De hielo a arena: tras una larga crisis, cerró la mayor pista de patinaje de Buenos Aires
En ocho meses la pista de Alpina Skate pasó de ser hielo a arena. En marzo, ante las restricciones del aislamiento, la empresa cerró sus puertas y nunca volvieron a abrir. Era una de las pocas pistas de patinaje sobre hielo que había en la Ciudad y que recibía a grupos de amigos y familias fanáticas del patinaje desde hace décadas.
"El hielo se ha derretido y no vamos a poder volver a ofrecértelo. La situación y las deudas nos han excedido, y es por ello que, con inmenso dolor, anunciamos el cierre". Así comienza el comunicado que hizo su dueño a través de Facebook.
El local donde se encontraba la pista de Flores tenía más de 400 metros cuadrados. El pago de $300.000 de alquiler y los $230.000 de consumo de electricidad se hicieron imposible de pagar ante la nula facturación que tuvo la empresa durante este último tiempo. Estos importes llegaron durante el aislamiento aún con la pista cerrada y el compresor apagado.
"El problema venía de la prepandemia, hace tiempo que la actividad venía golpeada", aseguró Diego García Barthe, dueño del lugar, y agregó que sumado a esto, los gastos de electricidad entre 2015 y 2019 aumentaron un 800%. "Desde octubre del año pasado hasta comienzos de este año los números ya daban en rojo", dijo.
Al segundo día del aislamiento, viendo los noticieros y todo lo que pasaba en Europa, Diego decidió "apagar la pista" porque no veía en el corto plazo una posible reactivación de la actividad. "Iban pasando los meses y se fue derritiendo el hielo. Quedo agua y después arena", explicó.
La cañería de hierro está cubierta de arena, que en épocas normales no se llega a ver, pero es la capa que permite que se distribuya el frío de una manera pareja. Arriba de esta, es donde se agrega el agua que se congela y forma la última capa de hielo.
Por mes solían ir entre 2000 y 2400 personas y en las vacaciones de invierno la pista tenía picos de 4000 visitas. La gente solía ir por la tarde y los fines de semana. Además, el lugar también contaba con clases de patinaje artístico y de horarios para entrenamiento de equipos de hockey.
El último adiós
El domingo fue la última apertura de puertas. "La gente sabía que la pista estaba derretida, pero me pedía ir igual", afirmó. Y así fue, a las 10 de la mañana volvieron a abrirse las puertas y hubo fila en la vereda hasta las dos de la tarde.
Bajo los protocolos permitieron el ingreso de grupos reducidos. "Para llegar a la pista, sacarse alguna foto y despedirse", dijo. Asistieron alrededor de 100 y 200 personas y fueron muchas las que se llevaron arena como souvenir.
Ese día también hubo un buzón para que cada uno de los que asistieran colaboren "a voluntad" para ayudar a reducir la deuda de electricidad de estos meses.
"La gente que venía a patinar acá era habitué desde hace varios años", dijo. Diego alquila el lugar desde 2012 y aseguró que nunca lo vio como está hoy. En estos días tiene que liberar las instalaciones porque el propietario del local quiere destinarlo a otra actividad. "Aceptaría que no le pague los meses de alquiler que debo, pero la condición es que me vaya rápido", explicó.
Por estos días, en la Ciudad de Buenos Aires solo queda una pista: Winter, en Caballito, que sobrevive después de más de 200 días de cuarentena.
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