
La localidad de Napaleofú presenta una particularidad que crea dificultades en la vida diaria: su ubicación la incluye en la jurisdicción de los partidos de Lobería y Balcarce
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NAPALEOFU.- Cosa rara la de Napaleofú. Su destino de pueblo del interior bonaerense no corre de manera distinta del de otros de la región, pero carga en sus espaldas con una característica que lo hace único y que bien podría haber servido de inspiración para aquella canción con eso de "no soy de aquí ni soy de allá".
Napaleofú, o "Arroyo barroso", en la traducción de la voz aborigen originaria, está partido en dos por una calle que es tan de tierra mejorada como las otras, pero que al mismo tiempo funciona como frontera geográfica para dividir a los municipios de Balcarce y Lobería. Y encima, la mayoría de su población, cuando debe recurrir a una ciudad más importante, elige Tandil.
La distancia con las principales ciudades es otra curiosidad: 50 kilómetros a Tandil, 62 a Balcarce y 63 a Lobería.
Es por estos ingredientes que Napaleofú, con 1009 habitantes, según la última medición realizada hace cerca de un año, conforma un ejemplar casi único que lo llena de particularidades y que, al mismo tiempo, sirvió para fortalecer el sentimiento de pertenencia entre su población.
Sus habitantes son militantes acérrimos de su pago chico. Todos van al club Defensores, ya que ahí se hacen la mayoría de los bailes y las fiestas. Todos aplauden y apoyan a la peña El Fogón, el orgullo artístico lugareño, con casi un alumno o integrante cada 10 personas. O cuando se le pide algo a la gente de campo, responde. Por ejemplo, se aportó todo el dinero para pintar la capilla, hacer un destacamento a nuevo, comprar un patrullero o hacer traer de Estados Unidos visores nocturnos para que policía pueda combatir con mejores armas el delito rural.
El origen de este pueblo de casas bajas, jardines cuidados y mínimo movimiento comercial se remonta (cuándo no, en la provincia interna) al andar del tren, lo que, encima, lo marcó a fuego por cuestiones jurisdiccionales.
En los primeros años del siglo, el Ferrocarril del Sud amplió las vías desde Tandil hacia el Sur, buscando alcanzar la costa, y en 1912 comenzó el tendido de durmientes.
Si bien el terreno por utilizar era en su totalidad de Lobería, un poblador de la zona advirtió que esas zonas previstas no eran aptas, y cedió otras más altas, aunque faltaba un detalle.
Nadie advirtió, al aceptar, que por esa línea pasaba el límite entre Balcarce y Lobería. Por eso, cuando en 1914 quedó erigida la estación, una parte de su terreno quedó en los pagos donde vivió Juan Manuel Fangio y la otra, en Lobería.
Golpe de suerte
Pese a esta situación, después llegó un golpe de suerte, ya que lo que iba a ser sólo una escala en el camino hacia el Sur se convirtió durante 15 años en punta de rieles, con lo que toda la producción de la zona comenzó a volcarse hacia allí para ser llevada en el tren.
Durante ese tiempo, esto hizo que tímidamente alrededor de la estación comenzara a formarse un pueblo, con un almacén de ramos generales de Antonio Lagrutta -el mismo que cedió las tierras-; algunas viviendas; un aserradero, y un embarcadero de animales, entre otros.
Para 1929, cuando al fin las vías fueron continuadas, Napaleofú ya tenía su vida propia y, pese a dejar de ser punta de rieles, continuó generando movimiento agrícola-ganadero, y la población fija se acercaba ya al centenar de personas. Finalmente, Napaleofú quedó formado por cerca de 65 mil hectáreas: un 90 por ciento en Balcarce y un 10 por ciento en Lobería.
Pero en el día a día pueblerino, casi sin darse cuenta, por ser una cuestión que siempre pasó, su gente debe o debió convivir con cosas raras vinculadas con ese sentimiento de pertenencia repartido. Un poco Balcarce, un poco Lobería.
Ya en aquellos años, por ejemplo, los pocos dueños de rodados debían pagar una doble imposición por el hecho de transitar por ambos partidos. Y después, otras cosas corrientes. La sede de la escuela número 26 está partida en dos: la mayor parte del edificio está en terrenos de Lobería, pero una parte comprada hace un tiempo está en Balcarce. El límite de las jurisdicciones ahí es sólo un paredón.
Muy cerquita de ese lugar, a menos de 100 metros, otra particularidad. La cancha de fútbol del club Defensores está en Lobería, pero los vestuarios en Balcarce. Los jugadores, antes de cada partido, se cambian en Balcarce, cruzan la calle Devupulen, o "Estar de paso"-que conforma uno de los límites entre los dos municipios-, e ingresan a la cancha, en Lobería.
