No nos caminen con el plan de autopistas
Como pocas veces, tengo en estos días la percepción de que los temas que son importantes para nuestro país y su organización económica se discuten sobre bases que involucran más las fantasías y los intereses personales de quienes están en situación de opinar e influir sobre las decisiones finales, que sobre la base de un análisis desapasionado que pueda medir costos y beneficios, y establecer los mejores caminos y soluciones a los problemas que enfrentamos.
La discusión sobre el Plan Laura para construir 10.000 km de autopistas por un grupo privado, sobre la base de aplicar un nuevo impuesto de 10 centavos al precio de los combustibles, y el modo en que está tratando de ser "vendido" a la sociedad a través de los medios de comunicación, ejemplifica la escena típica que se instala en la Argentina toda vez que aparece alguno de estos negocios, y que consiste básicamente en:
- Plantearlos como la llave maestra para la solución de un gran problema nacional.
- Presentarlos, además, como fruto de una sana iniciativa privada, en una época caracterizada por el justificado desprestigio de la capacidad de gestión del Estado.
- Y, en tercer lugar, enfatizar el contenido social-regional de las propuestas, la ausencia de costo fiscal, y su inclusión y armonía con los lineamientos de la política económica y la defensa de la estabilidad.
Respuestas para todo
A decir verdad, el Plan Laura es admirable, y parece tener respuestas para todo:
- Un mapa de desarrollo vial bien dibujado -al verlo imaginé el progreso... estaba allí-.
- Ofrecimiento de financiamiento puente para la iniciación de las obras -sentí en este punto un profundo agradecimiento por esta colaboración, ante el frágil estado de nuestras cuentas públicas-.
- Inclusión de 2781 km de rutas que satisfacen necesidades de integración regional, como la pavimentación de la mítica ruta 40, que une el norte y el sur del país bordeando la cordillera -la recorrí hace años en muchos tramos; atraviesa lugares increíbles y, ahora asfaltada, siento una profunda emoción-.
Asignaturas pendientes
Se trata, sin duda, de una gran presentación. Ahora bien, la realidad es otra:
- Es claro que nuestro país tiene grandes asignaturas pendientes en materia vial, aunque las principales parecen más vinculadas en lo inmediato a la insuficiencia de la red en múltiples puntos y conexiones, cuyo escaso tránsito no justifica económicamente la construcción y mantenimiento por el sistema de peaje, que a la necesidad de construir nuevas autopistas, salvo en los accesos a las grandes ciudades.
- El valor final de las obras está indeterminado, más allá del presupuesto ad hoc para justificar los 10 centavos del impuesto, y la construcción sería realizada por el grupo promotor por autoadjudicación directa, es decir, sin ningún mecanismo transparente de concurso de precios entre el Estado y las empresas constructoras.
- Aunque ciertamente habrá un concurso: será realizado entre diversos subcontratistas a fin de minimizar el costo de la construcción, y permitir la apropiación por los promotores, de la diferencia entre el precio al cual serán vendidas las obras al Estado (o a sus ciudadanos) a ser pagado con la recaudación del nuevo impuesto, y el costo real de las obras.
- En este sentido, resulta interesante preguntarse en qué consiste el papel central, la importancia estratégica o la razón de ser de este grupo promotor, en lugar de utilizarse el mecanismo de la licitación pública internacional por el Estado nacional para la contratación de los trabajos, algunos de los cuales están taxativamente incluidos en el Plan Quinquenal de Obras Públicas anunciado en 1996.
Teniendo presente, además, que el financiamiento puente necesario podría ser fácilmente obtenido en iguales o mejores condiciones, mediante la emisión de un Bono de la República Argentina en el mercado internacional de capitales.
- Que el plan tiene costo fiscal es harto evidente, al financiarse totalmente con impuestos. Ahora bien, dado que la recaudación se ingresa directamente de las compañías petroleras al grupo constructor y sin pasar por el Estado, alguien podría intentar presentarlo como un negocio entre privados que no aumenta el gasto público, y tampoco añade, en consecuencia, al programa económico.
Agradecimiento
De modo que, con estos argumentos a la vista y para finalizar esta nota, sólo me resta agradecer al ingeniero Guillermo Laura y a su grupo la presentación de tan interesante iniciativa, a la par que solicitarle al Ministerio de Economía y Obras y Servicios Públicos de la Nación que se dé a la tarea indelegable de proyectar el plan de caminos del país para los próximos 10 años, recopilando a ese efecto las necesidades que en materia vial tienen largamente estudiadas todas nuestras provincias y municipios, analizando su prioridad, el cronograma tentativo de ejecución y las fuentes de financiamientos disponibles.
(*)Economista y consultor de empresas.