Las pepas de membrillo y un sueño que se concretó
En 1994, José Saia producía alimentos de panadería en un horno que tenía en su casa. Julio Tereñes también trabajaba en el rubro alimenticio y hace poco tiempo se había independizado y vendía harina para panaderías. Durante un día de trabajo, Tereñes fue a buscar un nuevo cliente y terminó encontrándose con Saia, que era un viejo compañero de trabajo a quien no veía hace casi una década.
Durante su reencuentro, ambos se dieron cuenta de que compartían un mismo sueño: crear una galletita pepa de membrillo de la calidad artesanal de una panadería, pero que se pudiera reproducir de manera industrial. Por eso, en el mismo día de su reencuentro decidieron juntarse y concretar un pequeño emprendimiento. Así fue como crearon Terepín.
El nombre surgió de la unión de Tere (por el apellido de Tereñes) y Pin (por el apodo de Saia). El logotipo es un muñeco, que personifica a un panadero que está degustando el membrillo que se usa para hacer las pepas. Con esta imagen quisieron reflejar la característica artesanal del producto, que la empresa tomó como guía desde sus comienzos.
Las coincidencias continuaron, ya que el lugar que consiguieron para comenzar con su empresa fue el mismo en el cual se conocieron años atrás. Se trataba de la firma Capri, que había dejado de producir en la planta en la que ellos trabajaron y en ese momento estaba disponible.
Según la compañía, uno de los sucesos que cambió su historia fue la crisis económica de 2001. En aquel momento, el hecho de no tener deudas con proveedores les permitió mantener el abastecimiento y continuar con un espacio en las góndolas, que otros productos dejaban libres. Por otra parte, el incremento en la producción logró dividir los costos y lograr un precio más competitivo, que hasta el momento estaba por encima de la competencia.
Terepín, que comenzó como un emprendimiento de dos personas tiene, después de casi veinte años, 150 empleados. La producción es de 32 toneladas diarias y se ampliaron los sabores de las pepas a frutos del bosque, mango y batata, aunque, según la empresa, el que más prefieren los argentinos es el clásico de membrillo.