La imaginación fue lo que rescató a Bill Finger de las garras de una vida monótona y plagada de necesidades: gracias a ella pudo dar forma a un superhéroe llamado Batman que se convertiría en un éxito total. Sin embargo, su talento no le alcanzó para escapar de la injusticia y pasar gran parte de su vida en las sombras, al igual que el personaje que él había creado.
La historia de Milton Finger, tal su nombre original, comienza el 8 de febrero de 1914, en Denver, capital de Colorado, en el centro de los Estados Unidos. Cuando era apenas un bebé, su familia se trasladó a vivir a Nueva York y allí creció, en un hogar sustentado por la sastrería de su padre, y atravesado por la primera Guerra Mundial, la gripe española y un brote de escarlatina.
En 1929 la Gran Depresión obligó a su padre a cerrar su local y Bill debió resignarse a aceptar trabajos temporales uno tras otro, sin ningún atisbo de futuro. Durante el día vendía zapatos y por la noche dejaba volar su imaginación con libros o películas.
Su mayor sueño era escribir, pero carecía de contactos y de recursos. Hasta que conoció a Bob Kane, vecino del barrio que dibujaba para la editorial DC Comics. Kane, cuyo mayor talento siempre fue descubrir el talento ajeno, enseguida se percató de lo valioso que podría ser Finger y le ofreció ser escritor fantasma de algunas tiras. Sin muchas otras opciones, Bill aceptó.
Pronto le llegaría un desafío importante. Resulta que luego de la exitosa aparición de Superman en Action Comics en 1938, la competencia comenzó a buscar sus propios superhéroes. Fue entonces cuando a Kane se le ocurrió crear un personaje al que llamó Bat-Man, pero nada tenía de parecido con el héroe que ahora conocemos. Sospechosamente similar a Superman, el personaje de Kane tenía un traje de acróbata color rojo, con botas, un antifaz y un par de alas rígidas parecidas a las de un murciélago.
Tal como se recuerda en el diario El País, de España, en junio de 1938, el hombre de acero supuso un éxito arrollador e instantáneo. "De nuevo, esto fue algo que a Kane no le pasó desapercibido. En una reunión con su editor se enteró del dinero que ganaban Jerry Siegel y Joe Shuster, creadores de Superman, y de las ventas millonarias del personaje, y supo sin atisbo de duda que era eso lo que había estado buscando toda su vida. Le prometió a su editor un nuevo superhéroe para el lunes siguiente, corrió a casa para hacer unos bocetos de un hombre pájaro con alas de murciélago, antifaz y traje rojo, y salió disparado a ver a Finger para que escribiera el guion", se relata en el artículo mencionado.
Cuando Finger vio los bocetos, no se limitó a pensar el guion, sino que sugirió una serie de cambios. Sustituyó las alas por una capa festoneada, agregó guantes, cambió el colorido atuendo por un traje negro y gris, y reemplazó el antifaz por una capucha con los ojos blancos para dar la sensación de misterio.
No solo eso. Él fue quien inventó el nombre de su identidad pública (Bruce Wayne) y el de la ciudad donde ejercería de vigilante (Ciudad Gótica), y quien propondría el origen de su motivación como justiciero (el asesinato de sus padres).
Finger fue el inventor del Batimovil, de la Baticueva, de Batichica y del Guasón. Pero había más aportes de Finger: al ver que Batman era todo un éxito, los editores les pidieron que crearan un compañero para el caballero de la noche. Kane sugirió un personaje sobrehumano, pero Finger, que había escrito la mayoría de las primeras historias, pensó que lo mejor sería usar un hombre común y así nació Robin.
"Finger escribió al héroe durante 25 años, hizo guiones para televisión (incluso dos capítulos de la serie de los años sesenta de Batman) y creó otros personajes de cómic, pero se notaba que su mayor explosión creativa iba siempre asociada al Caballero Oscuro", se narra en la nota de El País.
Anónimo e ignorado
Aquel hijo de un sastre que debió salir a trabajar para ayudar a su familia, había creado a uno de los superhéroes más populares, le esperaba una lluvia de pedidos para nuevas creaciones y tenía por delante una vida de fama y fortuna. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con la batiseñal. Pero… siempre hay un "pincelazo" que te rompe el traje de superhéroe.
Kane no quiso incluirlo en el contrato que firmó con la compañía editorial National Comics, por lo que Finger nunca recibió el reconocimiento por su trabajo. Mientras que Kane aparecía como el inventor oficial de Batman y recibía halagos, aplausos y dólares, Bill quedaba como un anónimo colaborador, ignorado por los fans y el público en general.
Nunca pudo lograr que se le reconociera su autoría, hasta que finalmente, en 1974, murió solo en un departamento de Manhattan debido a una dolencia cardíaca que no pudo tratar por falta de recursos. Se terminó así a los 60 años la historia del hombre que inventó a Batman y que pasó la mayor parte de su vida como ese personaje que había creado; es decir, en las sombras. Recién en 2015, 31 años después de su muerte, fue reconocida su autoría.
El propio Kane llegó a declarar, muchos años después de la muerte de Finger y cuando ya poco se podía remediar, que su antiguo amigo debería haber tenido crédito y que de haberlo sabido entonces, habría pedido incluir su nombre. Pero, como se concluye en la publicación de El País, "aunque no hay que olvidar que Bill tiene su parte de culpa al no haberse impuesto cuando pudo, el desagravio que le hizo Bob Kane se mantiene como una de las grandes injusticias del mundo literario contemporáneo".
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