Pero hay más: históricamente, el club militó en la liga de Tandil. Y una canchita de "papi fútbol" está en Balcarce.
"En el ámbito cultural también surgen algunas dificultades, porque, por ejemplo, algunos chicos que participaron con buen pie en los Torneos Juveniles Bonaerenses debieron justificar, por medio de cartas certificadas, que participaban en Tandil pese a tener domicilio en Lobería y concurrir a una escuela de Balcarce", contó el napaleofusence Diego Serén.
Mario Erdociaín, el actual delegado municipal del pueblo, recordó que a lo largo de los años siempre fue difícil la comunión entre los dos municipios, debido a las pertenencias a partidos políticos distintos. Y Lobería, la mayoría de las veces, se hizo la desentendida, como resignando su injerencia en una parte de Napaleofú. "Nunca se ponían de acuerdo, y al momento de levantar la basura, regar los paseos, arreglar una calle o pasar una máquina... de Lobería, ni noticias", explicó Erdociaín.
Acuerdos entre distritos
Ante esta situación, con el tiempo se fueron alcanzando acuerdos, que llevaron a que, por ejemplo, Balcarce se hiciera cargo de los servicios básicos, como pasar la máquina niveladora de calles por unas 20 cuadras de Lobería, a cambio de... nada.
Sin embargo, esta situación llevó a que se le pidiera a Lobería que pagara una enfermera, para poder tener una mejor atención en la salita de primeros auxilios, junto al único médico recién llegado, o el pago de una de las dos telefonistas.
También se dan los casos de los docentes, que viven en los terrenos pertenecientes a Balcarce, y por eso no pueden ser nombrados por Lobería, explicó Gastón Peirano. O llegan los diarios de Tandil, en lugar de los de Balcarce. O se escuchan más las radios de Tandil que las de Balcarce o Lobería.
También surgían problemas para sacar los registros de conducir, ya que, como comentó Mario, "el servicio era muy malo en Balcarce, y por eso la gente ponía domicilio en San Manuel, partido de Lobería, y ahí se lo daban enseguida".
Ni hablar de las jornadas electorales, con la mayoría de la gente votando en Tandil -los estudiantes universitarios se mudan allí- o en Lobería -por la existencia del Registro Civil en San Manuel-, en detrimento de Balcarce.
Por eso, como se sabe que los votos son "peso", hace un tiempo comenzó una campaña para que la gente fijara su domicilio en Napaleofú, y según Erdociaín, esta iniciativa ya tuvo éxito con 470 personas.
Hoy, como ayer, la vida de Napaleofú gira en torno de los mismos temas que marcan la vida de los demás pueblos de la provincia. Sus habitantes están metidos de lleno en la cosecha (con muy buenos rindes en trigo), hacen comentarios sobre las novedades del pago chico y ven en qué momento, si se puede, se escapan hacia alguna playa cercana, como Necochea.
Las puertas siguen sin llave, todos conocen a todos y, ante la presencia de un "extranjero" ocasional de paseo, todos saludarán cordialmente.
Cosa rara la de Napaleofú, esta localidad que "no es de aquí ni es de allá" y que solo con su nombre despierta curiosidad. Con risas, algunos recuerdan como anécdota el comentario de un chico de Tandil que hace poco, al pasar por la ruta 227 y ver el cartel de acceso, preguntó: "¿Napaleofú es un planeta?"
Cosecha en el centro de la localidad
NAPALEOFU.- Siempre se ha dicho, a veces con razón y a veces por decir, que esta tierra es tan generosa que se cae una semilla y sale un cultivo. Alrededor de esta frase, en Napaleofú surgió una idea, una esperanza, una ayuda para aquellos que lo pudieran necesitar.
Como el pueblo está ubicado literalmente en el medio del campo, su suelo "urbano" comparte las mismas riquezas que la zona rural. Por eso, desde hace algún tiempo, en terrenos pertenecientes al Ferrocarril, linderos a la estación, un grupo de gente de la zona realiza siembras y cosechas con el propósito de destinar lo recaudado por la posterior venta, a todas las entidades sociales, culturales o educativas locales.
Este programa fue encarado por la delegación local, que con la ayuda de las comisiones de las distintas entidades pusieron manos a la obra desde el año pasado y sembraron soja, uno de los principales cultivos de la zona.
Una elección acertada
La elección de esta oleaginosa estuvo dada por un par de motivos fundamentales: es una de las más baratas para sembrar, tiene una buena rentabilidad y se impone a otros cultivos, con su contra cada uno.
Según dichos de un napaleofucense, "el trigo no se eligió porque corre mucho riesgo de incendio; el girasol, porque se lo comen las cotorras, y el maíz... porque la gente del pueblo se come el choclo".
