Johann Schobert se ganó la estima para toda la vida de un pequeño Wolfgang Amadeus Mozart, gracias a sus exquisitas composiciones y su estilo de vanguardia. Ya hacía un tiempo que este hombre, de particular talento, se había ganado un lugar en la escena musical del siglo XVII y gozaba de éxito, dinero y reconocimiento; pero una imprevista obsesión con unos hongos del bosque lo llevaron a la tumba.
Schobert había nacido en 1735 (está discutida la fecha exacta de su nacimiento), en Silesia, una región que en ese momento pertenecía al Imperio Austríaco, pero que hoy corresponde a Polonia. Poco se sabe de sus primeros años, salvo que era un apasionado de la música y que logró desarrollar su vocación.
Asociado por su estilo a la Escuela de Mannheim, también se ignora qué hizo en sus primeros años como músico, hasta que se casó con una francesa y se instaló en París, donde adquiriría gran reputación como compositor para clavicordio, autopublicando sus partituras. Menos venturosa fue, sin embargo, su incursión en el terreno operístico, que se saldó con el fracaso de su único título, El guardabosques y el cazador furtivo.
Tenía un gran talento y una técnica brillante. Era inigualable al teclado y su interpretación era de una pureza deliciosa. No era tan virtuoso como Johann Gottfried Eckard , por entonces el maestro por excelencia en París, pero tenía muchos más admiradores que éste, porque su música era siempre agradable. Sus composiciones eran encantadoras, y aunque tampoco merecían ser muy imitadas por otros, en ellas demostraba conocer los efectos y la magia de la armonía y escribía con gran facilidad.
Alrededor del año de 1760 Schobert entró al servicio del príncipe de Conti, como maestro de música y clavecinista de cámara.Pero pronto empezó a mostrar independencia de su patrón: tocó en salones parisinos, congregó a muchos estudiantes y, para promover sus publicaciones, organizó conciertos por suscripción.
Fue en Paris, también, donde conoció a Leopold Mozart, durante la gran gira familiar de éste y sus hijos, entre los que estaba, por supuesto, el niño prodigio Wolfgang Amadeus. El primer encuentro no fue bueno, porque Schobert se ofendió cuando Leopold comentó que sus hijos interpretaban sus obras con mucha facilidad.
Una alusión a esta cuestión puede leerse en The Mozart Compendium. A guide to Mozart´s life and music, editado por H.C. Robbins Landon. en esa publicación se dice cuenta que Leopold tenía temor de que Schobert ejerciera una influencia de mal gusto en su hijo.
De todos modos, como se dijo, Schobert se ganó la estima para toda la vida del pequeño Mozart, quien fue influenciado por sus composiciones en su juventud, y que continuó enseñando esa música a sus alumnos cuando fue más grande.La influencia de Schobert en Mozart se dio en un momento crucial, en el que se estaban produciendo importantes cambios en la sociedad y en la música. Introdujo innovaciones en los movimientos y también en la escritura de sus partituras donde daba fuerte prevalencia al piano. Es más, introdujo nuevos aspectos técnicos para este instrumento.
La música de Schobert era notable y de vanguardia, por lo que se convirtió en uno de los intérpretes de clave más apreciados de su tiempo. Su obra, para clave y de cámara, influyó de manera decisiva en el clasicismo vienés.
Aquel chico de origen incierto era ahora un reconocido compositor en Europa, ejercía influencia en la escena musical y podía darse la gran vida. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con sus manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
Poco después de su segundo encuentro con el niño Mozart, en 1767, Schobert se fue de paseo con su familia a las afueras de París y no tuvo mejor idea que ir a recolectar hongos comestibles al bosque de Saint Germain. Contento con sus setas, le dijo a su chef que se las cocinara para la cena, pero este se negó aduciendo que eran venenosas.
Obstinado como pocos, Schobert intentó de nuevo que le prepararan esos hongos en un restaurante de Boulogne, donde también se negaron. Finalmente, asesorado por un médico que le dijo que eran totalmente comestibles, él mismo preparó una sopa con ellos.
Su obsesión resultó fatal, ya que luego de tomar esa sopa, sufrió una grave intoxicación y murió, junto con su esposa, uno de sus hijos y un invitado. Se malogró así, a los 32 años, la vida de uno de los grandes compositores del siglo XVIII.
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