El sábado y el domingo próximos más de 70 bodegas argentinas y productores de Chile, Uruguay, Perú, Brasil y de Italia presentarán su oferta en la Feria Slow Food que se realizará en Buenos Aires; trabajar en armonía con el ambiente y con las comunidades donde se desarrollan las viñas es la premisa de esta comunidad de vitivinícola
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La ciudad de Buenos Aires volverá a ser sede de la segunda edición de la Feria del Vino del movimiento Slow Food, que se desarrollará el sábado y el domingo próximos, entre las 13 y las 20, en el Mercado de los Carruajes, en Leandro N. Alem 852. Con la presencia de más de 70 bodegas argentinas y con la participación de productores de Uruguay, Chile, Perú, Brasil y de Italia, el principio rector del encuentro será el “vino bueno, limpio y justo”, entendiéndose por tal el vino que se produce en armonía con el ambiente, pero, también, con las comunidades donde crecen y se desarrollan las viñas.
“En esta ocasión nos vemos capitalizando el interés que generó la primera Feria. Su éxito, por la calidad de los productores que formaron parte y por la asistencia de los actores gastronómicos más importantes de la Ciudad, incentivó a productores de vino de otras regiones del mundo a querer participar en este nuevo encuentro. Esto nos invita a pensar que esta Feria va camino a convertirse en un punto de referencia regional para el encuentro de los consumidores con viticultores que asumen lógicas de producción sustentables desde lo ambiental y desde lo social”, dijo a LA NACION Pia Graziosi, sommelier y una de las organizadoras del encuentro promovido por Slow Wine Latinoamérica, la rama vitivinícola del movimiento internacional Slow Food, que tiene su sede en Italia.
Durante las dos jornadas, la Feria contará con un espacio de charlas donde los viticultores contarán sus experiencias y ofrecerán degustaciones de sus vinos. Además, habrá clases magistrales, entre ellas, el sábado, “Cepas Criollas de Latinoamérica”, dictada por Willy Vargas Paredes, sommelier que en 2023 publicó: “Criollo: La Primera Guía de Vinos de Cepas Criollas del Cono Sur”. Y, el domingo, “Un desierto con vida”, guiada por la sommelier Camila Torta, donde se hará un recorrido por la Mendoza que todos conocen, pero desde una nueva mirada, del este hasta los Andes, repasando suelos y viñedos. También el domingo, productores de Slow Wine de Uruguay expondrán sobre vinos con mínima intervención. La muestra también contará con la participación de productores de alimentos de la red de Slow Food en la Argentina.
Pia contó que la Feria intenta ser un reflejo de lo que está sucediendo con la producción vitivinícola en Latinoamérica. “En la región se está dejando de mirar hacia afuera para producir vino y se está prestando más atención a las historias propias de generaciones de productores de vinos que, junto con el clima y con los suelos, dan vida a cada uno de nuestros terruños. Hoy, por sobre los estilos que supieron marcar los mercados, empieza a primar la convicción de respetar y de redescubrir la identidad de cada región”, destacó.
Añadió que en este proceso de redescubrimiento participa la gastronomía, que también puso en un lugar protagónico a los productos locales, por su procedencia y por sus particularidades. “Como gran motor de cambio, la gastronomía abrió la puerta para que productores de vino latinoamericanos comenzaran a contar sus historias y, a su vez, despertó la curiosidad de los consumidores. Esto promovió una conversación que se reedita a diario entre producción y consumo que permite la diversidad y que se nutre con la riqueza de historias y de terruños a lo largo de América Latina”.
Esta edición de la Feria de Vinos de Slow Food en Buenos Aires brindará el marco para celebrar el acuerdo que recientemente firmaron en Uruguay el Instituto Nacional de Vitivinicultura de ese país y la Slow Wine Coalition (Slow Food Internacional) para la promoción de vinos de producción sostenible bajo la consigna de una vitivinicultura buena, limpia y justa. Como parte de ese acuerdo, que tendrá acciones y actividades locales e internacionales, se incluirá un ciclo de capacitación para brindarles a los vitivinicultores herramientas para enfrentar los desafíos de la crisis climática.
