Su más terrible pesadilla no hubiera sido suficiente para darle a Jean Van de Velde una idea de lo que viviría en su mayor cita con la gloria: tenía casi en el bolsillo el Abierto Británico de Golf de 1999, el torneo más importante de ese deporte, pero hizo tiros increíblemente malos, dejó el trofeo en otras manos y redondeó así lo que se considera la peor catástrofe golfística de la historia.
Van de Velde nació el 29 de mayo de 1966, en Mont-de-Marsan, una localidad francesa de 30.000 habitantes, ubicada en el noroeste del país. Era el menor de cinco hermanos y su familia tenía orígenes belgas: su apellido significa "del campo".
Los Van de Velde tenían una casa de veraneo en Hossegor, en la costa del Atlántico, así que todos los veranos la rutina era ir a la playa, navegar y relajarse en la arena. Toda la familia iba a la playa. Pero él no. No le gustaba para nada, por lo que se quedaba en la casa con una niñera. Fue esta actitud rebelde, justamente, la que definiría su futuro.
Mientras estaba con la niñera, se pasaba horas mirando por la ventana. ¿Qué observaba? Pues cómo jugaban al golf, ya que la parte de atrás de su jardín era el hoyo cuatro de una cancha y el frente era el hoyo seis. Nadie en su familia sabía nada de golf, un deporte que todavía era considerado de elite en su país; pero Jean empezó a insistirles a sus padres para que lo llevaran a una cancha a jugar.
Aturdidos por sus repetidos reclamos, en julio de 1972, cuando él tenía solo seis años, los padres lo llevaron a jugar al golf, pero, para su desilusión, no fue en un campo "de verdad", sino en un golf reducido en una placita de Mont-de-Marsan. De todos modos, eso duró solo un mes, porque el padre se cansó y dijo: "Llevémoslo a un golf de verdad".
Él era el único chico en el club de golf al que lo llevaron. Según él mismo relata en el episodio 8 de la serie Losers, que se puede ver por Netflix , como en ese tiempo no había palos de golf para niños, el profesor tomó uno de sus palos viejos y lo cortó, para que él pudiera jugar. Ahí mismo le dio su primera clase. Al otro día, Jean volvió y el profesor le cortó un palo distinto. "Ahora tenía un hierro 9 y un putter", recordó.
Se obsesionó con el juego y empezó a hacer eso todo el tiempo. En 1995, ganó su primer campeonato juvenil. Según cuenta el propio Van de Velde en la serie mencionada, le ofrecieron becas de estudio en los Estados Unidos , también podía estudiar en Francia o, elegir la tercera opción, que era convertirse en jugador profesional de golf: como era de esperar, escogió esta última. A su padre, un industrial muy próspero, no le gustó la idea.
Hasta ese momento, la gente no miraba tanto golf en Francia y era un deporte un poco despreciado hasta por los propios periodistas deportivos. Pero eso empezó poco a poco a cambiar, cuando Van de Velde hizo sus primeras apariciones en torneos medianamente importantes. Todos se ilusionaron con tener un golfista campeón.
Llegó a ser considerado el mejor jugador de golf de toda Francia. No solo eso: era indiscutido. Empezó a ganar dinero y a demostrarle a su padre que también podía vivir muy bien haciendo lo que lo apasionaba. Pero para esas alturas estaba claro, para el público, para el periodismo especializado y para él, que debía dar el salto internacional.
Con eso en mente, en 1993 se tomó vacaciones en la playa, algo que, como se dijo, nunca le había gustado, pero que por alguna extraña razón esta vez escogió. Volvió renovado, en mentalidad y en juego. Así fue cómo enseguida ganó el Máster de Roma, escaló a las tapas de los diarios y se convirtió, para los franceses, en el campeón que estaban esperando.
Pero fue en 1999, cuando ya había embolsado 2,5 millones de dólares, cuando le llegó la gran oportunidad de su vida: la posibilidad de jugar el Abierto Británico, el campeonato profesional más antiguo del mundo, que es además considerado el más importante del planeta. Se juega en Escocia, la cuna del golf, y es un campo muy difícil, temido por todos los jugadores.
Jean, que estaba rankeado en el puesto 152 en el mundo, se sentía preparado y tranquilo a la hora de enfrentar este desafío, que tenia un condimento especial: desde 1907, cuando Arnaud Massy había ganado ese torneo, ningún francés había logrado levantar esa copa.
Un amigo de Jean cuenta en la serie Losers que en un principio solo había 15 franceses alentándolo; se trataba de un grupo de allegados que habían juntado un poco dinero y habían cruzado el Canal de la Mancha para estar junto a él en ese momento tan esperado.
El primer día no anduvo muy bien. Pero en la segunda jornada, con 68 puntos, se convirtió en la sorpresa. Hizo golpes increíbles. Todos estaban enamorados de este francés de buenos modales y juego agresivo. El último día, Van de Velde llegó como líder absoluto al último hoyo (el 18 de la cuarta vuelta y el 72 de las cuatro jornadas completas), con tres golpes de ventaja.
Haciendo un doble bogey, era campeón. Lo tenía ganado, ya que días antes había hecho ese hoyo "de taquito", es decir, con sobrada solvencia. Su nombre estaba a punto de ingresar en la historia grande del golf. Estaba a minutos de convertirse en héroe nacional y en una estrella mundial del golf. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
Para encarar ese último hoyo del major, Jean eligió el palo que podía meterlo en problemas: el drive. Su primer tiro fue malo y la pelota cayó en una isla que quedaba en la calle del hoyo 17. Todavía tenía grandes chances de coronarse, pero tiró tan mal otra vez que la pelota rebotó en la tribuna y se perdió entre la maleza. Aun así, seguía con posibilidades de ganar, pero, nuevamente, golpeó de una manera horrible: la pelota cayó en el arroyo Barry Burn y se hundió en el agua.
Viendo que era casi imposible golpear la bola hundida en el agua, Jean decidió emplear un drop (una penalización de un golpe para sacarla del arroyo). Pero a estas alturas ya estaba claro que ese domingo no era su día de suerte. Su quinto golpe fue al bunker, el sexto fue el approach y finalmente embocó en el séptimo, con lo que logró rescatar un empate.
En el desempate, cerró una jornada negra perdiendo con Paul Lawrie.Nunca más Van de Velde tuvo esa chance de alcanzar la gloria máxima. Pero sí alcanzó un lugar en el libro de los récords, puesto que quedó grabado a fuego como el protagonista de la mayor catástrofe en la historia del golf moderno.
Cuando le preguntaron cómo se recuperaría de esta frustración, respondió: "Dentro de cien años, nadie se acordará de lo sucedido". Puede que el tiempo le de la razón, pero lo cierto es que al otro día el USA Today, el diario de mayor tirada en los Estados Unidos, no eligió la foto del ganador del Open para ilustrar su tapa deportiva, sino que escogió una imagen gigante del pobre Jean con los pantalones arremangados, el agua hasta los tobilllos y la mirada perdida en las aguas del arroyo Barry Burn. Su infausta actuación ya había dado la vuelta al mundo.
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