Críticas a los curas y monjas ostentosos
ROMA.- "Me duele ver a curas o monjas con autos último modelo... ¡No se puede! Mejor ir en bicicleta o usar un auto más humilde; piensen en los chicos que se mueren de hambre!"
Francisco volvió a sorprender ayer con palabras fuertes al reunirse con 6000 seminaristas y novicios de 66 países del mundo. Sin leer el texto que tenía preparado, sino hablando con pasión, llamó a los futuros jóvenes religiosos a transmitir la alegría de Cristo.
"A ustedes les da asco encontrar curas o monjas que no son auténticos", disparó Francisco, que denunció la hipocresía y el doble discurso que muchas veces hay en el clero. "Tenemos que ser coherentes, auténticos, prediquemos el Evangelio con el ejemplo, no con las palabras", pidió, cosechando aplausos en el Aula Pablo VI del Vaticano, en un evento enmarcado en el Año de la Fe.
Con su habitual estilo sin vueltas, el Papa, que hizo reír al auditorio, también llamó a los futuros sacerdotes y monjas a ser alegres, a transmitir alegría.
"¡No hay santidad en la tristeza! ¡Santa Teresa decía que un santo triste es un triste santo! ¡Nunca curas y monjas con caras de vinagreta!", arengó. "¡No sean solterones y solteronas, tengan fecundidad pastoral!", pidió, al hablar del celibato y de la castidad como un modo para los curas y las monjas de ser padres y madres de su grey.
"Quisiera una Iglesia más misionera y menos tranquila", confesó el Papa, que llamó a los seminaristas a salir de sí mismos y a salir a un doble encuentro: de Jesús, trascendente y de la gente, concreto. Después de citar el ejemplo de la beata Madre Teresa de Calcuta, que no tenía miedo de ayudar a los pobres o de estar dos horas arrodillada rezando, hizo un llamado: "¡No aprendan de nosotros los viejos el deporte del lamento!".
Como ya hizo en otras ocasiones, Francisco también denunció los chimentos, las envidias y la ambición que, por momentos, hay en las comunidades eclesiales, donde muchos se "sacan el cuero". "Yo también lo hice, eh", reconoció el Papa, hablando en forma coloquial. Al despedirse de los seminaristas, pidió: "Por favor, recen por mí, soy un pecador".
Por la mañana, en su última misa matutina ante grupos en la capilla de Santa Marta, donde vive, el Papa ya había sorprendido al llamar a no tener miedo de "renovar estructuras de la Iglesia antiguas y caducas". Con esas palabras, Francisco confirmó su determinación de implementar una reforma radical no sólo en el Vaticano, sino también en la Iglesia universal.
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