Claudio, un comerciante del barrio porteño de Almagro, compartió su testimonio en LN+; las tarifas y el precio de los alquileres entre las razones
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En la avenida Rivadavia 4035, en el barrio porteño de Almagro, escasean los motivos para sonreír pero Claudio lo hace. ”No queda otra que ponerle buena onda”, dice, en un móvil de LN+. Lo que angustia a este comerciante y a cientos de sus colegas es el dato que dio a conocer la Unión de Kiosqueros de la República Argentina (UKRA) en conjunto con la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA): en el ultimo año cerraron 16.000 kioscos de barrio en todo el país.

Uno de los principales motivos de esta situación es el avance de las grandes cadenas de supermercados que, según Claudio, “ofrecen ofertas y promociones ante las cuales es muy difícil, para no decir imposible, competir”. Para el comerciante, esto funciona como una invitación a reinventarse y adaptar su negocio a los tiempos que corren.
En declaraciones a LN+, Claudio aseguró que hoy en día los consumidores “ya no eligen marcas: buscan precios”. En relación a su situación en particular, manifestó que, para pagar el último alquiler de su local de sesenta metros cuadrados, tuvo que desembolsar $717.000. Además, por los aumentos de la luz, desistió en conservar el freezer en el cual exhibía los helados.
Góndolas llenas, locales vacíos
“Los proveedores nos tiran la mercadería. Me dicen ‘pagámela cuando puedas’“, relata Claudio mientras exhibe delante de las cámaras de LN+ que, en su local, lo que faltan no son productos, sino clientes. Consultado sobre las ventas, asegura que, respecto al mes pasado, cayeron un 24%. “Es asfixiante”, confiesa.
Otro de los aspectos que arrincona a este kiosquero es el pago del IVA: el pago de la última factura fue de $2.200.000. “Esta vez la pude pagar”, dice, “pero hay otras obligaciones que no puedo afrontar”.
Por último, Claudio hizo un repaso de la disparidad de precios entre productos locales e importados. “Unas pastillas de menta fabricadas acá te sale, cada una $1000. Mientras que a las mismas, pero hechas en Brasil, las tengo a tres por $1000″, subraya.

Antes de despedirse, el kiosquero señala un pizarrón ubicado en la puerta de su negocio donde, con tizas de varios colores, se lee una inscripción: “Se buscan clientes, no hace falta experiencia”.
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