Ocho de cada diez de las nuevas ocupaciones laborales son informales
Según un estudio de la OIT, el 82% de los empleos surgidos en la Argentina después del segundo trimestre de 2020 no tiene protección social; cuáles son las causas y por qué se advierte sobre el riesgo de una mayor informalización aún
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El 82% de los nuevos empleos surgidos en la Argentina en los últimos meses es informal. La cifra contempla lo ocurrido entre el segundo trimestre de 2020 y los primeros meses de este año, y el fenómeno tiene que ver, básicamente, con la predominancia de ese segmento de la economía en el proceso de pérdida de ocupaciones que hubo por efecto de la pandemia de Covid-19 y la cuarentena, y, en parte, también con la dinámica que tuvo el sector registrado, en el cual los puestos quedaron más protegidos y en el cual, además, se había reducido muy significativamente la cantidad de horas trabajadas, lo que hace que con una recuperación de la actividad (por el levantamiento de prohibiciones) no se genere la necesidad de nuevas contrataciones.
A eso se suma la falta de inversiones que generen más fuentes laborales en el segmento productivo formal, y el regreso a las tareas de quienes no habían podido hacerlas durante buena parte del año pasado: entre los informales esa imposibilidad se había traducido en el pase de muchas personas de la situación de ocupadas a la de inactivas o desocupadas, mientras que entre los formales -salvo casos como los de cierres de empresas, en los que hubo destrucción- los puestos tuvieron un mayor grado de preservación.
El dato mencionado en el primer párrafo surge de un estudio sobre empleo e informalidad en América Latina publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y elaborado por la economista Roxana Maurizio. El informe lleva en su título una de las conclusiones principales a las que se llegó tras observar la estadística de diferentes países, entre ellos la Argentina: la recuperación del mercado laboral en la región resulta “insuficiente y desigual”.
Más allá de que la alta participación de las ocupaciones informales en el nuevo empleo se explique por los déficits que ya tenía el mercado laboral, el análisis de los especialistas de la OIT advierte que existe el riesgo de que haya, en la salida de la crisis, un proceso de mayor informalización aun. Para evitarlo -señaló la economista al presentar el trabajo en un seminario virtual-, debería generarse, como requisito fundamental, un crecimiento que se sostenga en el tiempo.
La alta prevalencia de la informalidad en los puestos nuevos (o, más que nuevos, recuperados, ya que en muchos casos se trata de personas que estuvieron un tiempo sin poder realizar su actividad, dadas las restricciones) responde en última instancia a un escenario de base, previo a la pandemia y de larga data, signado por la elevada participación de los trabajadores sin registro en el empleo total, en muchos casos cuentapropistas de muy bajos ingresos. En la Argentina, como en el promedio de la región, aproximadamente la mitad de los trabajadores estaba antes del inicio de la pandemia y está actualmente en esa situación. La tasa había caído el año pasado, pero solo por efecto de la destrucción de puestos, que tuvo un elevado protagonismo en la economía no registrada.
Según el informe de la OIT que fue presentado hoy, la contribución del empleo informal en la recuperación de puestos en la Argentina (82%) fue superior a la de países como Chile (53%), Brasil (68%), Costa Rica (75%); similar a la de México y Perú (81% en ambos casos), e inferior a la de Paraguay (91%).
Esos índices dependen, según analizó Maurizio, del grado de contracción que tuvo la actividad económica, de la pérdida previa de puestos formales e informales, y de la intensidad de la recuperación en ambos segmentos. Recordó que en países como la Argentina hubo asistencia del Estado, además de medidas de prohibición de despidos, que hicieron que en la parte registrada de la economía haya habido menos pérdidas y, por tanto, haya ahora menos terreno que recuperar.
Respecto de la actividad económica, en la Argentina la contracción en 2020 fue bastante superior al promedio regional, que se ubicó en el 6,6%. En nuestro país la caída llegó a 9,9%, mientras que fue de 4,1% en Brasil, de 5,8% en Chile, de 5,9% en Uruguay y de 0,6% en Paraguay.
