La estrategia oficial profundiza la desigualdad
Los grandes empresarios y el gobierno nacional coinciden en reclamar moderación a los trabajadores a la hora de la discusión salarial. Más aun, la política económica busca anclar salarios a una tasa inferior a la inflación. En términos generales, se trata de una idea que busca responsabilizar a los salarios del aumento de los precios y constituye como tal un dispositivo falaz, regresivo y peligroso.
Falaz en términos conceptuales, ya que no es la evolución del salario lo que explica el proceso inflacionario, sino el déficit que en materia de inversión (tanto en magnitud como en calidad) ha tenido nuestro país durante los años de crecimiento acelerado. Regresivo, en tanto se busca el disciplinamiento de los trabajadores, en lugar de asumir que lo que hay que discutir es de qué manera la regulación pública logra disciplinar el comportamiento inversor de las grandes firmas y conglomerados empresarios. Peligroso, en tanto busca anclar salarios en simultáneo con una mayor aceleración del tipo de cambio (de marzo 2013 a marzo 2012 el tipo de cambio oficial aumentó un 18% anual, más del doble de un año atrás, cuando había aumentado un 7,6 por ciento) y un incremento de las tarifas de servicios públicos (que van del 20% al 80% según el caso), lo cual lejos de contener no hace más que profundizar el proceso inflacionario.
Resulta evidente que la estrategia oficial induce un deterioro en la calidad de vida de los trabajadores como modo de restituir mayor rentabilidad al capital concentrado, en la vana esperanza de que éste modificará su comportamiento habitual de fugar capitales y los destinará a financiar un proceso de reinversión productiva del excedente. Pareciera como si el Gobierno no hubiera tomado nota de la abultada apropiación del excedente que se realiza en la economía argentina. En efecto, según los datos oficiales del Indec para 2012, cada trabajador en la Argentina produce un valor de $ 71,50 por cada hora trabajada, mientras que se le pagan en promedio sólo $ 20,80 por la misma hora. La diferencia de $ 50,70 es el excedente económico por hora trabajada, que es apropiado en primera instancia por los empresarios.
Traducido en términos de la jornada laboral, cada trabajador en una jornada de 8 horas diarias, recibe apenas 2 horas y 20 minutos en concepto de salarios, mientras que el excedente económico representa 5 horas y 40 minutos. Para el caso de las 500 empresas más grandes, la situación es incluso más desigual, a pesar de que en estas firmas el salario promedio es sustantivamente mayor que en el resto de la economía (de $ 10.100 en promedio versus $ 3200). En estas empresas, la hora trabajada rinde $ 267,63 en promedio, mientras que la retribución por esa hora trabajada es de $ 64,75. Por ende, la diferencia de $ 202,88 representa el excedente económico apropiado por estas grandes firmas. En términos de jornada laboral, el salario de los trabajadores de estas empresas representa 1 hora y 50 minutos (es decir 30 minutos menos que en el promedio de la economía) y el excedente empresario representa 6 horas de cada jornada laboral.
Por si fuera poco, a la flagrante desigualdad se suma la distancia entre el ingreso promedio de los ocupados ($ 3700) y una canasta familiar elemental ($ 7318). Esto explica que el 60% de los hogares no cubran esa canasta y, como consecuencia de ello, tengan problemas para llegar a fin de mes. Profundizando la mirada, el cuadro social indica que el 31,5% de los hogares tiene ingresos inferiores a la línea de pobreza de $ 3462 y el 11% tienen ingresos inferiores a la línea de indigencia de $ 1936.
Efectos de la moderación salarial
Resulta claro entonces que es sólo la decisión de perpetuar la desigualdad la que explica el pedido de moderación salarial y que éstos no puedan crecer, por ejemplo un 30 por ciento. En efecto, si se aumentara un 30% los salarios sin que esto se traslade a los precios, el salario por hora equivaldría a $ 27 (en lugar de $ 20,80) y el excedente empresario seria de $ 44 (en lugar de $ 50,7).En términos de jornada laboral, el salario representaría 3 horas de la jornada (en lugar de las 2 horas y 20 minutos) y el excedente representaría 4 horas y 50 minutos (en lugar de las 5 horas y media).
La Argentina no sólo puede (dada la profunda desigualdad) sino que debe (dada la elevada necesidad) empezar a transitar el cambio estructural que permita en el corto plazo otorgar aumentos salariales y de ingresos a los sectores populares sobre la base de redistribuir en serio, y no sólo en el discurso, el excedente generado. De más esta decir que este objetivo requiere una batería de medidas que brinden consistencia a esta estrategia. En el contexto de desigualdad e inflación que atravesamos resulta indispensable pensar en instrumentar un pacto social que pueda articular en simultáneo dos objetivos: por un lado, el financiamiento de un piso de ingresos, derechos y garantías para el conjunto de los hogares; por otro, la puesta en marcha de un pacto por la inversión que permita relanzar el crecimiento.