Chubut, territorio vitivinícola emergente
“Formar parte de esta comunidad de productores de vinos de Slow Food significa aportar un granito de arena a cambiar el modelo productivo que tanto daño causó a la verdadera vida de cada lugar. Estamos atravesando un momento de gran crisis climática y todo aporte, por pequeño que parezca, en pos de recuperar la vitalidad de nuestros suelos y de nuestra biodiversidad, cuenta. Escuchar las experiencias, asombrarnos por el trabajo de otros y ver a la comunidad de viticultores de Latinoamérica crecer y reconocerse entre sí es sumamente motivador. Siempre existirán aspectos dentro de cada proyecto por mejorar y encontrar estos momentos de intercambio, inspiración y reflexión grupal es una gran oportunidad”, dijo a LA NACION Camila Lapido, sommelier y productora de vinos en la bodega Rincón de Los Leones, en el pueblo Paso del Sapo, en la meseta central de Chubut.
Sobre el proyecto del que forma parte, Camila contó que se desarrolla dentro de la Estancia Los Robles donde, a la producción de vinos con una agricultura orgánica y biodinámica, también se agregan la producción de pasturas, ganadería ovina y bovina, y el servicio de hospedaje, con una posada rural de cinco habitaciones.
“Desde que comenzó el proyecto productivo, en 2008, la filosofía de trabajo siempre tuvo una base orgánica. Como socio fundador, Juan Giacomino, que es veterinario de profesión, pero agricultor apasionado, expresó en las viñas su amor por la vitivinicultura y los aprendizajes obtenidos de otros productores de la Patagonia, como Bernardo Weinert. Hoy el mayor esfuerzo de nuestro trabajo está puesto los viñedos, observando las características de cada año y buscando conservar la expresión más pura posible del lugar. Dentro de la bodega los procesos son sencillos, fermentamos con levaduras autóctonas, sin control de temperatura, en contenedores de acero inoxidable y de arcilla. Las personas que trabajan en el viñedo durante el año forman parte de nuestra comunidad y la vendimia la hacemos con la participación de amigos y de nuestras familias”, destacó la productora.
Sobre las 1,7 hectáreas con viñedos, en Rincón de Los Leones conviven cepas Chardonnay y Pinot Noir con hileras de Merlot, Cabernet Franc y Pinot Gris. “Seguimos explorando perfiles de suelo en el lugar, ya que Paso del Sapo ofrece una diversidad geológica única. Las parcelas más antiguas están plantadas sobre arcillas que fueron depositadas para el Río Chubut y otras pequeñas parcelas sobre arena volcánica y rocas de basalto”, contó Camila.
Respecto de la elección de hacer una agricultura sustentable explicó que Paso del Sapo es una región pura por naturaleza, a la vera del Río Chubut, anclada en un entorno sumamente rico y sano. “Son sólo dos los viñedos que existen en la región y Rincón de Los Leones es el único que hace vino comercial. Nuestra motivación principal es integrar a la comunidad en el proceso productivo, compartiendo los saberes de la viticultura en una zona emergente, con un gran potencial y seguros de que la única manera de producir alimentos es cuidando la naturaleza, su gente y su entorno. También creemos que la agricultura biodinámica nos invita a pensar en los cultivos desde una perspectiva más amplia, teniendo en cuenta que la Tierra está dentro de un Cosmos lleno de energías y de fuerzas que, bien entendidas, colaboran en el trabajo del agricultor. Nos gusta pensar que, luego, un pedacito de esa energía quedará contenida en la botella y que llegará a quien pruebe nuestros vinos. Consideramos que el vino, cuando es un alimento sano, es capaz de generar emociones y sentimientos en quienes lo beben”, completó Camila.
