
Carlo Giuliani,¿un mártir?
El último fin de semana, Génova pasó a integrar la larga lista de ciudades que se han ido convirtiendo en campos de batalla entre los manifestantes "globalifóbicos" y las fuerzas de seguridad cada vez que en ellas se celebra una reunión internacional, a partir del choque inaugural en Seattle a fines de 1999. Desde Seattle, los manifestantes de la antiglobalización se llaman a sí mismos "el pueblo de Seattle": supuestamente, el pueblo global contra el capitalismo global.
Seattle, Praga, Melbourne, Niza, Londres, Quebec, Davos y Gotemburgo completaban la lista de ciudades perturbadas hasta que el estallido de Génova las superó. Los desmanes desbordaron la ciudad a partir de una manifestación de 200.000 personas contra la nueva reunión cumbre del G-8, el grupo que incluye a los siete países más avanzados, además de Rusia.
Los disturbios de Génova causaron 560 heridos, 219 detenidos y el destrozo de 83 vehículos, 41 negocios y 34 bancos, mientras 60.000 genoveses abandonaban despavoridos la ciudad.
¿San Carlo?
Carlo Giuliani, un activista de 23 años, cayó bajo las balas de un carabinero de 20 años, también herido y hoy procesado por presunto homicidio. Los compañeros de Giuliani rebautizaron la plaza Alimondi, donde él había muerto, con el nombre de "plaza de Carlo Giuliani, un joven (ragazzo)", planteando así un tema insoslayable: ¿deberíamos honrar a Carlo como a un mártir?
El diccionario llama "mártir" a la "persona que padece muerte por amor a Jesucristo y, por extensión, que muere en defensa de otras creencias". Frente a la voluntad del déspota que le exige claudicar, el mártir es fiel a su fe, cualquiera que sea ella, aun al precio de la muerte.
El mártir es pacífico e inquebrantable. Cuando los arrojaban a los leones en el circo romano, los mártires cristianos no portaban espadas. Giuliani, en cambio, formaba parte de la legión de los que visten uniformemente de negro, se protegen con planchas de gomapluma, usan capuchas para esconder sus rostros y se armaron con elementos contundentes y bombas molotov para sembrar la destrucción en Génova.
¿Es posible equiparar a estos "guerreros globales", que se organizan vía Internet y adoptan nombres como "Punk bestia" o "Black block", con los mártires? Si bien arriesgaban morir, los agitadores de Génova también salieron a matar. Cuando el joven carabinero siciliano hoy procesado disparó sobre Giuliani, éste y su grupo de militantes ya habían destrozado su jeep, lo habían herido y se acercaban a él con la aparente intención de rematarlo. Quizás el carabinero se excedió en su defensa y pagará por ello, pero difícilmente podríamos compararlo con los verdugos romanos que abrían las puertas del Coliseo a leones y cristianos. Difícilmente podría pensarse que los jefes de Estado del G-8 son déspotas: sin excepción, representan a gobiernos libremente elegidos por la gente.
Si el disparo que abatió a Giuliani no partió de un opresor sino de un joven inexperto y asustado, si no partió de un "asesino" como alegan los globalifóbicos, tampoco fue su víctima un cultor de la no violencia. Pero, según una interpretación que pasa por políticamente correcta en nuestros días, todo policía es en principio un opresor y todo reprimido, una víctima.
Desde este ángulo de mira, lo que hay son santos agitadores y demonios policiales. Desde el ángulo de mira de la ley, lo que hay son violentos aunque sean idealistas de un lado y fuerzas del orden democrático aunque a veces se excedan del otro.
Carlo fue un guerrero. Su muerte genera, como todas, intenso dolor, pero no justifica el aura de los mártires.
Debate o barbarie
En un artículo que publicó el International Herald Tribune, María Livanos Cattaui llama "vándalos" a los agitadores de Génova. Cattaui no es una partidaria sino una severa crítica de la globalización. Sólo que en ese artículo ella, representando a la inmensa mayoría de los que se manifestaban en Génova, repudia los métodos de quienes, disfrazándose de aliados, en verdad dañan el prestigio de las organizaciones no gubernamentales (ONG) que se oponen a la globalización. Entre los partidarios y los detractores de la globalización, cabe un debate racional. Fuera de él, vuelve la barbarie.


