
Los Verón son una familia de puesteros que ama la vida en las islas, a pesar de los sacrificios que implica el oficio
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GABOTO.- A lo largo del río Coronda se extiende una gran cantidad de islas, en su mayoría habitadas por pescadores que viven allí, eligiendo un particular modo de vida. Estas personas no sólo se dedican a la pesca, sino que se transforman en puesteros a los que la gente confía sus animales. Esta actividad se intensifica en invierno, cuando la isla se presenta como un buen lugar para proveer de pasturas al ganado..
La familia Verón se dedica hace mucho a esta actividad y transmitió de generación en generación este trabajo como un legado. "Mi papá estuvo desde chico en la isla, al igual que el papá de mi papá, y así nos transformamos en una familia de isleños. Todos anduvieron siempre recorriendo las islas, yo también y así aprendí mucho", dijo Alberto Verón, de 24 años, puestero en una isla.
Dificultades
El problema de la comida en las islas no es algo menor, ya que los habitantes se retiran por semanas y sólo pueden llevar las cosas más indispensables: yerba, azúcar, fideos y algo de carne, que se consumirá en los primeros días, ya que no tienen modo de conservar los alimentos.
"Cuando te quedás sin nada le tenés que entrar al pescado y a algún guiso de pato", contó Alberto a LA NACION. Así y todo, en la isla nadie dice pasar hambre, ya que los recursos son muchos y siempre hay un modo de conseguir lo esencial, como comentó el puestero Jesús Verón: "Sólo pasa hambre el haragán, ya que tenés pato y pescado, si no es una cosa es otra. A lo mejor no vas a engordar, pero al estómago lo vas a llenar todos los días".
La soledad es un factor importante que hace que los isleños muchas veces vuelvan al pueblo a visitar a sus seres queridos, aunque muchos de ellos trabajan con su familia.
La rutina es exigente. El isleño- puestero sale a las 4 de la mañana a recorrer la isla donde va a cumplir con sus ocupaciones, entre las que se destacan ver si están todos los animales, verificar que no estén "embichados" y, si alguna vaca está por parir, asegurarse de que todo salga bien.
En esta actividad también se corren peligros y tanto los cuatreros como el prestigio se ponen a prueba todo el tiempo."Los cuatreros andan de noche y, cuando ven que el puestero no está, se llevan los animales. No importa la cantidad, porque todo es pérdida. Lo peor de esto es que si te roban varias vacas quedás marcado y nadie más te da los animales porque dejas de ser confiable", contó Ever Gutiérrez, joven ayudante de un puestero en la isla.
A veces es inevitable dejar la hacienda sola, porque se debe ir a buscar provisiones al pueblo. Por esta razón la mayoría de los isleños se dedica sólo a la pesca. Pero el mayor enemigo de esta gente es el río: "Se mide la creciente y se escucha siempre la radio por si viene la crecida. Pero el problema es que si sube el río hay que sacar todas las vacas. lo que significa que se cobra nada", aseguró Gutiérrez.
A pesar de las incomodidades, como pueden ser los mosquitos o la falta de convivencia con otras personas, para los que vivieron siempre aquí éste es el mejor lugar. "No hay nada mejor, a pesar de que tenés algunos sacrificios. La isla como escuela enseña un montón, sobre todo, aprendés a sobrevivir", afirmó Alberto.
Para la familia Veron, la isla es su vida, y sus amigos son los otros isleños con quienes se encuentran en contadas ocasiones. Ellos se destacan en la zona por su prestigio y confiabilidad, representando así al tradicional isleño santafecino que vive en las aguas de sus ríos.





