Marcia Clarck solo tenía que empujar esa pelota que le habían dejado picando en el área para convertir el gol de su vida. Luego de años de acumular prestigio como fiscal en casos de asesinatos, el destino la ponía frente a la oportunidad de su vida: con todas las pruebas y los indicios a su favor debía lograr que condenaran a la estrella del fútbol americano y actor de cine O. J. Simpson. "Lo tenemos", dijo. Pero un año después, contra todos los pronósticos, el acusado era declarado inocente y ella decidió dejar su trabajo.
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Marcia Kleks, que luego sería mundialmente conocida como Marcia Clark, nació el 31 de agosto de 1953 en Alameda, una ciudad de 70.000 habitantes ubicada en el estado de California , Estados Unidos . Era hija de Rozlyn Masur y Abraham Kleks, que había nacido en Israel y había trabajado como químico para la Administración de Alimentos y Medicamentos (la FDA).
Se crió en una familia judía ortodoxa, junto con sus padres y un hermano seis años menor, que luego se recibiría de ingeniero. Como el trabajo de su padre en la FDA requería movilidad, la familia vivió en California, Nueva York , Michigan y Maryland. En la actualidad, Marcia reside en Calabasas, una pequeña ciudad de 30.000 habitantes, fundada en 1991, en California.
Según ella misma contó, cuando tenía 17 años sufrió algo que le cambió la vida: fue violada durante un viaje a Eilat, en Israel. Al ser consultada sobre ese tema, dijo que fue una experiencia con la que recién trató años más tarde, pero que, sin dudas, influyó en su decisión de convertirse en fiscal.
Cursó sus estudios secundarios en el Susan E. Wagner High School, un instituto público de Staten Island, (Nueva York). Posteriormente, en 1976, se graduó en Ciencias Políticas en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Poco después, obtuvo un doctorado en Derecho, en Southwestern University School of Law.
En 1976, Clark se casó con Gabriel Horowitz, un israelí que era jugador profesional de backgammon y al que conoció mientras estudiaba en UCLA. Se divorció en 1980, sin hijos, por medio de un divorcio exprés. El mismo año de su divorcio, se casó en segundas nupcias con Gordon Clark, un programador informático que trabajaba para la Iglesia de la Cienciología. El matrimonio, que tuvo dos hijos, nacidos en 1990 y 1992, se divorció en 1995.
Comenzó a trabajar en la Corte Estatal de California en 1979, convirtiéndose en fiscal de Los Ángeles en 1981. Se destacó mucho en su trabajo, ganando varios casos criminales. Logró acumular una impresionante trayectoria en el manejo de casos de asesinatos. Uno de los casos en los que consiguió relevancia tuvo lugar en 1991, cuando procesó a Robert John Bardo por el asesinato de la estrella televisiva Rebecca Schaeffer.
Pero fue en junio de 1994, cuando tenía 41 años, que le cayó el juicio de su vida. El ídolo del fútbol americano, Orenthal James Simpson, más conocido como O.J. Simpson, estaba acusado de asesinar, el 12 de junio de ese año, a su exesposa Nicole Brown Simpson y a un amigo de esta, Ronald Goldman.
Simpson era el único sospechoso lógico del crimen, había sido ya condenado por propinarle una paliza –condena a ejercer servicios sociales que saldó con una donación a la Fundación Ronald McDonald– y tenía un largo historial de denuncias por violencia de género, según se detalla en una nota en el diario El País, de España.
Eso no es todo. Se encontró un guante ensangrentado en la escena del crimen y el otro guante del mismo par en casa del exmarido, cuyo coche también estaba manchado de sangre. Había huellas de unos zapatos de Simpson, zapatos que, después se supo, él tenía y que pertenecen a una exquisita marca italiana que solo fabrica 100 pares al año. "Ah, y el ex marido tenía la mano derecha lesionada y se contradijo a la hora de explicar esa lesión. Las evidencias se amontonaban, aquello tenía que ganarse solo, sería cuestión de unir los puntos", se señala en el artículo de El País.