El riesgo de una mayor informalidad
Una profundización de la tendencia, ¿podría llevar incluso a que haya transiciones de personas del sector formal al informal? Según los analistas de la OIT, “si bien es prematuro” afirmar que eso esté ocurriendo ahora, ese riesgo está efectivamente latente, en principio, “por las experiencias previas” de salidas de crisis en la región. “En la medida en que el aparato productivo no se recupere, ese riesgo está, porque hay empresas que no pueden sostenerse en el contexto formal en épocas de crisis; por eso, el crecimiento económico con estabilidad es un requisito fundamental”, analizó. Y sostuvo que hay necesidad de “crear y hacer escalar instrumentos”, que sirvan no solo para proteger los empleos formales existentes, sino para procurar que se creen nuevos.
Vinicius Pinheiro, director de la OIT para América Latina y el Caribe, expuso un ejemplo para explicar por qué considera que podrían empeorar los índices de informalidad y vulnerabilidad. Se refirió a un “caso clásico” derivado de la pandemia y sus efectos sociales: el de un restaurante que cierra sus puertas, lo cual hace que se pierdan empleos en blanco; esas personas, dijo, suelen comenzar a trabajar para plataformas de delivery, “un sector que se amplió bastante en estos tiempos”. Y en ese segmento, sostuvo, se desarrollan tareas en muchos casos sin contratos y, en otros casos, con contratos de prestación de servicios que no cuentan, por lo general, con una regulación especial, lo que lleva a situaciones de horarios muy extendidos y a la ausencia de mecanismos de protección social.
En la región en general, según los datos de la OIT, hubo una caída de 43 millones de puestos de trabajo en la época más crítica de las cuarentenas, en tanto que se recuperaron, de acuerdo con las últimas estadísticas, 29 millones.
En el caso de la Argentina, los últimos datos difundidos por el Indec muestran que en el primer trimestre de este año la tasa de empleo (medida sobre la población total) llegó a 41,6%, lo cual marca una recuperación respecto del 33,4% del segundo trimestre de 2020, aunque se encuentra aún por debajo del índice de 42,2% del primer trimestre de 2020. La tasa de actividad, en tanto (proporción de personas que trabajan o buscan trabajo) fue de 46,3% en los primeros tres meses de este año, contra el 38,4% del trimestre más impactado por la cuarentena y el 47,1% del período de enero a marzo del año pasado.
Los que “volvieron” principalmente al empleo fueron trabajadores informales, según muestra el informe de la OIT; en rigor, no solo volvieron al empleo sino también a ser parte de la población económicamente activa, porque dado el contexto de falta de actividad, el año pasado muchos de ellos habían pasado a ser inactivos. Esto último explica por qué la tasa de desocupación (que es un porcentaje sobre la población definida como activa) no creció más: en el segundo trimestre de 2020 fue de 13,1%, en tanto a inicios de 2021 (último dato) era de 10,2%.
Grupos más vulnerables
Otro efecto de la pandemia en el que hizo hincapié Maurizio es el fuerte retroceso en la tasa de participación laboral de las mujeres. En la región, “en algunos casos hay que ir 10 años hacia atrás” para encontrar índices como los que deja esta crisis, según advirtió. Eso tiene que ver con que la crisis golpeó principalmente al empleo en sectores como el servicio doméstico, y con el hecho de que, por el contexto de falta de oportunidades en ese tipo de tareas, la consecuencia fue la salida de la actividad laboral.
Otro segmento particularmente afectado (y tradicionalmente con mayores problemas laborales) es el de los jóvenes. Según Pinheiro, quien advirtió sobre la posible configuración de una “generación del confinamiento”, los efectos que sobre ellos tiene esta crisis son “una bomba de tiempo” si no se actúa implementando políticas adecuadas, y no solo por lo ocurrido específicamente en el mercado laboral y la caída o la pérdida de los ingresos familiares, sino también por el problema presente y futuro que implica el hecho de que las escuelas hayan estado tanto tiempo cerradas.
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