevando a cabo ese país, luego de la gran “fiebre porcina africana” de 2019 y su consecuente necesidad de utilización de forraje. Por otra parte, muchas veces parte de los llamados “stock de seguridad”, con el paso del tiempo, sufren un deterioro tal de su calidad que se vuelven casi inutilizables.
Lo expuesto precedentemente nos lleva a pensar, como señalan muchos analistas, que China vino para consolidarse como el gran importador mundial de maíz y que lo será en forma regular, por los menos, en los próximos años. Frente a este panorama es que debemos preguntarnos dónde realiza sus compras de maíz China y por qué motivo, como así también, qué posibilidades tiene la Argentina de exportar a ese mercado.
La primera pregunta es de fácil respuesta observando las estadísticas de importaciones de maíz por parte de China: Ucrania y los Estados Unidos son los principales orígenes. En el primer caso, no sólo porque el maíz ucraniano no es genéticamente modificado, sino por acuerdos económico-financieros entre ambos países.
En el caso de EE.UU., más allá de los problemas que hubo en los cargamentos de maíz norteamericano en 2013 (supuestamente, por eventos genéticamente modificados detectados en los embarques que no estaban aprobados en China), los acuerdos de la llamada Fase 1 entre Trump y Xi Jinping (2020), recompusieron bastante las relaciones comerciales y, seguramente, algún compromiso informal se asumió con el maíz. Caso contrario, no se entiende que, con las actuales diferenciales de primas, los chinos no hayan comprado maíz brasileño ni argentino, estando ambos orígenes aprobados.
Y entrando ya en el caso argentino, debemos decir que el protocolo fitosanitario de maíz con China se firmó en el 2012 y que al año siguiente se registró una exportación de maíz de 66.000 toneladas, frenándose luego abruptamente (salvo pequeños envíos de maíz pisingallo en contenedores durante 2014 y 2015).
¿Las razones? Para muchos exportadores, debido a las exigencias del protocolo respecto de limpieza previa del grano y la existencia de ciertas plagas en nuestro país. Para otros, porque el tema de los rechazos del maíz norteamericano por eventos genéticamente modificados no aprobados y la consiguiente cancelación de los contratos hizo asustar a todo el mercado.
Pese a estas consideraciones, pienso que finalmente China comenzará a importar maíz de la Argentina y de Brasil por razones de precio y calendario. La cuestión pareciera ser animarse a dar el primer paso por parte de importadores y exportadores con cierto aval de las autoridades de ambos países. Algo parecido había ocurrido con el sorgo argentino.
Se exportó en el 2014 y por temores y exigencias del protocolo se dejó de hacerlo hasta 2019 en que China aplicó sanciones a Australia elevando los aranceles de importación y comenzó a comprar volúmenes crecientes en nuestro país, habiendo superado este año el millón de toneladas.
Todo es cuestión de empezar y, ciertamente, valdrá la pena, si es que la Argentina y sus gobiernos se animan a apoyar al sector reduciendo la carga impositiva y cualquier posibilidad de intervención en el mercado, de tal manera que nos permita en pocos años llegar a producir 100 millones de toneladas de maíz y seguir el tren del crecimiento de la demanda mundial y de la conveniencia histórica.
El autor es consultor agropecuario. Fue subsecretario de Mercados Agropecuarios
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