Empezó cocinando en el garage de su familia y hoy factura millones al año
Con una batidora, un horno y una mesada, Franco Kalifón creó Kali’s en 2019; actualmente, suministra a las hamburgueserías más importantes de Buenos Aires
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Todo empezó con una pasión de la infancia y una costumbre familiar. En la casa de Franco Kalifón, de 30 años, la cocina era el centro neurálgico. A todos les gustaba cocinar y comer. Quizás ese fue el comienzo del sueño que devino en un emprendimiento exitoso, Kali’s pan, creado en 2019 por dos amigos de la vida que decidieron asociarse para cumplir el sueño de uno de ellos: dedicarse a la fabricación de panes blandos y conquistar el mercado argentino.
“Yo comencé desde muy chico. Siempre me interesó todo lo relacionado con la comida”, cuenta Kalifón, mientras recuerda una anécdota con su abuela: ir a visitarla no era llegar y sentarse a la mesa, todo lo contrario. Pasar el día con ella implicaba ir al mercadito a comprar la carne, las verduras, elegirlas, entender por qué un tomate sirve y otro no. Después, juntos, cocinar. “Cuando terminé el colegio empecé a estudiar gastronomía. Tuve la suerte de animarme a transformar ese hobby en algo profesional”, continúa.
Animarse implicó asociarse con Martín Calzetti, un amigo de la infancia que actualmente complementa el conocimiento gastronómico de Kalifón con su experiencia administrativa. “Creo que una de las tantas cosas lindas que tiene esta empresa es la sociedad que armamos y seguimos armando con Martín, mi socio y amigo”, agrega el emprendedor.
Vínculos profesionales
Kalifón estudió gastronomía en Ott College y tuvo la suerte, como él dice, de hacer temporada en un restaurante de Francis Mallmann. “En esa época era una esponja: entendía que era el momento de aprender, de trabajar muchas horas, de dedicarle tiempo a todo esto que me encantaba”, remarca.
Además de esa experiencia clave y de haber trabajado en varios locales gastronómicos, Kalifón vivió otro momento de quiebre cuando lo conoció a Luciano García, un reconocido chef y pastelero argentino, que en 2015 lo invitó a trabajar en su pastelería. “Me ofreció capacitarme y me enseñó no solo los valores dentro de la cocina, el trabajo en equipo, el compañerismo, sino también la generosidad afuera —explica—. Fue una persona que marcó mucho mi camino”.
Ahí, trabajando con García, el mundo del pan lo atrapó. Se dio cuenta de que ese era el camino que quería seguir: abrir su propia fábrica para llegar a todo el país.
Una historia de garage
En 2015 empezó a gestar su emprendimiento, una idea que finalmente bajó a tierra cuatro años después, en 2019, cuando con Calzetti, su socio, juntaron el presupuesto inicial -entre US$5000 y US$10.000, no recuerda con exactitud, pero asegura que no más- con el que pudieron adquirir una batidora, una mesada y un horno. Pusieron todo en el garage de sus padres y comenzaron el camino empresarial.
En ese entonces, Kalifón trabajaba todo el día, desde las 6 hasta la 1.30, en dos restaurantes. “Después volvía a casa, me pegaba una ducha y bajaba al garage a cocinar el pan. Lo recuerdo y se me pone la piel de gallina”, comenta y agrega que en seguida se sumó su papá para ayudarlos con la logística.
Kali’s empezó produciendo 100 panes por día. Hoy poseen una planta propia en Pacheco, con equipos optimizados y 20 personas trabajando con ellos. Este crecimiento llevó aparejado uno equivalente en la producción, que actualmente ronda los 25.000 y 30.000 panes por día, además de un estimativo de facturar $600 millones al año.
Un producto diferente
Si bien Kali’s se dedica a la producción de los denominados “panes blandos”, los típicos de pancho, de molde y de hamburguesa, la estrella es este último: “Tenemos la intención de que sea un pan húmedo, que no haga migas”, explica Kalifón y plantea esta característica como la principal distinción con otras marcas. “Antes se usaban panes altos. Yo entendí que iba a quedar mejor de otra manera, un pan más bajito, que se apelmace un poco más. El resto es historia”, añade.
En 2019 apareció su primer cliente, The burguer company. Después se cruzó con Big Pons, otra hamburguesería de renombre, con la que nació un fuerte vínculo: “Tenemos una relación muy buena, son dos marcas muy lindas. Sabemos que el laburo en equipo hace grandes cosas”, remarca Kalifón.
Luego, y gracias a su técnica particular, aparecieron otras marcas relevantes de la Argentina, como The foodtruck store, Kiddo, Arredondo y más. “El crecimiento de Kali’s fue un caso particular, porque fuimos nosotros los que tuvimos que ponerle un freno: nos gusta dar pasos más cortos pero firmes”, asegura el emprendedor.
Además de trabajar con hamburgueserías, los productos de Kalifón se venden en restaurantes, hoteles, a través de mayoristas y distribuidores. También se los puede encontrar en varias provincias del país. Pero la ambición no se detiene ahí: “La idea es que siga creciendo, llegar a toda la Argentina como una de las empresas de servicios de panificados líderes y, eventualmente, expandirnos a toda América Latina”, enfatiza.
Si bien Kalifón no niega los miedos e incertidumbres que surgen al momento de impulsar un proyecto propio, está convencido de que la flexibilidad y el poder de adaptación frente a los cambios y las adversidades son clave a la hora de animarse. “Hay que tener mucha perseverancia y estar muy decididos. Creer en el proyecto. No me arrepiento ni un día de todo lo que hicimos hasta ahora y de todo lo que está por venir”, concluye.
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