
CATA, una empresa de aviación que no se rinde
Pese a que decayó la actividad en el taller de reparaciones
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Los tiempos cambian, se sabe. A veces dejan al margen del camino historias como las de los talleres de CATA. Una hilera de edificios y dos enormes hangares brotan en el predio desierto del aeródromo de Morón, donde yace una pista casi sin uso y la base de la Fuerza Aérea.
"Nos convencieron de venir hace 20 años, cuando estábamos en San Justo. Alrededor se iba a construir un centro de servicios, pero al poco tiempo desprogramaron el aeropuerto y nos quedamos solos", dice sin rencor Roque Pugliese, dueño y fundador de CATA, cuya vitalidad y entusiasmo hacen imposible creer en sus 79 años.
Su historia describe con claridad meridiana las etapas de la aviación en nuestro país. Piloto, instructor de vuelo y técnico, decidió en 1956, con su amigo Luis María Uboldi, instalar un taller aeronáutico. "Compré una morsa y fui a inscribirme en la Cámara de la Industria. Se rieron de mí, pero yo sabía lo que quería hacer y lo hice", dice, y agrega: "Cuando se parte de la nada, se necesitan 60 años para construir algo". Construyó un taller que empezó a crecer y, ya en Morón y sobre tierras del Estado, sentó sus reales levantando los hangares donde podría entrar un B-737. Detrás, los talleres de métrica, aviónica, motores, etcétera, como para abastecer una demanda que parecía ilimitada. Pugliese cuenta cómo se convirtieron en el taller privado más grande del país: "Pero de otro país. De una Argentina que cubría los cielos de aviones en las ferias aéreas de Brasil o Chile. Nunca tuvimos un subsidio, pero había una intención de fortalecer la aviación privada dándole oportunidades", añade.
Los talleres de CATA empleaban a 280 personas tiempo completo donde hoy hay 80, y algunos con otro trabajo. "Le aseguro, porque los conozco, que este taller no tiene nada que envidiarles a los de Estados Unidos", golpea con orgullo las paredes. Varios aviones privados o de las provincias ocupan los hangares. También dos F27 y uno de los Arava de la misma CATA, de la compañía aérea que surgió del mismo impulso que el taller.
"Cubríamos Bariloche, Posadas, Iguazú, Viedma y Córdoba. Hoy sólo hacemos Posadas y Córdoba para carga. Nosotros cobrábamos más barato, pero cuando llegó la desregulación los demás bajaron y no pudimos competir", recuerda.
Al taller la suerte se le acabó más tarde, hace cinco años, estima Pugliese. "Lo entiendo. Es más barato reparar afuera, porque a mí los repuestos me cuestan un 50% más sólo por traerlos. Además, los aviones de los leasing exigen cierto service en el exterior. La Fuerza Aérea tiene que compensar lo que le cuesta al Estado tener a Lockheed en Córdoba, así que manda todo a reparar allá", enumera.
¿Qué va a hacer de ahora en más?
"Pelearla", dice como quien no ha hecho otra cosa toda su vida.






