Moreno, el hombre que provoca y presiona a los empresarios
Negociador duro, los sorprende con un lenguaje poco convencional y agresivo
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Llama, negocia, promete, prepotea, concilia, humilla, estudia, insulta, reclama, analiza, amenaza. Si hay algo de lo que no se puede acusar a Guillermo Moreno es de un vicio que ha degradado a varios funcionarios públicos del mundo, hoy y siempre: querer congraciarse en privado con todas las empresas para, eventualmente, al abandonar el poder, ser recibidos con los brazos abiertos por el sector privado.
Pero no. El secretario de Comercio Interior, encargado de custodiar la inflación y de promover los acuerdos de precios, se ha convertido en los últimos tiempos en el hombre que mayor irritación provoca entre hombres de negocios que aceptan mudos sus poco sutiles sugerencias.
¿Cómo indisciplinarse -razonan los empresarios- ante quien no sólo cuenta con el apoyo incondicional de Néstor Kirchner, sino que incluso es capaz de endilgarles públicamente, en la propia cara, juegos de palabras con los apellidos? Lo sufrieron Cristiano Rattazzi, presidente de Fiat Auto, a quien llama Rattonazzi, o Pascual Mastellone, dueño de La Serenísima, Pascual Don Corleone para Moreno.
"Pibe", es el vocativo más empleado por Moreno en las reuniones con dirigentes. Probablemente, el empresario saldrá del encuentro con pedido expreso de reserva ante la prensa, a la que a lo sumo dirá, si se le pregunta, que fue una charla "cordial". Ejecutivos extranjeros se han sorprendido ante los gentilicios con que han sido definidos en esos encuentros personales: franchute, brazuca...
Que a nadie se le ocurra cuestionar al Gobierno públicamente. Tuvo que padecerlo Mastellone después de una entrevista que le concedió a la revista Fortuna, en cuya tapa se consignaban sus palabras: "Por culpa de Moreno, La Serenísima refinancia". Días después, la compañía publicaba en varios diarios una solicitada de apoyo al Gobierno.
Economista, egresado de la Universidad Argentina de la Empresa, Moreno está obsesionado con los costos. De ese eslabón suele arrancar su discurso para desarrollar toda una lógica que termina en lo que, según él, debería ser el precio final. No acepta, por ejemplo, el argumento petrolero de que el crudo tiene un valor internacional: dirá, en cambio, que producir el barril cuesta en la Argentina apenas ocho dólares y que el precio interno, aunque en Texas supere los 50, debería bajar.
El secretario, que no contestó esta semana a los llamados de LA NACION, es meticuloso en su trabajo. Puede citar a los empresarios a las seis de la mañana a su despacho. Cuando sean las 23, es probable que siga en funciones, en el mismo lugar. No excesivamente moderno para vestirse, usa camiseta de frisa debajo de camisas que suele arremangarse. Puede llamar diariamente, como lo ha hecho con Alberto Alvarez Gaiani, representante del sector alimenticio, para insistir con su bandera de No a los aumentos. La persecución no se circunscribe a encuentros cara a cara: se ha tomado el trabajo de pedirle a cada ejecutivo su número de teléfono celular y puede requerirlo a las 7 de la mañana de un domingo, cuando el hombre se prepara, por ejemplo, en el tee del hoyo 1, para jugar al golf. Varios empresarios se han encontrado, al llegar a su oficina, después de reunirse con él, con 3 o 4 llamadas que Moreno hizo mientras su interlocutor recorría el camino de regreso.
Sólo con economistas
¿Cuál es tu formación?, suele preguntar Moreno en estos encuentros. Porque él, dice, sólo habla con economistas. Lo lamentó hace un par de meses el máximo ejecutivo de una generadora eléctrica, cuando le contestó que era ingeniero y que la empresa necesitaba precios adecuados al mercado. Pibe, eso que te enseñaron, el mercado, es todo verso, empezó, y adoctrinó, una vez más, con su lógica de costos y beneficios. La reconciliación llegó al final, cuando el ejecutivo le contó que era hincha de Racing. Moreno trocó entonces su agresividad por una actitud que bien podría identificarse con cualquier personaje de Guillermo Francella. Lo abrazó y se disculpó: Pibe, olvidate de todo lo que te dije.
"Siempre creyó en eso. No sobreactúa, tiene sus convicciones", definió ante LA NACION alguien que lo conoce desde la universidad. "Es un poco triste todo esto -objetó un dirigente empresarial-. Va a pasar a la historia como el tipo que arruinó a varios sectores. No le importa el futuro: solamente quiere bajar el índice de precios."
Al igual que a Kirchner, lo publicado lo desvela. Una compañía soportó fuertes reclamos por expresar en los diarios pérdidas financieras. En la Argentina de Kirchner nadie pierde plata, explica Moreno. Y, hace dos meses, varias alimentarias recibieron de su parte la sugerencia de no hacer publicidad en medios que, según la lógica oficial, están en contra del Gobierno.
Una cementera entendió a mediados de año, luego de una charla con el secretario, que se vería sometida a bloqueos del camionero Hugo Moyano si aumentaba los precios. Y productores de yerba supieron, también de primera mano, que cualquier suba los expondría a severas inspecciones de la AFIP. Te puedo a hacer echar, es otra de sus típicas advertencias.
Durante un número cómico en un reciente seminario textil, en la Rural, Nito Artaza hizo un chiste acerca de la presión de Moreno sobre los precios. La ocurrencia, festejada con aplausos y consignada por LA NACION, molestó al secretario, que citó horas después a los representantes de los comercios para pedirles rebajas para el Día de la Madre. ¿Se están burlando de mí?, se ofuscó.
Dos ejecutivos petroleros, uno de ellos joven, se encontraron con él hace pocos días. Le explicaron que la producción caía y que la Argentina se vería obligada a importar crudo pronto. Moreno bromeó: Vos, que sos viejo, quedate en el sector porque te queda poco; vos sos más joven: ¿por qué no cambiás de trabajo?
¿Por qué los empresarios no contestan?, ha preguntado LA NACION infinidad de veces a varios ejecutivos. La respuesta más elocuente provino del agro: "Mire, yo represento a una empresa. Si un tipo del consorcio de mi edificio me trata así, lo cago a trompadas. Acá no se puede".
Ante la prensa, Moreno es más amable que muchos funcionarios del Gobierno. Días atrás, en un cóctel empresario, LA NACION lo consultó sobre un tema espinoso: listas de precios máximos, atribuidas a su secretaría, circulan por el mercado de Liniers. Saludó, dio la mano y, sin inmutarse, contestó: "Desconozco".
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