Metros cuadrados más arte, la fórmula ganadora
La tendencia hizo pie en Miami, donde dos desarrolladores argentinos les pusieron el moño a sus inversiones sumando el valor agregado del arte contemporáneo. Eduardo Costantini pagó cerca de 12 millones de dólares por dos esculturas de Jeff Koons para exhibir en el proyecto Oceana, de Bal Harbour. Al hacerlo colocó sus torres Ocean View a la cabeza del ranking de las más cotizadas de Collins.
Ballerina, una de las esculturas, es una magnética muñeca metalizada que fue exhibida primero en el exclusivo shopping y luego en la terraza del Malba. En ambos casos resultó un imán irresistible para la selfie y la imagen se viralizó derramando su popularidad sobre el proyecto inmobiliario.
Alan Faena le encargó a Juan Gatti, artista argentino que vive en Madrid y colaboró con Almodóvar, los frescos del lobby de ingreso al hotel cinco estrellas que lleva su nombre. Luego sumó obra de la argentina Gachi Hasper y de varios artistas latinoamericanos al patrimonio del distrito de arte ubicado en North Miami, posicionando el valor del metro cuadrado de los exclusivos condos que levantó asociado al inversor ruso Len Blavatnik, multimillonario nacionalizado británico, mayor benefactor del último edificio de la Tate Modern de Londres, que por decisión de su director, Nicholas Serota, se llamará Blavatnik.
Pero, sin duda, el precursor y mejor ejemplo de esta alianza entre arte y real estate ha sido y es Jorge Pérez, quien más metros ha construido en Miami. Nacido en Cuba y criado en Buenos Aires, le puso su nombre al museo de arte contemporáneo de Miami tras una suculenta donación.
Los edificios de Related Grouped, desarrolladora de Pérez dirigida por el argentino Carlos Rosso, están asociados a Botero, Cuttica y a Fabián Burgos, autor del mural de 35.000 pies para la torre Brickell Heights. Las obras de arte valorizan el metro cuadrado, al trasladar al propietario el disfrute y el prestigio de una obra de colección.
La última puntada la dio Related con la compra, en Miranda-Bosch, del mural de Gachi Hasper que ambientó la fiesta anual del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires semanas atrás. El motor de la idea fue la galerista Eleonora Molina, artífice de la sinergia entre la firma de Sebastián Miranda y Francho Bosch, especializada en propiedades premium. Esta alianza puede resultar un factor dinamizador del mercado de arte. De hecho, algunos edificios porteños, por decisión de sus dueños, sumaron arte actual al lobby, como sucede con la torre de Viñoly en Plaza Alemania, con su espléndido Siquier en planta baja.
En el lanzamiento de las nuevas torres de Puerto Madero, Related Group exhibió una gran obra de Yuyo Noé, adquirida para la colección Pérez y anunció que en la plaza circundante de los futuros edificios se instalarán esculturas de Marie Orensanz y Nicola Costantino.
En este sentido, vale la pena recordar que la ciudad de Córdoba fue pionera en esta tendencia con la aprobación de la ordenanza 8545, de julio de 1990, que determina la incorporación de por lo menos una obra de arte en edificios públicos y privados.
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