Una vez que la idea había prendido, se les pidieron a las autoridades ferroviarias los terrenos linderos a la estación, alrededor de 10 hectáreas, para comenzar a preparar el asunto. Para sembrar y trabajar la cosecha se usó a un contratista de la zona, y, poco después, el cultivo fue levantado y hecho plata para repartir entre las entidades.
Las beneficiarias de esta iniciativa son la escuela EGB, el Jardín de Infantes 903, la escuela media, la escuela de adultos, el centro de jubilados, el club Defensores de Napaleofú, la escuela de danzas El Fogón, la sala de primeros auxilios y el destacamento policial.
Vocablos mapuches en cada calle
En Napaleofú o "Arroyo barroso" el tema de la nomenclatura catastral se resolvió de un modo muy original y único en su tipo en el país: todas las arterias tienen nombres en lengua aborigen
NAPALEOFU.- En la mayoría de los pueblos o ciudades, la cosa funciona más o menos así: las calles llevan nombres de próceres, fechas históricas, accidentes geográficos, flores, vecinos ilustres o árboles. En otras, los nombres fueron obviados y reemplazados con números, tal como ocurre en La Plata, y en algunas directamente se complementan ambos sistemas.
Bueno, en Napaleofú este dilema a la hora de la nomenclatura catastral de calles y paseos se resolvió de una manera sumamente original y única en su tipo en el país, lo que constituye un motivo de distinción para sus habitantes. En Napaleofú, o "Arroyo barroso", todas las arterias llevan nombre mapuche.
De esta manera, en su pequeña planta urbana, las calles fueron bautizadas con nombres que de alguna manera están vinculados con su "uso".
Así, por ejemplo, la calle que pasa por el campo de juego de fútbol fue llamada Palihue, que significa "Cancha". La que se ubica donde el pueblo empieza a terminar se llama Tuun, que quiere decir "Irse", y la que se encuentra en el otro extremo, camino a Necochea, recibió Con´n, o "entrar".
Otros ejemplos de esta situación son los nombres Conhue o "Entrada", una calle que atraviesa todo el pueblo paralela a la ruta 227, y Rangiche, la principal, que significa "En medio del gentío".
Otro que recibió el homenaje del bautismo de una calle a raíz de su presencia es uno de los pocos bares existentes en el lugar, el Lalo, ya que quedó ubicado en Putupeyel o "Bebida".
También la calle del Jardín de Infantes 903 fue llamada Quiteu o "Jardinero" y la que lleva al Destacamento policial Luvhuen o "Jefatura".
De la misma manera, la calle en la que está una herrería se llama Quelle o "Herradura" y en la que están las escuelas Media y EGB se llama Quimelcan o "Instruir".
Siguiendo siempre el mismo criterio, las restantes calles de Napaleofú son Cunapan ("Venir acá"), Nguepal ("Venir de paso"), Devulupen ("Estar de paso"), Huelucau ("Comercio"), Huaquen ("Barullo"), Cuten ("De aquí allá") y Huaiduvn ("Vuelta al cerro").
Esta iniciativa surgió a partir de la inquietud, hace unos 10 años, de un grupo de alumnas de la escuela de Educación Media local, ante la anarquía que reinaba en el tema. En el pueblo no había problemas, porque todos se conocían y sabían dónde vivían.
El problema fue, por ejemplo, a la hora de la llegada de las facturas telefónicas, por lo que con esto se intentó remediarlo. Y la empresa Telefónica fue de las primeras en hacer uso de estos nombres, además de impulsarlo.
"En Napaleofú no había problemas, porque todos nos conocíamos. El problema es afuera, a la hora de hacer un trámite. Por ejemplo, a muchos en las ciudades les cuesta entender que vivimos en una calle sin número, porque tienen que llenar casilleros de formularios. Y si anotan el nombre de la calle, encima lo escriben de cualquier manera", describió Elsa "la Colo" Guillermo, una joven del pueblo.
La misma situación, contó, pasa a la hora de dar las direcciones postales, ya que "no entienden que nosotros vamos a la estafeta a buscar las cartas, o que desde ahí nos avisan a cada uno cuando llega una carta".
Algunas rispideces
El tema, más allá de su trascendencia, en su momento generó rispideces, ya que no sólo debió esperar que fuera aprobado por el Concejo Deliberante de Balcarce, sino que también se ganó algunas voces en contra dentro mismo del pueblo. Eran de gente que prefería mantener la tradición y, ya que se había decidido bautizar las calles, preferían optar por vecinos reconocidos.
De todas maneras, y pese a que pasó casi una década desde la instauración de los nuevos nombres, son muchos los que, tal vez ante la dificultad para pronunciar los nombres mapuches, por ejemplo a Conhue la siguen llamando "la calle de la entrada".