Al pie de la Cordillera de los Andes
Para Andrés Biscaisaque, viticultor de Finca Los Dragones, un emprendimiento familiar que comparte con sus hermanos Martín y Fernando en Barreal, en el Valle de Calingasta, San Juan, la Feria del Vino de Slow Food “es una linda oportunidad para reafirmar las convicciones; crear conciencia colectiva; hacer amigos, e intercambiar experiencias para crecer y mejorar en la actividad”.
Contó a LA NACION que el proyecto se inició en 2018 en una finca de cinco hectáreas. “En tres de esas hectáreas plantamos vides de Garnacha, Malbec, Syrah, Criolla Chica y de Torrontés Sanjuanino. Y dentro del mismo predio construimos una bodega con capacidad actual para producir 30.000 litros y un pequeño restaurant”.
Sobre la forma de trabajar la viña, “el Vasco”, apelativo que oficia casi de nombre propio para Andrés dentro del sector vitivinícola, explicó que el fomento de la biodiversidad y el dejar fluir la expresión natural del lugar, al pie de la Cordillera de los Andes, son premisas innegociables en Los Dragones. “Trabajamos con corredores biológicos rodeando las viñas y con coberturas vegetales espontáneas dentro de las hileras. No utilizamos herbicidas, ni productos nocivos, algo que, afortunadamente, es cada vez más habitual entre los productores del Valle. Nosotros trabajamos las viñas, pero, sobre todo, queremos vivir junto a las viñas, en un entorno sano para las personas que nos ayudan en las tareas diarias y para quienes nos visitan”, afirmó.
Destacó que esta forma de trabajar, que en Los Dragones es totalmente agroecológica, se asumió “por convicción; por intentar crear mejores condiciones para nosotros, para quienes nos rodean y para quienes van a venir después”.
En cuanto a sus vinos, Andrés contó que lo que busca es que expresen las sensaciones, los aromas, las texturas y la complejidad que tienen los lugares donde crecen las viñas, “que sin dudas tienen más riqueza cuando se cuida la biodiversidad. Estoy convencido que en un ambiente sano y diverso los vinos son más ricos, vibrantes y complejos”.
Del Valle de Uco a La Quebrada de Humahuaca
En 2022 Ulises Fontana y Octavio Antelo iniciaron el proyecto Sucus en el Valle de Uco, Mendoza. “Nuestro objetivo fue elaborar vinos que nos representaran y que pudiéramos compartir con gente querida, con un pie firme en el clásico estilo de los grandes vinos argentinos, pero con el otro plantado en la idea de afianzar un estilo moderno, puliendo la acidez y trabajando sobre los puntos de cosecha y las bajas extracciones”, contó a LA NACION, Ulises, ingeniero agrónomo egresado de la Universidad Nacional de La Plata.
Sin embargo, tras la primera añada, que dejó como legado un Malbec denominado “Los Filosos” y un tinto de Criollas llamado “Caminando por las Piedras”, el proyectó cambió de paisaje y del Valle de Uco pasó a la Quebrada de Humahuaca, donde se sumó Felipe Colloca como tercer integrante. “Una nueva opción de trabajo dentro de la industria vitivinícola me llevó para el Norte, y hacia allí también fue el proyecto”, contó Ulises, que se mostró entusiasmado por “la personalidad y la energía increíble que tienen los vinos de La Quebrada”.
Sin viñedos propios, Ulises explicó que trabajan con pequeños productores, en general de la zona de Maimará, que les garanticen condiciones de manejo sustentable. “Buscamos viñas que nos emocionen, rodeadas de paisajes que podamos trasmitir a través del vino que elaboraremos. La condición que ponemos para la compra de las uvas es trabajar con productores conscientes, no solo sobre el impacto ambiental, sino también sobre la tarea de producir uvas de muy alta calidad, con buen manejo de suelo, de canopias y de la sanidad. En la viña nos gusta trabajar con prácticas agroecológicas y orgánicas. Si usar herbicidas, ni insecticidas, buscando suelos con vida y biodiversidad, rodeados de plantas nativas”, explicó.
