
Pese a la baja del desempleo, se va un 2025 gris y heterogéneo para el empleo
El mercado laboral argentino termina el año trabado y expectante por las postergadas soluciones de fondo
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Desinflándose y en retroceso, el mercado laboral argentino acaba el 2025 trabado y expectante por las postergadas soluciones de fondo. La marcada heterogeneidad sectorial del inicio trasmutó a un escenario más incierto y nublado, con ahora apenas un puñado de industrias genuinamente activas sosteniendo la esperanza del empleo.
A la fecha, el presidente Milei podrá ufanarse que técnicamente redujo la desocupación: el 6,6% (último dato oficial vigente a nivel nacional) del tercer trimestre de este año es una disminución al cabo contra el 6,9% del mismo trimestre del 2024. Empero, se impone recordar que desde diciembre 2023 a agosto 2025 se han perdido 492.000 puestos de trabajo registrados según el Ministerio de Capital Humano (277.000 monotributistas, 126.000 privados, 68.000 públicos) y que según WillisTowersWatson (datos a septiembre 2025) casi la mitad (47%) de las empresas están desvinculando empleados este año y tan sólo el 24% piensa crecer en su dotación. Escenario magro que la histórica derrota salarial contra la inflación aún fogonea: de los últimos siete años sólo en dos (2021 y 2024) los salarios registrados fuera de convenio vencieron al incremento generalizado de precios; 2025, final aún abierto y apretado.
En un mercado laboral que adoptó la hibridez como modelo de trabajo (94% de las empresas, cuyas tareas lo permiten, hoy poseen alguna variante de este tipo de esquema), los sectores actualmente con demanda laboral positiva y genuina ya son los menos. A la cabeza, tan sólo el petróleo, el gas, la minería y la energía, y con necesidades en zonas específicas como el Comahue, la Patagonia y el NOA. Por debajo, irrumpe con fuerza la digitalización de los sectores más tradicionales como la salud, la educación y el campo, produciendo innovadoras start ups en rubros como las AgTech, HealthTech, EdTech, BioTech y ClimateTech. Sin dudas ahí están las oportunidades del presente y del futuro. Completan el podio los servicios financieros, especialmente su pata tecnología de fintechs y afines, a gusto con el actual modelo económico. Más relegados y con demandas más moderadas, aportan algunas compañías de servicios profesionales y laboratorios.
¿El gran perdedor? Tecnologías de la Información. Un histórico ganador con traje de demanda infinita que hoy transita una época de austeridad, despidos selectivos y reperfilamiento de sus profesionales.
Diez años de declive laboral (el empleo registrado privado retrocediendo 34.000 puestos desde agosto 2025 a agosto 2015) y una ley de contrato de trabajo de más de 50 años (la actual vigente fue promulgada en septiembre de 1974) parecen, finalmente, empujar la indispensable modernización laboral. Sin embargo, las primeras aproximaciones que reducen la discusión a la puja salarial parecen confundir las prioridades. ¿Qué precisan hoy las PyMEs (el conjunto más grande de empleadores en la Argentina)? Simple: que los costos de contratación sean más bajos. ¿Qué necesitan los trabajadores? Dejar la marginalidad e incorporarse a un empleo formal. Recién así luego cobra real sentido el debate salarial, previsional o de duración de la jornada laboral.
¿Un camino posible? Imaginar una nueva ley de contrato de trabajo segmentada y diferenciada por tipo de compañía (tamaño, industria o región) y que incentive la contratación de aquellos grupos postergados (por caso, los jóvenes y los mayores de 50 años) con ventajas en los costos de su contratación. Más estratégicamente, la agenda no debiera obviar refundar nuestra actual ley de teletrabajo. Un marco laboral diseñado a las apuradas durante la pandemia, desdibujado en su reglamentación y hoy prácticamente olvidado. Adicional, cualquier nuevo modelo de ley de contrato de trabajo debiera ser concebido incorporando a la educación en su esencia y diseño. Vincular de raíz e integrar el trabajo con el sistema educativo es la piedra fundamental -hoy resquebrajada- de un mercado laboral sano y próspero, que ofrezca así los profesionales que el mercado pide hoy y a futuro: muchos más ingenieros, actuarios y enfermeros que abogados y psicólogos.
Bastante a tono con años anteriores, se va un 2025 gris, heterogéneo y traumático para el empleo argentino. La oportunidad de modernizar -por fin- nuestro arcaico marco legal no debiera dejarse pasar. El futuro, por definición, siempre es incierto. Este inminente 2026 para el trabajo argentino, lo es aún más.
El autor es CEO y socio de GhidiniRodil. Profesor de la UBA, UCA y IAE






