La artista plástica y poetisa Teresa Pereda nos propone un descenso hacia el mundo histórico de la cultura aborigen; las series pictóricas "Objetos mágicos" y "Ponchos pampa" fueron el inicio de la búsqueda, en "El libro de las cuatro tierras" logra una instancia de mayor madurez.
Con la fuerza de una vertiente surge de la figura de Teresa Pereda la necesidad de revalorizar el aporte aborigen en la identidad nacional, como algo comprensible sólo a través del prisma del arte.
Tras esas historias de padecimientos que percibió en el silencio y en los símbolos indígenas se fundan los aspectos que prioriza en su pintura.
Como si buscara de alguna manera cicatrizar las heridas que todavía permanecen abiertas entre blancos e indios: una fisura de la que surgen sus imágenes y ofrecen un abrazo integrador.
Enardecida por el rastreo del pasado mapuche que encaró hace tiempo su padre Eduardo y por la indagación de la cultura americana que se proyectaba en la pintura de su madre Estela, esta artista construyó un camino propio.
Los viajes permanentes entre Buenos Aires y la cordillera neuquina, que realizó desde su niñez, alimentaron esa sed de aunar mundos contrastantes.
Así fue como quedó marcada a fuego por las distancias recorridas y por el cotejo permanente entre la vida urbana y la que transcurre tierra adentro. Y poco a poco, los versos que más tarde integrarían su poesía iban iluminándose: "...Alta la bandera mapuche, alta la del lonko y alta también la argentina. Cielo grande, cordillera dura.."
Desentrañar el sentido que subyacía en las artesanías que coleccionaba su padre fue su primera aproximación. Después vendría la formación en Historia del Arte, la participación en ceremonias aborígenes y la elección del cuadro y del libro como espacio expresivo para ese aprendizaje.
Desde entonces su obra trazó líneas diferentes pero paralelas, en las que es posible percibir las sugestivas voces de la tierra. Las series "Objetos mágicos" y "Ponchos pampa" esbozaron ese rumbo diferente en su pintura.
"Los pueblos, el pasado, pueden quedar petrificados en el silencio de un museo o pueden quedar vivos en la memoria de la gente fecundando ese silencio a través de la intensidad de una poética. Para que el espacio pictórico sea transformado en memoria y el silencio en plenitud, Teresa recurre a la frontalidad del cuadro, a motivos mínimos y reiterados, a objetos que crean intimidad, a una energía que se repliega en lugar de expandirse, a la ausencia de anécdota, a evitar cualquier expresión histórica, a una austera visión de lo indio", explica Nelly Perazzo, miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes.
En busca de la integración
Para revertir la exclusión que sufrieron las etnias aborígenes, Teresa vuelve nuestra atención hacia el mestizaje.
En el intento de integrar nuestra compleja diversidad, eligió al poncho pampa como emblema que, a ambos lados de la línea de fortines, compartían gauchos e indios en el pasado.
Su fecundo recorrido plástico le permitió saltar del pincel al lápiz para atreverse a dibujar y escribir.
"Las dos plegarias", obra que comparte con el escritor y pintor Nicolás Rubió, fue el antecedente de "El libro de las cuatro tierras", que se divide en libro de la Pampa, el del desierto, el del Litoral y el de los volcanes. Un itinerario poético impregnado del aroma, el color y el alma de cada región. "...Azul de niebla, de pampa y frío. Tierra de trigos surco de espiga..", cuenta acerca de la llanura pampeana o "...Te dormiste en la tarde de fuego, tu cama sin agua es tierra. El poncho tirita tu muerte, tirita dormido el changuito..." , sobre el desierto que se abre en las sierras y valles centrales.
La posibilidad de ser testigo en la celebración del Viernes Santo -que protagoniza la comunidad colla de Yavi- y en la "Junta de Hermanos de Sangre" -ceremonia que organizan los mapuches en Neuquén-, fueron motivación suficiente incursionar en la poesía:
"...Lloré con ellos, recé con ellos. Y rezando con ellos aprendí a rezar y llorando con ellos aprendí a llorar..."
Tiempo después, mientras visitaba el santuario de la difunta Correa en San Juan, observó cómo drenaban por un conducto las velas derretidas y amalgamó esa escena con un río de ruegos y padecimientos.
"A partir de esa imagen pensé un libro en el que convergieran historias desde los cuatro puntos cardinales para totalizar el país en forma simbólica", comentó tiempo después.
El objetivo fue logrado no sólo mediante el encuentro con mestizos, que representan un "vínculo entre el pasado y el presente" de su región, sino también en la textura misma de la obra. Las páginas del libro son una mezcla de pulpa y tierra de esas zonas. Los poemas de Teresa Pereda fueron literalmente escritos sobre el suelo de la Argentina.
"...Te busqué en la manaña fría y allí estabas. Estabas en el suelo de escarcha y piedra, estabas en las caras de piel surcada..." Los personajes elegidos fueron doña Ercilia Moreira de Cestac, tejedora de ponchos en la llanura pampeana; don Tránsito Tomás Campillay, del desierto serrano; don Dionisio Duarte, cacique general del pueblo guaraní, y don Gabriel Cañicul, segundo jefe mapuche de la agrupación que lleva su nombre.
En su libro de artista, Teresa logra sintetizar en poemas y dibujos la resonancia emocional que le provoca acercarse a la memoria de diferentes regiones.
La posibilidad de recrear la historia en un plano plástico-literario fue tan pródiga que le posibilitó recuperar del silencio y del olvido "nuestra parte americana, con todo lo que la vieja sangre trae consigo", como diría Carlos Martínez Sarasola.
La seriedad de su trabajo se evidencia en la formación intelectual que da fundamento a su expresión, pero también en el compromiso personal con la temática.
"Cuando presencié una rogativa mapuche me impresionó que en el altar donde se colocan las ofrendas, estuviera la bandera argentina. Entonces pensé: ¿hasta qué punto el país los considera propios? Los argentinos intentamos explicarnos como distintos del resto de América latina. Nos enorgullece ser muy europeos, pero tenemos una deuda que saldar con los que poblaban esta tierra antes de las oleadas inmigratorias. Si mi arte puede vehiculizar un conocimiento profundo de nuestras raíces creo que entonces adquiere valor. Intento contribuir a nuestra búsqueda de madurez como país", fundamenta Teresa.
Reflexión acerca del tema
"Cuando advirtamos que el diálogo solidario entre todas las formas de vida que nutren la Nación es la posibilidad de consolidar una comunidad más armónica y justa; cuando nos demos cuenta de que esa empresa compartida nos hará más libres y más fieles a nosotros mismos, entonces habremos recuperado realmente nuestra verdadera cultura", dice Carlos Martínez Sarasola en "Nuestros paisanos los indios".