Agregó que promueven una relación muy cercana con los pequeños productores, de manera de colaborar en las tareas agrícolas con propuestas e ideas que ellos pueden aplicar en sus fincas, más allá de la porción de uvas que luego les comprarán para la elaboración de los vinos del proyecto Sucus. “Nos gusta trasmitir estas ideas para que los agricultores de la zona puedan utilizarlas como herramientas para producir de una manera más sustentable, para mejorar los rendimientos y la calidad, y para que también ellos puedan optimizar el rédito económico que las viñas les proveen a las familias productoras”, destacó.
Ya en La Quebrada, Sucus sigue apuntando a la producción de Malbec y de Criollas, con la idea de mantener volúmenes chicos, con no más de dos mil botellas por año. “La primera añada que hicimos en Jujuy fue la 24, que está criándose en barricas y que recién verá la luz a mediados del año próximo”, explicó.
En cuanto a la participación en la Feria de Vinos, el agrónomo destacó que lo atractivo de formar parte de esa comunidad es contar con una referencia donde “constantemente se aprende de colegas y se llevan a la mesa problemáticas comunes y abordajes distintos. Creemos que este el futuro de la actividad y nos gusta ser parte y escuchar a nuestros pares”.
Por último, y en sintonía con Camila y con Andrés, Ulises afirmó que “trabajar en forma sustentable no es una alternativa para nosotros, sino un principio de vida. Vemos como cada año se presentan nuevos desafíos climáticos y con pronósticos preocupantes, es por eso que decidimos aportar nuestro granito de arena con la incorporación de técnicas y tecnologías que nos permitan utilizar los recursos de manera responsable, optimizar su uso y dejar el menor impacto posible. Este enfoque está abordado no solo en los viñedos, sino también en la bodega, ya que adaptamos todos nuestros procesos para elaborar vinos de gran nivel siendo, asimismo, responsables con el ambiente”.
En la Feria de Vinos de Slow Food participarán: 35.5 Vinos de Montaña; 40/40; Ale Sketini; Alpamanta; Altos Las Hormigas; Amakaik; Argento; Asciende; Atlántica Vinos de Mar; Batallero; Bodega dal Borgo; Bodega Isasmendi; Casa Tano; Chacho Asensio; Chakana; Chaska; Cielos de Gualjaina; Conscientemente Viticultores; Contra Corriente; Delator de Sueños; Descendiente de Viticultores de Montaña; Don Milagro; Efecto Vida; El Bayeh; El Molle; El Monte; El Porvenir; Elefante Wines; Equilibrio Imperfecto; Erase una vez (Matías Morcos); Ernesto Catena (Animal); Finca Cosmos; Finca Los Dragones; Finca Machuca; Flor Silvestre; Krontiras; La Baguala; La Giostra del Vino; La Imaginación al Poder; La Magdalena; La Rosendo; Libarna; Magna Montis; Mil Suelos (Floralia + NatCool); Misachico; Mundo Revés; NODO; Otronia; Passionate Wine; Pepa Wines; Piedra Negra; Pielihueso; Ramona Vino; Rincón de los Leones; Ritmo Lunar; Sante Vins; Santo Grial; Slow Wines; Sol Naciente Bodega; Solito Va; Stella Crinita; Sucus; Suspiro del Viento que llega desde el Oeste; Tacuil; Tequendama; Traslapiedra; Tutu Wines; Verde Vino; Viñas de Huancache; Viñas de Payogasta, y Viñas de Uquía. Entre las presencias internacionales, de Italia, Ceretto; de Perú, Pepe Moquillaza; de Brasil, Cantina Mincarone; de Uruguay, Cerro Chapeu, De Lucca, Federico Urquiola, Pópolo, Proyecto Nakkal y Rooster Vermouth, Uruguay, y de Chile, Erasmo, Finca La Encantada y La Balsa de Itata. Más información en https://slowinelatam.com
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