Con todo esto a la vista, Marcia comprendió en el acto que era la oportunidad de su vida. Había sangre de O.J. en la escena del crimen y los primeros interrogatorios que le hicieron mostraron que no tenía una coartada creíble. Era un regalo caído del Cielo. Ganaría el juicio del siglo, encarcelaría al ídolo popular y llegaría a lo más alto en su función. Solo había que empujar esa pelota para que fuera gol. Pero, siempre hay un "pincelazo"…
Lo que parecía imposible, sucedió el 3 de octubre de 1995: 11 meses después de iniciado el juicio, que fue considerado como el primer reality de TV, O.J. Simpson fue declarado inocente y el mundo de Marcia se derrumbó. Padeció más ella ese juicio que el propio acusado. En los 134 días que duró el juicio, fue víctima de misoginia, blanco de burlas por su peinado y expuesta por episodios de su vida privada.
Además, cayó un par de veces en las trampas y zancadillas que le tendieron los abogados del "Dream team" contratado por O.J. Ese equipo de lujo estaba integrado por Robert "Bob" Shapiro, Johnnie Cochran –fallecido en 2005–, Robert Kardashian –padre de las famosas hermanas Kardashian, que murió en 2003–, Barry Scheck, F. Lee Bailey, Carl Douglas y Peter Neufeld).
Una escena de la exitosa serie "The People vs. OJ Simpson" (American Crime Story), que relata toda esta historia y que está disponible en Netflix , retrata hasta dónde llegó su sufrimiento. Cansada de que hasta sus propios superiores le dijeran que tenía que cambiar su imagen, se hizo un peinado nuevo. Al otro día, al llegar al estrado, saludó diciendo "buenos días" y el propio juez del caso, Lance Allan Ito, la cargó: "¿Está segura de que son buenos días"?, mientras miraba su peinado.
Tuvo también algunos errores propios. Por ejemplo, se inclinó por un jurado con mayoría de mujeres negras, porque sostenía que ella era querida por estas mujeres y argumentaba que éstas votarían en contra de un hombre negro que las había dejado de lado para casarse con una "blanca". Pero falló en su cálculo. Según se supo después del juicio, las mujeres negras votaron "inocente".
Como queda claro en el documental "O.J.: Made in America", que consiguió entrevistar a dos de ellas, las mujeres negras del jurado detestaban especialmente a Marcia Clark. La mayor de ellas, Carrie Bess, gira el pulgar hacia abajo cuando oye el nombre de Clark. Bess también admite en el documental que dejar libre a Simpson era para ella "la revancha por Rodney King", un correctivo a la América blanca.
En medio del proceso, Marcia hasta perdió a su primer compañero fiscal, Bill Hodgman, que tuvo un ataque al corazón en pleno tribunal y debió abandonar su tarea. El que eligió en su reemplazo, Christopher Darden, no tuvo una gran actuación: se lo culpa de caer en la trampa que le tendió Shapiro: lo incitó a pedir que O.J. se probara los guantes encontrados en la escena del crimen (Shapiro ya se los había probado y sabía que no le entrarían). Efectivamente, los guantes no le entraron al acusado y eso pesó en el jurado.
Hubo mil factores que inclinaron la balanza a favor de O.J., que antes de ingresar a la cárcel había protagonizado una persecución de película, pero el "clavo en el ataúd de Marcia" fue la estrategia del dream team de encuadrar el juicio en una batalla racial de policías blancos que querían arruinar a un ídolo negro.
En efecto, la defensa, liderada por Cochran, enfocó el caso exclusivamente desde el ángulo racial, aludiendo a la historia reciente de brutalidad policial y racismo en la policía de Los Ángeles (con casos como el de Rodney King o el de Latasha Harlins, una adolescente negra tiroteada sin motivo alguno por una dependienta coreana que fue absuelta) y pintando al millonario como un negro más, víctima del sistema.
Para colmo, en un giro clave, el "Dream Team" encontró las llamadas "Furhman tapes", las cintas de una joven guionista en las que se oía perfectamente al detective que detuvo a Simpson, Mark Fuhrman, decir "nigger" (negrata) hasta 41 veces.
Todo esto más las fallas de Marcia, dejaron libre al principal acusado en un juicio que parecía decidido de antemano. Solo hacía falta empujar esa pelota que picaba cerca del arco, pero ella la tiró afuera y definió en parte su propia suerte: decidió abandonar la fiscalía para siempre, luego escribió un libro contando su visión sobre el juicio (Without a doubt, de 1997) y finalmente se convirtió en una activa defensora de los derechos de la mujer.
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